“Izioqui dugu guec ajutu ez dugu”.
Hemos recibido la inspiración pero ésta ha sido insuficiente. Glosas Emiliarenses
En anteriores artículos y en los breves debates que se han establecido en diferentes secciones de este blog, ha surgido reiteradamente el concepto de verdad como cuestión. Dediquemos unas lineas a reflexionar sobre el tema.
¿Qué es la verdad?
“El hombre tiene una necesidad radical de certidumbre”. Con estas palabras titulaba Julián Marías una de sus conferencias del curso de 1993-94. Creo que esa frase, eco de lo dicho por Aristóteles al comienzo de su Metafísica: "Todos los hombres desean por naturaleza saber", manifiesta un deseo que define la razón, causa y fin de toda reflexión: la búsqueda de certidumbre. Posiblemente, Calígula no fue asesinado por motivo de su crueldad, sino por razón de su arbitrariedad. No es posible vivir en la incertidumbre. El ser humano indaga en lo desconocido para eliminar la incertidumbre y prevenirse contra lo imprevisto.
Necesitamos concretar nuestra certidumbre en un conjunto de creencias, en un credo, que no necesariamente tiene que ser el dogma de una fe religiosa. Las creencias son esas ideas fundamentales que asumimos como inalterables e indiscutibles, verdades activas en nuestro hacer y encarnadas en nuestro ser. Por ejemplo: nuestra creencia en que estamos vivos o la de que seguirá habiendo suelo en la calle cuando salgamos de casa. Así, Julián Marías dirá, y antes Ortega, que las creencias, por asumidas, ni se plantean ni sabemos que las tenemos, las vivimos. Unamuno dirá que una verdad sólo es activa cuando, olvidada, la hemos hecho hábito.
Toda creencia debería estar fundada en la verdad y, como tal, abierta a poder ser reconsiderada ante nuevas evidencias que la puedan matizar o corregir. Lo cual es un aparente contrasentido, ya que se constituye en creencia lo que consideramos irreconsiderable. Pero la aceptación de la inapelabilidad de la evidencia y la pretendida invulnerabilidad de nuestras creencias (si las considerásemos vulnerables no serían creencias) no impiden que podamos estar abiertos a la verdad cuando brilla, aún cuando lo haga para poner de manifiesto nuestros errores, perturbando nuestra estructura de creencias.
Pensemos que la principal fuente de error radica en negar la evidencia cuando ésta amenaza la congruencia de las propias creencias. Ello lleva a dogmatismos, la imposibilidad del diálogo y a fundamentalismos. Solo estamos auténticamente seguros de una verdad cuando estamos dispuestos a confrontarla; el creyente sincero nada teme que pueda amenazar su fe. Su motivación es la búsqueda de la verdad y no la defensa de su opinión o la inamovilidad de su credo.
La definición canónica de verdad es la adecuación de nuestro pensamiento a las cosas. Para los griegos clásicos la verdad era descubrimiento, desvelamiento (aletheia), la realidad va desvelando sus secretos ante el observador que la indaga hasta la manifestación de lo más íntimo de su realidad. La flor muestra desde lejos sus colores, al acercarnos nos da su aroma y tendremos que acercarnos aún más para descubrir su función reproductora.
La historia del pensamiento nos proporciona un recital de definiciones de la verdad. Para Aristóteles, verdad es decir de lo que es que es y de lo que no es que no es. Antes, Platón (Cratilo), había escrito que la proposición que afirma de lo que es que es, es verdad y la que dice lo que no es, es falsa. Señalando ambos una relación entre la verdad y la palabra.
Para Tomás de Aquino, verdad es adecuación (adequatio) entre el pensamiento y la cosa pensada. El pensamiento de que "ahora es de día" es verdad si ese pensamiento se corresponde con el hecho de que el sol está iluminando la parte del planeta en la cual nos encontramos en ese momento. La adecuación o concordancia presupone una concepción realista de las cosas y una relación, nada clara dada la evidente disparidad, entre la naturaleza de las cosas y la del pensamiento.
Quine , precisando el pensamiento de Santo Tomás y siguiendo a Tarski, para quien un enunciado es verdadero si existe un elemento que lo satisface, dirá que verdad es desentrecomillar. Es verdad que "ahora es de día" porque ahora es de día y es verdad que "esto es un texto escrito" porque esto es un texto escrito. Para ambos, la verdad consiste en que se de una referencia real que satisfaga el sentido del enunciado, haciéndolo verdadero. Se podría criticar éste enfoque, señalando que con el desentrecomillado no establecemos una relación entre una frase y un estado de la realidad, sino entre dos frases. Chalmers descalifica esa crítica apelando a que toda frase es una referencia a la realidad. Tanto para Quine como para Tarski, la verdad es una propiedad de los enunciados.
