En la segunda mitad
del primer volumen de El Capital, a partir del capitulo XV, Marx analiza el
efecto de la mecanización. Lo primero que señala es como la máquina, al asumir
la mayor parte del esfuerzo necesario para realizar los trabajos, permiten el
trabajo de mujeres y niños, lo que amplia la oferta laboral y contribuye a mantener
los salarios muy bajos; además del coste social que supone el trabajo de
mujeres y niños, con el consiguiente impacto en la atención a la familia y la formación
infantil y juvenil. A raíz del empleo infantil, denuncia las condiciones
laborales en el Reino Unido durante la mecanización de finales del siglo XVIII
y a lo largo de gran parte del XIX, con largas jornadas laborales, salarios de
supervivencia y condiciones insalubres con alta siniestralidad. La imagen es
desoladora, pero Marx señala un cauce de mejora de las condiciones
laborales mediante la legislación laboral, poniendo de ejemplo la ley británica
de 1833 que limita la jornada laboral a 12 horas, siendo sustituida por la de 1847
con la que se logra la, largamente reclamada por las organizaciones obreras, jornada
de 10 horas. Finalmente, la Ley de Fabrica de 1864 ratifica las 10 horas, fija
un salario mínimo, prohíbe el trabajo infantil y exige mejorar las
condiciones sanitarias de los locales de trabajo, estableciendo inspecciones y
sanciones. Marx describe el hacinamiento en algunos talleres, el ruido de las máquinas,
el calor de las calderas, los gases tóxicos de muchas industrias y la
peligrosidad de algunas tareas. Todo un panorama que deja al descubierto los
abusos y penurias de la época.
Por otra parte, plantea el problema de si la mecanización
elimina mano de obra o la crea. Parece contradecirse, pues si en algún momento
afirma que "las maquinas aumentan el numero de esclavos del trabajo" (Libro
1 secc IV cap XV ap 7) o que la maquina "intensifica su sed de trabajo ajeno"
(Libro 1 secc IV cap XV ap 2). Por otro lado, dice que "la maquina
expulsa a los adultos" (Libro 1 secc IV cap XV ap 5) y denuncia como la
maquinaria "expulsa a los labradores de los campos" (Libro 1 secc IV
cap XV ap 5), pero no es contradictorio, pues claramente se decanta por la
contribución de la maquinaria al desarrollo económico y la creación de empleo. Un
siglo mas tarde, el premio Nobel de economía John Hicks, en su obra Una teoría de la historia económica,
publica unas estadísticas que demuestran como en el proceso de industrialización
británica, al principio, la maquina eliminó puestos de trabajo, pero con el
tiempo fue creando numerosos puestos de trabajo nuevos. Marx explica ese
crecimiento de las necesidades de mano de obra con la mecanización en base a
que la mayor productividad hace aumentar el numero de productos y baja los
precios, lo que genera una mayor demanda, con lo que aumenta la producción,
ampliando la capacidad de las fábricas y el numero de trabajadores, además, se
disparan las necesidades de materias primas, de industrias auxiliares, de
medios de transporte y nuevas infraestructuras, construyéndose ferrocarriles,
puentes, túneles, instalaciones portuarias, flota mercante, almacenes,
carreteras...todo ello produce un amplio desarrollo económico que hace aumentar
la demanda de mano de obra y el consumo. Adicionalmente, el enriquecimiento de
los capitalistas impulsa la demanda de objetos y servicios de lujo, lo que
genera nuevas industrias y puestos de trabajo adicionales. En la actualidad, la
pregunta sobre el impacto en los puestos de trabajo de las máquinas se repite
al hablar sobre robótica y automatización.
Otro efecto de la mecanización señalado por Marx es la extensión
de la jornada laboral, pues una vez realizada la inversión en equipos, la
rentabilidad aumenta con el tiempo de utilización de esas máquinas, lo que hace
que "la maquina crea poderosos motivos para prolongar sin mesura la
jornada de trabajo" (Libro 1 sec IV cap XV). En esto se equivoca, pues,
llevando al límite su razonamiento, la mayor producción de una maquina se obtiene
haciéndola trabajar continuamente, lo que se logra con tres turnos de trabajo
de ocho horas cada turno. Como la historia ha demostrado, la mecanización lleva
a una jornada de ocho horas y no de quince.
Otra consecuencia negativa de la introducción de las
maquinas es que los pequeños talleres y los artesanos no pueden competir con
ellas, debiendo cerrar sus negocios, pasando a incrementar la masa de trabajadores
asalariados. Por otra parte, cuando el proceso permite dotar al capitalista de
pequeños equipos, como es el caso de las maquinas de coser, se facilita en ocasiones el trabajo a
domicilio a destajo. Además de la maquinaria y herramientas, los capitalistas
facilitan también la materia prima y el diseño de los productos a trabajadores
que hacen su trabajo en el domicilio o en talleres de confección ajenos a la
empresa, donde los operarios son explotados sin protección legal, mientras que
el capitalista se ahorra el espacio, la iluminación y la energía.
La combinación de la
industrialización y el comercio internacional tiene repercusiones en todo el
mundo, enriqueciendo a los países industrializados y empobreciendo a los que no
lo están. Así, mientras que en el Reino Unido se fabricaban tejidos y se
confeccionaban trajes, la India era condenada a elaborar algodón y forzada a
comprar los productos industriales, empobreciéndose cada vez más, Australia se
especializaba en la producción de lana y el sur de los EEUU en la de algodón.