Según Apel la verdad está en el consenso. Podemos afirmar que "ahora es de día" cuando la mayoría de los presentes, si no todos, estemos de acuerdo en que ahora es de día. Es la coherencia de los testimonios que surge como expresión de la coherencia de múltiples evidencias. Para las escuelas pragmáticas, la verdad está en la utilidad, de manera que es verdad lo útil, lo eficaz para la acción. Así, para William James la verdad está en la predectibilidad y la utilidad que para la acción proporciona un mayor control sobre la realidad y, según Bacon, verdad y utilidad son una misma cosa. Lo cual es cierto si tomamos como utilidad la confirmación empírica de una previsión, pero en el sentido utilitarista puro es una verdad a medias, dado que siendo cierto que la verdad es útil, se da la utilidad de lo falso, hay mentiras útiles, y se encuentran verdades poco prácticas, como conocer el número exacto de estrellas. La utilidad es un criterio pragmático pero la verdad es un criterio epistemológico, no siendo lo útil criterio de verdad sino de utilidad. Foucault llegará a decir que "la verdad es una forma de poder".
Santo Tomás considera que la verdad está en el pensamiento, Mientras que San Anselmo habla de la verdad que hay en la esencia de la cosa y de que el pensamiento es recto cuando piensa que lo que es, es. Locke distinguirá entre una verdad nominal: como concordancia de pensamiento y palabra, y una verdad real: como concordancia del pensamiento y la cosa. Un concepto básico asociado al de verdad, es el de evidencia. Descartes dejó dicho que la evidencia la proporciona toda observación clara y distinta que muestre una representación ineludible de la realidad, atribuyendo esa cualidad a las observaciones internas. Entendiendo por observación tanto las percepciones internas como las externas, sin dar preeminencia a unas sobre otras, tan evidente es la luz del día como el dolor de muelas. La verdad puede darse en los dos ámbitos. La evidencia resulta de toda verdad que viene impuesta por si misma.
Todo enunciado sobre el estado de las cosas deberá pasar una prueba de contraste con la realidad para ser evidente. Verdad sería lo que pasa la prueba, lo contrastado, lo que supera el "elencus" de Parménides. Partiendo de la sensación, la creencia en la realidad de lo observado se da cuando percibimos un carácter por el cual se nos induce a creer que lo percibido es real y que la percepción representa adecuadamente esa realidad. La verdad requiere la presencia de ese carácter de real del que habla Zubiri y se da en la percepción como fuerza de imposición de lo sentido que permite creer que lo percibido es real y asumir que nuestra percepción concuerda con esa realidad. La verdad entraña un carácter doble: un carácter en la cosa perceptible por el observador (el carácter de realidad) y un carácter en nuestra noción de la cosa como percepción de algo real. Parafraseando a Heidegger , podríamos decir que la verdad es la igualdad en la diferencia ontológica entre el ser y el pensar, entre el ente y la idea. Visto el marchamo de verdad subjetiva como un carácter de la percepción, no por ello dejamos de estar en el ámbito de la subjetividad. Sin embargo, la subjetividad del pensar se objetiva en el lenguaje, facilitando un vehículo de comunicación interpersonal que permite contrastar percepciones y compartir verdades. Hemos de preguntar de dónde viene la percepción del carácter de realidad. Toda realidad la percibimos como tal por su constancia o permanencia. Así, verdadero es lo constatado y vemos como real lo persistente como consistente e insistente. Una percepción efímera hace dudar de lo percibido. Persistencia, consistencia e insistencia llevan a suponer la existencia de la realidad que contemplamos, en su patencia. El carácter de realidad de lo observado lo proporciona la permanencia de las cosas reales en su ser.
La posibilidad que se le ofrece a la razón de conocer lo que esconde la incógnita de la cosa en sí, está en la posibilidad de la mente de despejar esa incógnita, a partir de la calidad y número de relaciones del sujeto con la cosa y la información que le proporciona su capacidad de percibir. La ejecución de esa operación requiere suponer la incógnita del en sí de la cosa como constante: asumir la permanencia de lo observado durante la observación, es decir, exigir como condición de todo conocimiento la invarianza de la referencia o, lo que es lo mismo, atribuir a la cosa una identidad permanente.
Es en base a nuestra interpretación de nuestras relaciones con lo observado como emitimos los enunciados. La interpretación que hacemos de nuestras percepciones se mejora con la experiencia. Es conocido el fenómeno de los ciegos de nacimiento que recuperan la vista y durante algún tiempo son incapaces de interpretar lo que ven. Se puede decir que, a partir de una observación, podemos emitir un enunciado en el que ciframos una interpretación de la realidad observada, interpretación que coincide con el sentido que damos a la frase proferida sobre esa realidad.
El problema de la verdad se complica porque hay tres formas de la verdad: la subjetiva, la ontológica y la moral. La verdad subjetiva, la verdad pensada, se muestra en nosotros como verdad psicológica o convicción. La verdad ontológica está en la identidad del objeto consigo mismo, en su autenticidad, en su realidad. Así, una copia de una obra de arte será falsa en su pretensión de ser el original pero auténtica como copia. La verdad moral se da en la concordancia entre lo pensado y lo dicho, en la sinceridad.
Tenemos, por tanto, tres elementos: La cosa que observamos, nuestra interpretación de lo observado que se nos da como noción de la cosa y el enunciado con el que expresamos nuestra interpretación de lo observado. La cosa se da en la realidad objetiva, la noción en nuestra mente y el enunciado se manifiesta en el lenguaje. Las aparentes discrepancias que se dan entre las diferentes definiciones de la verdad que hemos recordado en las lineas precedentes no son contradictorias, se deben a que se refieren a distintas formas de la verdad, según se de en la cosa, en el pensamiento o en el enunciado.
El proceso que se sigue desde el momento en que observamos algo hasta la confirmación de su verdad por la evidencia es el siguiente: Manifestación del ser en su decir de sí mismo como ente existente que se nos hace presente. Observación de lo manifiesto como realidad observable. Memorizar diversas sensaciones que nos produce la cosa observada al relacionarnos con ella, para integrarlas en una noción de esa cosa. Se razona, es decir, se da razón del ser y contrastamos si la cosa da razón de su ser como ser real en su disponibilidad. Se juzga la cosa en su disponibilidad como conjunto de posibilidades que nos ofrece la cosa y pone a nuestra disposición para poderla utilizar como tal cosa. Se vuelve a la cosa (o no) para utilizarla como utensilio o materia, verificando su disponibilidad real con nuestra apreciación de lo que podría proporcionarnos para nuestros propósitos. Si la cosa responde a nuestras expectativas se confirma la evidencia de su ser y la verdad de nuestra noción de la cosa.
Al pensar, se conciben posibilidades sobre el ser mediante la realización de juicios basados en el saber teórico y en la experiencia. Esta capacidad de generar posibilidades para descubrir la verdad respecto a la disponibilidad del objeto, es lo que permite utilizar al objeto o transformarlo. La verdad de algo trasciende lo que es a lo que potencialmente podría ser y lo que con ello podríamos hacer. Como el juicio se genera a partir de una observación o sensación, aquí tenemos la interrelación en el pensar entre la observación de la realidad y el enunciado de lo dicho sobre esa realidad en su potencialidad. Recordemos que para Tarski la verdad está en el enunciado, de manera que un enunciado es verdad cuando lo que dice es verdad. Podemos ahora aclarar, que un enunciado es verdad cuando el sentido que le damos coincide con la interpretación que hacemos de la realidad sobre la cual hablamos, al concebir esa realidad en su disponibilidad, como conjunto de posibilidades de acción que verificamos al intentar realizarlas. Como resultado de este proceso, emitimos juicios sobre la disponibilidad del objeto y concebimos acciones en base a esos juicios, tanto sobre lo observado como sobre lo conocido indirectamente a través de noticias proporcionadas por otros observadores, enunciados que llegan de otros o imágenes sensibles que hemos de interpretar. Los enunciados que emitimos expresan posibilidades de la realidad que hemos enjuiciado. Todo enunciado es una presunción teórica sobre la realidad que habrá que verificar mediante la acción.
La falta de verdad
El ser dice de sí mismo lo que muestra al manifestarse como lo que es, mientras que los seres humanos decimos de los otros seres lo que pensamos de ellos, sobre la base de lo que interpretamos de lo observado en lo que nos es mostrado. Tomando a la verdad como adecuación, se muestran las tres facetas de la verdad que veíamos antes: La adecuación del ser a lo que éste dice de sí mismo en lo que muestra de sí. La adecuación de nuestro pensamiento al ser en base a lo manifiesto en él y observado por nosotros como interpretación de lo percibido. La adecuación de nuestro decir a lo que pensamos.
La falta de adecuación entre lo que el ser es y lo que muestra de sí constituye la falsedad. Se evita con autenticidad. La falta de adecuación entre lo que pensamos sobre una realidad y esa realidad constituye el error. Evitarlo requiere objetividad. La falta de adecuación entre lo que decimos y lo que pensamos constituye la mentira. Se evita con la sinceridad.
Si pensamos que es un Dalí un cuadro que no es de Dalí estamos en un error. Si decimos que es de Dalí un cuadro que pensamos que no es de Dalí, mentimos. Si un cuadro que no es de Dalí aparenta ser de Dalí, se trata de un cuadro falso. Hay por tanto, tres facetas de la verdad: Una verdad en el mostrarse de las cosas, en su forma, una verdad en el pensar, en la noción de las cosas, y una verdad en el decir de los hombres, en los enunciados. Autenticidad, objetividad y sinceridad son tres fromas de la verdad. Podríamos cerrar el triángulo de la verdad con el concepto de corrección, definiendo como verdadero o correcto todo enunciado cuyo significado es satisfecho por el estado de cosas.