Solo en la medida en que el continente europeo y el norte de los EEUU inician
su propia industrialización se rompe el monopolio fabril del Reino Unido,
pero los países subdesarrollados quedan encasillados en el papel de productores
de materias primas y consumidores de productos industriales. Tendrá que llegar
Gandi para que la India vuelva a hilar y tejer para romper esa dependencia y
lanzarse por el camino de la industrialización.
Otra denuncia de
Marx es el riesgo de crisis cíclicas a las que parece estar condenado el
sistema capitalista, con periodos de saturación de los mercados que cierran los
periodos de prosperidad y desencadenan las crisis de demanda y el paro masivo.
Finaliza el primer
volumen con la critica a la acumulación de capital seguida de concentración de
capitales, cerrando el capitulo XXXII con la profecía de que "los
expropiadores serán a su vez expropiados" (Libro I, secc VIII cap XXXII).
Conclusiones y
comentarios
Las denuncias que hace Marx de las condiciones laborales en
las primeras épocas de la industrialización no parece que sean exageradas. En
mi opinión, su análisis es certero y la denuncia oportuna. La situación de los
obreros en esos años debió de ser penosa. Afortunadamente, las sucesivas
legislaciones laborales consiguieron ir eliminando los aspectos más
lamentables. Es increíble que en pleno siglo XXI, se sigan dando muchas de las
condiciones laborales denunciadas por Marx dos siglos antes. Pienso en los
talleres de confección, minas y otras explotaciones en países tercermundistas,
donde hasta el trabajo infantil sigue estando vigente.
Su profecía de que
los capitalistas serian expropiados se ha cumplido en todos los países en los
que el comunismo ha triunfado, pero no ha sido para liberar a los obreros, sino
para sustituir el sistema capitalista privado, sujeto a la competencia entre
las diferentes empresas, por un capitalismo de estado en el
que el estado goza de un monopolio absoluto y totalitario que utiliza para
satisfacer sus propios intereses.
En la actualidad, y
gracias a la acumulación de legislaciones que se han ido promulgando en defensa
de los trabajadores, el estado del bienestar ha logrado proporcionar sanidad, jubilación,
educación, mejores condiciones de trabajo y mejores salarios. A la mayoría de
los que trabajan o hemos trabajado por cuenta ajena se les ha ido facilitando
la labor, pero hay dos círculos viciosos en la economía occidental que convenía
ver formas de poder salir de ellos: el del acceso al capital de los empleados
por cuenta ajena y el del acceso a la propiedad de la vivienda de los que viven
de alquiler. En El Capital, se denuncia al capitalista acaparador por su afán
de ahorrar, hasta el punto de proponer sustituir la palabra Capital por la de
Abstinencia. Habría que fomentar que también los asalariados puedan ahorrar,
por lo que los salarios no pueden ser de mera subsistencia
La solución a las dificultades que tienen los obreros para
capitalizarse y poder ir participando de las rentas del capital no está en que
toda la propiedad sea del estado, sino en lograr que los obreros puedan ahorrar
parte de sus ingresos e irlos invirtiendo en activos empresariales.
Personalmente, creo que una solución son las cooperativas y las Sociedades
Anónimas Laborales. Junto a Jose Sellers, fundé la primera sociedad anónima
laboral o SAL española: APL Informática SAL. Hasta tal punto fue la primera,
que cuando se redacto la ley que regulaba a las SAL, varios apartados de esa ley
copiaban textualmente párrafos de los estatutos de nuestra empresa.
La experiencia fue positiva, no solo se beneficiaron de sus
acciones todos los empleados de la empresa cuado se vendió a una filial del
Crédit Lyonnais, sino que alguno de los antiguos empleados crearon sus
propias empresas. También hubo uno que se negaba a recibir acciones,
insistiendo en que prefería que se le diese en efectivo el importe de las
mismas.
A nivel
teórico, los economistas de la Escuela de Viena señalaron las dificultades para
que el comunismo fuese eficiente, destacando, entre otras razones que:
·
Es imposible que el
planificador central tenga y pueda procesar toda la información necesaria para
dirigir con eficacia la economía de un país.· La planificación central exige renunciar a la libertad personal.
. La falta de libertad se logra con represión, que puede llegar a ser brutal.
· La planificación desmotiva la iniciativa y baja la productividad.
· Además, se desincentiva la innovación.
· Con la centralización económica, se pierde la importantísima información que los precios proporcionan sobre lo que hace falta en el mercado y lo que se está produciendo en exceso
· La fijación de precios produce desabastecimiento y el desabastecimiento hace que se produzcan colas.
En la
práctica, tras la caída del Muro de Berlín, a nadie le puede quedar duda de la
superioridad de la economía de mercado como la mejor alternativa hoy conocida
para producir y distribuir bienes económicos. No obstante, el libre mercado no
resuelve el problema de quienes no tienen nada que aportar al mercado.
Recibido por email:
ResponderEliminarHe leído con gran interés los dos ultimos artículos, con los que estoy esencialmente de acuerdo.
Un abrazo,
Fernando
recibido por email:
ResponderEliminarTu articulo sobre el comunismo, realmente es, como siempre, una aportación.
No estoy de acuerdo con tu comentario sobre las cooperativas.
En España el fracaso de la de Mondragón - quizás la mas importante - puede ser una prueba evidente.
En India - que heredaron de los británicos the Fabian school of thought - es algo que continua condicionando su desarrollo. Lo he vivido personalmente.
Si supiese y pudiese escribiría un articulo cuyo titulo seria "Los oligarcas. Los herederos de Lenin".
Me refiero entre otros a Derepaska el zar del aluminio o Abranovich el dueño del Chelsea.
Un fuerte abrazo. Joaquín