La dificultad para acceder a la verdad surge por la diferente naturaleza entre el ser, el pensar y el decir, de la necesidad de trascripción para pasar del ámbito de la realidad al de las ideas y de éste al de los enunciados. Es por ello que resulta tan difícil determinar la concordancia entre los diferentes términos de la verdad, pues se encuentran es tres planos de realidad diferentes o, como diría Popper, en tres mundos distintos, siéndo más fácil identificar discordancias extremas que permitan identificar mentiras, errores, incorrecciones y falsificaciones groseras que determinar la verdad. Es más fácil falsar que verificar. Mientras que la verificación es factible en los enunciados individuales, es imposible en los enunciados universales. La dificultad para identificar la verdad hace que llamemos con frecuencia verdad a lo que no es sino una mera verosimilitud. Para poder afirmar la verdad necesitaríamos poder reconocer la plena concordancia entre los términos, lo que exigiría movernos en un medio de naturaleza homogénea.
Podemos resumir lo dicho y decir, matizando la definición tarskiana, que un enunciado es verdad cuando la interpretación que doy a ese enunciado, atribuyéndole un significado, concuerda con el sentido del juicio con el que mi pensamiento interpreta lo que la realidad, a la que ese enunciado se refiere, me muestra. La verdad no es un atributo del enunciado, sino de su interpretación, la cual se da en la mente, siendo, por tanto, de la misma naturaleza que el juicio, por lo que la adecuación entre ambas es plena, por darse en un mismo plano de la realidad: la mente humana. Lo cual lleva a concluir que la verdad subjetiva es un atributo de un estado mental.
La interpretación del enunciado es fundamental para valorar la verdad. Dicha interpretación dependerá de diversos factores, como el contexto en que se diga lo dicho, el tono de voz, el estado anímico del receptor, pero el primer condicionante es el lenguaje. Recordemos que el enunciado: "I VITELI DEI ROMANI SONNO BELLI", en latín significa: "Ve ,oh Vitelo, dios romano, al son de la guerra". Pero en italiano, esa misma frase, se traduce como: "Los corderos de los romanos son bellos". Lo que demuestra que la verdad no está en el enunciado, como afrimaba Tarski, sino en su interpretación. Tampoco podemos buscar la concordancia de nuestros enunciados con las cosas, sino con nuestros juicios sobre ellas. La mente percibe, según Locke, cómo cada idea concuerda consigo misma. En la subjetividad de la idea, pensamiento y ser se identifican.
Pero si la veracidad de un enunciado lo es respecto a un juicio erróneo, tendríamos la posibilidad de enunciados veraces (que no son mentira), pero erróneos (que no son verdad), lo que lleva a que la verdad subjetiva no es garantía de verdad y que la única verdad sin mácula es la verdad objetiva que la realidad impone en su manifestarse. Hay un caso en el cual coinciden realidad, pensamiento y enunciado: cuando decimos "pienso" conscientes de lo que decimos. De ahí que el “cogito” de Descartes sea una verdad radical. En el decir del cogito coinciden el ser y el pensar parménicos con ese decir.
El ámbito ontológico de la verdad se da fuera de nuestro pensamiento, la verdad se muestra en la cosa misma en su autenticidad, al mostrarse como lo que es. Esa verdad siempre acompaña a las cosas, incluso a las falsas, el que en ocasiones nosotros no seamos capaces de reconocer la falsedad, no significa que no se muestre, bastará con que pongamos un poco más de atención a ciertos detalles (como hacemos para reconocer ciertos billetes de banco falsos) o que observemos más de cerca (como los tanques de plástico de la Guerra del Golfo) o de que sometamos la observación al escrutinio del ojo del experto capaz de reconocer la autenticidad o falsedad. La realidad siempre impone su verdad, el error reside en nosotros al malinterpretar lo observado.
Siempre y cuando se mantenga vivo el diálogo, la viabilidad de una sociedad heterogénea es posible porque existe una verdad única sobre la que ponerse de acuerdo, la verdad expresada por esa realidad que compartimos, a pesar de mantener diferentes opiniones desde cada una de las diferentes perspectivas, geopolíticas y culturales. La verdad objetiva coincide con la realidad, si no hubiese una verdad no habría realidad, siendo la verdad lo que la realidad manifiesta de sí misma como lo que es, pero esa verdad no es plenamente alcanzable desde ninguna perspectiva parcial. La verdad se vislumbra desde una pluralidad dialogante que la busca.
Hemos recibido la inspiración pero ésta ha sido insuficiente. Glosas Emiliarenses
En anteriores artículos y en los breves debates que se han establecido en diferentes secciones de este blog, ha surgido reiteradamente el concepto de verdad como cuestión. Dediquemos unas lineas a reflexionar sobre el tema.
¿Qué es la verdad?
“El hombre tiene una necesidad radical de certidumbre”. Con estas palabras titulaba Julián Marías una de sus conferencias del curso de 1993-94. Creo que esa frase, eco de lo dicho por Aristóteles al comienzo de su Metafísica: "Todos los hombres desean por naturaleza saber", manifiesta un deseo que define la razón, causa y fin de toda reflexión: la búsqueda de certidumbre. Posiblemente, Calígula no fue asesinado por motivo de su crueldad, sino por razón de su arbitrariedad. No es posible vivir en la incertidumbre. El ser humano indaga en lo desconocido para eliminar la incertidumbre y prevenirse contra lo imprevisto.
Necesitamos concretar nuestra certidumbre en un conjunto de creencias, en un credo, que no necesariamente tiene que ser el dogma de una fe religiosa. Las creencias son esas ideas fundamentales que asumimos como inalterables e indiscutibles, verdades activas en nuestro hacer y encarnadas en nuestro ser. Por ejemplo: nuestra creencia en que estamos vivos o la de que seguirá habiendo suelo en la calle cuando salgamos de casa. Así, Julián Marías dirá, y antes Ortega, que las creencias, por asumidas, ni se plantean ni sabemos que las tenemos, las vivimos. Unamuno dirá que una verdad sólo es activa cuando, olvidada, la hemos hecho hábito.
Toda creencia debería estar fundada en la verdad y, como tal, abierta a poder ser reconsiderada ante nuevas evidencias que la puedan matizar o corregir. Lo cual es un aparente contrasentido, ya que se constituye en creencia lo que consideramos irreconsiderable. Pero la aceptación de la inapelabilidad de la evidencia y la pretendida invulnerabilidad de nuestras creencias (si las considerásemos vulnerables no serían creencias) no impiden que podamos estar abiertos a la verdad cuando brilla, aún cuando lo haga para poner de manifiesto nuestros errores, perturbando nuestra estructura de creencias.
Pensemos que la principal fuente de error radica en negar la evidencia cuando ésta amenaza la congruencia de las propias creencias. Ello lleva a dogmatismos, la imposibilidad del diálogo y a fundamentalismos. Solo estamos auténticamente seguros de una verdad cuando estamos dispuestos a confrontarla; el creyente sincero nada teme que pueda amenazar su fe. Su motivación es la búsqueda de la verdad y no la defensa de su opinión o la inamovilidad de su credo.
La definición canónica de verdad es la adecuación de nuestro pensamiento a las cosas. Para los griegos clásicos la verdad era descubrimiento, desvelamiento (aletheia), la realidad va desvelando sus secretos ante el observador que la indaga hasta la manifestación de lo más íntimo de su realidad. La flor muestra desde lejos sus colores, al acercarnos nos da su aroma y tendremos que acercarnos aún más para descubrir su función reproductora.
La historia del pensamiento nos proporciona un recital de definiciones de la verdad. Para Aristóteles, verdad es decir de lo que es que es y de lo que no es que no es. Antes, Platón (Cratilo), había escrito que la proposición que afirma de lo que es que es, es verdad y la que dice lo que no es, es falsa. Señalando ambos una relación entre la verdad y la palabra.
Para Tomás de Aquino, verdad es adecuación (adequatio) entre el pensamiento y la cosa pensada. El pensamiento de que "ahora es de día" es verdad si ese pensamiento se corresponde con el hecho de que el sol está iluminando la parte del planeta en la cual nos encontramos en ese momento. La adecuación o concordancia presupone una concepción realista de las cosas y una relación, nada clara dada la evidente disparidad, entre la naturaleza de las cosas y la del pensamiento.
Quine , precisando el pensamiento de Santo Tomás y siguiendo a Tarski, para quien un enunciado es verdadero si existe un elemento que lo satisface, dirá que verdad es desentrecomillar. Es verdad que "ahora es de día" porque ahora es de día y es verdad que "esto es un texto escrito" porque esto es un texto escrito. Para ambos, la verdad consiste en que se de una referencia real que satisfaga el sentido del enunciado, haciéndolo verdadero. Se podría criticar éste enfoque, señalando que con el desentrecomillado no establecemos una relación entre una frase y un estado de la realidad, sino entre dos frases. Chalmers descalifica esa crítica apelando a que toda frase es una referencia a la realidad. Tanto para Quine como para Tarski, la verdad es una propiedad de los enunciados.
Según Apel la verdad está en el consenso. Podemos afirmar que "ahora es de día" cuando la mayoría de los presentes, si no todos, estemos de acuerdo en que ahora es de día. Es la coherencia de los testimonios que surge como expresión de la coherencia de múltiples evidencias. Para las escuelas pragmáticas, la verdad está en la utilidad, de manera que es verdad lo útil, lo eficaz para la acción. Así, para William James la verdad está en la predectibilidad y la utilidad que para la acción proporciona un mayor control sobre la realidad y, según Bacon, verdad y utilidad son una misma cosa. Lo cual es cierto si tomamos como utilidad la confirmación empírica de una previsión, pero en el sentido utilitarista puro es una verdad a medias, dado que siendo cierto que la verdad es útil, se da la utilidad de lo falso, hay mentiras útiles, y se encuentran verdades poco prácticas, como conocer el número exacto de estrellas. La utilidad es un criterio pragmático pero la verdad es un criterio epistemológico, no siendo lo útil criterio de verdad sino de utilidad. Foucault llegará a decir que "la verdad es una forma de poder".
Santo Tomás considera que la verdad está en el pensamiento, Mientras que San Anselmo habla de la verdad que hay en la esencia de la cosa y de que el pensamiento es recto cuando piensa que lo que es, es. Locke distinguirá entre una verdad nominal: como concordancia de pensamiento y palabra, y una verdad real: como concordancia del pensamiento y la cosa. Un concepto básico asociado al de verdad, es el de evidencia. Descartes dejó dicho que la evidencia la proporciona toda observación clara y distinta que muestre una representación ineludible de la realidad, atribuyendo esa cualidad a las observaciones internas. Entendiendo por observación tanto las percepciones internas como las externas, sin dar preeminencia a unas sobre otras, tan evidente es la luz del día como el dolor de muelas. La verdad puede darse en los dos ámbitos. La evidencia resulta de toda verdad que viene impuesta por si misma.
Todo enunciado sobre el estado de las cosas deberá pasar una prueba de contraste con la realidad para ser evidente. Verdad sería lo que pasa la prueba, lo contrastado, lo que supera el "elencus" de Parménides. Partiendo de la sensación, la creencia en la realidad de lo observado se da cuando percibimos un carácter por el cual se nos induce a creer que lo percibido es real y que la percepción representa adecuadamente esa realidad. La verdad requiere la presencia de ese carácter de real del que habla Zubiri y se da en la percepción como fuerza de imposición de lo sentido que permite creer que lo percibido es real y asumir que nuestra percepción concuerda con esa realidad. La verdad entraña un carácter doble: un carácter en la cosa perceptible por el observador (el carácter de realidad) y un carácter en nuestra noción de la cosa como percepción de algo real. Parafraseando a Heidegger , podríamos decir que la verdad es la igualdad en la diferencia ontológica entre el ser y el pensar, entre el ente y la idea. Visto el marchamo de verdad subjetiva como un carácter de la percepción, no por ello dejamos de estar en el ámbito de la subjetividad. Sin embargo, la subjetividad del pensar se objetiva en el lenguaje, facilitando un vehículo de comunicación interpersonal que permite contrastar percepciones y compartir verdades. Hemos de preguntar de dónde viene la percepción del carácter de realidad. Toda realidad la percibimos como tal por su constancia o permanencia. Así, verdadero es lo constatado y vemos como real lo persistente como consistente e insistente. Una percepción efímera hace dudar de lo percibido. Persistencia, consistencia e insistencia llevan a suponer la existencia de la realidad que contemplamos, en su patencia. El carácter de realidad de lo observado lo proporciona la permanencia de las cosas reales en su ser.
La posibilidad que se le ofrece a la razón de conocer lo que esconde la incógnita de la cosa en sí, está en la posibilidad de la mente de despejar esa incógnita, a partir de la calidad y número de relaciones del sujeto con la cosa y la información que le proporciona su capacidad de percibir. La ejecución de esa operación requiere suponer la incógnita del en sí de la cosa como constante: asumir la permanencia de lo observado durante la observación, es decir, exigir como condición de todo conocimiento la invarianza de la referencia o, lo que es lo mismo, atribuir a la cosa una identidad permanente.
Es en base a nuestra interpretación de nuestras relaciones con lo observado como emitimos los enunciados. La interpretación que hacemos de nuestras percepciones se mejora con la experiencia. Es conocido el fenómeno de los ciegos de nacimiento que recuperan la vista y durante algún tiempo son incapaces de interpretar lo que ven. Se puede decir que, a partir de una observación, podemos emitir un enunciado en el que ciframos una interpretación de la realidad observada, interpretación que coincide con el sentido que damos a la frase proferida sobre esa realidad.
El problema de la verdad se complica porque hay tres formas de la verdad: la subjetiva, la ontológica y la moral. La verdad subjetiva, la verdad pensada, se muestra en nosotros como verdad psicológica o convicción. La verdad ontológica está en la identidad del objeto consigo mismo, en su autenticidad, en su realidad. Así, una copia de una obra de arte será falsa en su pretensión de ser el original pero auténtica como copia. La verdad moral se da en la concordancia entre lo pensado y lo dicho, en la sinceridad.
Tenemos, por tanto, tres elementos: La cosa que observamos, nuestra interpretación de lo observado que se nos da como noción de la cosa y el enunciado con el que expresamos nuestra interpretación de lo observado. La cosa se da en la realidad objetiva, la noción en nuestra mente y el enunciado se manifiesta en el lenguaje. Las aparentes discrepancias que se dan entre las diferentes definiciones de la verdad que hemos recordado en las lineas precedentes no son contradictorias, se deben a que se refieren a distintas formas de la verdad, según se de en la cosa, en el pensamiento o en el enunciado.
El proceso que se sigue desde el momento en que observamos algo hasta la confirmación de su verdad por la evidencia es el siguiente: Manifestación del ser en su decir de sí mismo como ente existente que se nos hace presente. Observación de lo manifiesto como realidad observable. Memorizar diversas sensaciones que nos produce la cosa observada al relacionarnos con ella, para integrarlas en una noción de esa cosa. Se razona, es decir, se da razón del ser y contrastamos si la cosa da razón de su ser como ser real en su disponibilidad. Se juzga la cosa en su disponibilidad como conjunto de posibilidades que nos ofrece la cosa y pone a nuestra disposición para poderla utilizar como tal cosa. Se vuelve a la cosa (o no) para utilizarla como utensilio o materia, verificando su disponibilidad real con nuestra apreciación de lo que podría proporcionarnos para nuestros propósitos. Si la cosa responde a nuestras expectativas se confirma la evidencia de su ser y la verdad de nuestra noción de la cosa.
Al pensar, se conciben posibilidades sobre el ser mediante la realización de juicios basados en el saber teórico y en la experiencia. Esta capacidad de generar posibilidades para descubrir la verdad respecto a la disponibilidad del objeto, es lo que permite utilizar al objeto o transformarlo. La verdad de algo trasciende lo que es a lo que potencialmente podría ser y lo que con ello podríamos hacer. Como el juicio se genera a partir de una observación o sensación, aquí tenemos la interrelación en el pensar entre la observación de la realidad y el enunciado de lo dicho sobre esa realidad en su potencialidad. Recordemos que para Tarski la verdad está en el enunciado, de manera que un enunciado es verdad cuando lo que dice es verdad. Podemos ahora aclarar, que un enunciado es verdad cuando el sentido que le damos coincide con la interpretación que hacemos de la realidad sobre la cual hablamos, al concebir esa realidad en su disponibilidad, como conjunto de posibilidades de acción que verificamos al intentar realizarlas. Como resultado de este proceso, emitimos juicios sobre la disponibilidad del objeto y concebimos acciones en base a esos juicios, tanto sobre lo observado como sobre lo conocido indirectamente a través de noticias proporcionadas por otros observadores, enunciados que llegan de otros o imágenes sensibles que hemos de interpretar. Los enunciados que emitimos expresan posibilidades de la realidad que hemos enjuiciado. Todo enunciado es una presunción teórica sobre la realidad que habrá que verificar mediante la acción.
La falta de verdad
El ser dice de sí mismo lo que muestra al manifestarse como lo que es, mientras que los seres humanos decimos de los otros seres lo que pensamos de ellos, sobre la base de lo que interpretamos de lo observado en lo que nos es mostrado. Tomando a la verdad como adecuación, se muestran las tres facetas de la verdad que veíamos antes: La adecuación del ser a lo que éste dice de sí mismo en lo que muestra de sí. La adecuación de nuestro pensamiento al ser en base a lo manifiesto en él y observado por nosotros como interpretación de lo percibido. La adecuación de nuestro decir a lo que pensamos.
La falta de adecuación entre lo que el ser es y lo que muestra de sí constituye la falsedad. Se evita con autenticidad. La falta de adecuación entre lo que pensamos sobre una realidad y esa realidad constituye el error. Evitarlo requiere objetividad. La falta de adecuación entre lo que decimos y lo que pensamos constituye la mentira. Se evita con la sinceridad.
Si pensamos que es un Dalí un cuadro que no es de Dalí estamos en un error. Si decimos que es de Dalí un cuadro que pensamos que no es de Dalí, mentimos. Si un cuadro que no es de Dalí aparenta ser de Dalí, se trata de un cuadro falso. Hay por tanto, tres facetas de la verdad: Una verdad en el mostrarse de las cosas, en su forma, una verdad en el pensar, en la noción de las cosas, y una verdad en el decir de los hombres, en los enunciados. Autenticidad, objetividad y sinceridad son tres fromas de la verdad. Podríamos cerrar el triángulo de la verdad con el concepto de corrección, definiendo como verdadero o correcto todo enunciado cuyo significado es satisfecho por el estado de cosas.
La dificultad para acceder a la verdad surge por la diferente naturaleza entre el ser, el pensar y el decir, de la necesidad de trascripción para pasar del ámbito de la realidad al de las ideas y de éste al de los enunciados. Es por ello que resulta tan difícil determinar la concordancia entre los diferentes términos de la verdad, pues se encuentran es tres planos de realidad diferentes o, como diría Popper, en tres mundos distintos, siéndo más fácil identificar discordancias extremas que permitan identificar mentiras, errores, incorrecciones y falsificaciones groseras que determinar la verdad. Es más fácil falsar que verificar. Mientras que la verificación es factible en los enunciados individuales, es imposible en los enunciados universales. La dificultad para identificar la verdad hace que llamemos con frecuencia verdad a lo que no es sino una mera verosimilitud. Para poder afirmar la verdad necesitaríamos poder reconocer la plena concordancia entre los términos, lo que exigiría movernos en un medio de naturaleza homogénea.
Podemos resumir lo dicho y decir, matizando la definición tarskiana, que un enunciado es verdad cuando la interpretación que doy a ese enunciado, atribuyéndole un significado, concuerda con el sentido del juicio con el que mi pensamiento interpreta lo que la realidad, a la que ese enunciado se refiere, me muestra. La verdad no es un atributo del enunciado, sino de su interpretación, la cual se da en la mente, siendo, por tanto, de la misma naturaleza que el juicio, por lo que la adecuación entre ambas es plena, por darse en un mismo plano de la realidad: la mente humana. Lo cual lleva a concluir que la verdad subjetiva es un atributo de un estado mental.
La interpretación del enunciado es fundamental para valorar la verdad. Dicha interpretación dependerá de diversos factores, como el contexto en que se diga lo dicho, el tono de voz, el estado anímico del receptor, pero el primer condicionante es el lenguaje. Recordemos que el enunciado: "I VITELI DEI ROMANI SONNO BELLI", en latín significa: "Ve ,oh Vitelo, dios romano, al son de la guerra". Pero en italiano, esa misma frase, se traduce como: "Los corderos de los romanos son bellos". Lo que demuestra que la verdad no está en el enunciado, como afrimaba Tarski, sino en su interpretación. Tampoco podemos buscar la concordancia de nuestros enunciados con las cosas, sino con nuestros juicios sobre ellas. La mente percibe, según Locke, cómo cada idea concuerda consigo misma. En la subjetividad de la idea, pensamiento y ser se identifican.
Pero si la veracidad de un enunciado lo es respecto a un juicio erróneo, tendríamos la posibilidad de enunciados veraces (que no son mentira), pero erróneos (que no son verdad), lo que lleva a que la verdad subjetiva no es garantía de verdad y que la única verdad sin mácula es la verdad objetiva que la realidad impone en su manifestarse. Hay un caso en el cual coinciden realidad, pensamiento y enunciado: cuando decimos "pienso" conscientes de lo que decimos. De ahí que el “cogito” de Descartes sea una verdad radical. En el decir del cogito coinciden el ser y el pensar parménicos con ese decir.
El ámbito ontológico de la verdad se da fuera de nuestro pensamiento, la verdad se muestra en la cosa misma en su autenticidad, al mostrarse como lo que es. Esa verdad siempre acompaña a las cosas, incluso a las falsas, el que en ocasiones nosotros no seamos capaces de reconocer la falsedad, no significa que no se muestre, bastará con que pongamos un poco más de atención a ciertos detalles (como hacemos para reconocer ciertos billetes de banco falsos) o que observemos más de cerca (como los tanques de plástico de la Guerra del Golfo) o de que sometamos la observación al escrutinio del ojo del experto capaz de reconocer la autenticidad o falsedad. La realidad siempre impone su verdad, el error reside en nosotros al malinterpretar lo observado.
Siempre y cuando se mantenga vivo el diálogo, la viabilidad de una sociedad heterogénea es posible porque existe una verdad única sobre la que ponerse de acuerdo, la verdad expresada por esa realidad que compartimos, a pesar de mantener diferentes opiniones desde cada una de las diferentes perspectivas, geopolíticas y culturales. La verdad objetiva coincide con la realidad, si no hubiese una verdad no habría realidad, siendo la verdad lo que la realidad manifiesta de sí misma como lo que es, pero esa verdad no es plenamente alcanzable desde ninguna perspectiva parcial. La verdad se vislumbra desde una pluralidad dialogante que la busca.
Querido Carlos:
ResponderEliminarLas cosas que no se pueden expresar con números, es decir que no se pueden medir de alguna manera, se suelen definir como entelequias. Hay dos maneras de sacarlas de ese cajón inoperante. Una es la Magia . Unos "Magos" dicen que perciben y reciben directamente el mensaje de "la cosa" y obligan a los demás a aceptar esa relación y el mensaje.
La otra es la metáfora. Identificar la entelequia con un objeto perceptible y manipulable.
La realidad es una construcción individual a partir de la observación y la percepción de cada uno. La realidad social es el acuerdo de las distintas realidades de los individuos que desean convivir. En base a ella se construyen éticas y costumbres y por tanto leyes.
(Hay personas bienintencionadas que creen que la ablación del clitorix de las mujeres es una buena acción. ¿Debemos respetar esa idea?)
La naturaleza es un ser cambiante en el tiempo y en el espacio. La realidad por tanto cambia, al percibir el cambio de la naturaleza. Pero la verdad no debe ser cambiante,¿verdad? Dios no ha muerto.
Es muy interesante el ejemplo que pones de la flor. Hay algunas flores que de lejos parecen de un color y de cerca de otro.¿Qué color tienen "de verdad"?
Yo creo que tienes razón en tu propuesta.
Pero es que tu y yo usamos los mismos procesos lógicos. Tenemos muy parecida educación e historia, y a partir de los mismos axiomas llegaremos a las mismas conclusiones.
Pero yo estoy lleno de preguntas. Que geometría, la de Euclides o la de Lobachewsky, es la verdadera. ¿Pueden serlo las dos simultaneamente? ¿El espacio es curvo o es plano? ¿Cuánto valen la suma de los ángulos interiores del triángulo?
No se si el concepto de Verdad es semántico. No se si hay verdad con minúscula y Verdad con mayúscula y si se pueden usar indistintamente en las demostraciones.
En todo caso creo que es mas importante la paz y la armonía entre seres tan limitados como los humanos que la imposición de la verdad por aquellos que dicen poseerla.
Porque al fin y al cabo, los astros terminarán cayendo sobre el suelo y el suelo terminará por hundirse.
Un abrazo.