Analizando la hipótesis, aparecida en la
prensa, no hace mucho, de que el universo es un holograma, la idea no resulta
tan descabellada como a primera vista pudiese parecer. Se parte de considerar
que el universo está constituido por información y que esa información está
fraccionada en unidades discretas. La información localizada sobre una
superficie esta constituida por pixels, y se puede transcribir a
ceros y unos, siendo cada píxel más pequeño posible, o de máxima resolución
alcanzable, la información contenida en una superficie de Plank. En tres
dimensiones, la información espacial está fraccionada en voxels,
que es la información contenida en volúmenes tridimensionales del tamaño, como
mínimo, del volumen de Plank, que es el tamaño que produciría la máxima
resolución espacial.
Los observadores estaríamos encerrados en
esferas de información de las que somos su centro. Cuando de noche miramos al
cielo, vemos la cúpula celestial como una superficie esférica que nos rodea
poblada de estrellas. Como la esfera es una superficie, toda la información que
observamos esta constituida por pixels, pero esos pixels son
la proyección de toda la información tridimensional contenida en los voxels que
están en el exterior de la esfera que contemplamos desde dentro de ella y, si
mirásemos desde fuera de ella, veríamos los pixels correspondientes
a la información que estaría contenida dentro de la superficie de la esfera,
como ocurre al observar desde su exterior el horizonte de un agujero negro.
Dado que la retina es una superficie, también la imagen que nos formamos en
ella, a partir de lo que vemos, es plana. Según la teoría holográfica, la
información que constituye la realidad tridimensional en la que vivimos, sería
la proyección holográfica de la información contenida en la superficie de una
esfera que rodearía el universo con toda la información holográfica original,
luego el mundo en el que vivimos sería un holograma producto de la información
plana original que lo proyecta en tres dimensiones, realmente sería en cuatro
dimensiones, pues se proyectaría sobre el espacio-tiempo, es decir, imágenes
tridimensionales que evolucionan.
La idea no es una conjetura caprichosa,
sino que está fundada en la observación razonada de que toda la información
contenida en esa singularidad que son los agujeros negros se encuentra
codificada sobre la superficie del agujero, en torno al horizonte de sucesos.
Lo que el principio holográfico nos dice
es que toda la información sobre lo contenido en un volumen dado se encuentra
codificada en la superficie de ese volumen. La teoría holográfica confirma la
hipótesis ya expuesta en este blog, de que el universo es un
procesador de información al afirmar que, en resumen:
-El
universo está fundamentalmente constituido por información
-La
información se encuentra distribuida en voxels, confirmando la
concepción de un universo contenido en
un espacio-tiempo discreto, estructurado en Holóns cuánticos,
que serían los receptáculos físicos que contienen a los voxels de
información.
-Los voxels son producto
de la proyección sobre el espacio-tiempo de la información
original contenida en pixels superficiales, en los que se
concentra toda
la información
plana necesaria para dar origen a la tridimensional constituyente
del universo.
La hipótesis de que el universo es la
proyección holográfica de información contenida en algún tipo de
"mente" inmaterial que la contiene está extendiéndose entre la
comunidad científica.
Hay tres hechos probados que avalan esa
hiótesis: que los hologramas existen, que toda descripción matemática en D
dimensiones tiene un correlato matemático en D-1 dimensiones y la constatación
de que el cerebro almacena la información que contiene en forma holográfica.
Lo primero es un hecho conocido, sabemos
como producir y reproducir figuras holográficas y contamos con impresoras 3D
que funcionan en base a información plana e incluso lineal, contenida en la
memoria de un ordenador. Lo segundo no tiene ningún secreto, pues se demuestra
matemáticamente la correspondencia entre las dos formulaciones, correlación que
permite la resolución de problemas de gran dificultad en D que pueden ser más
fácilmente resueltos en D-1 y el hecho de que la información contenida en un
agujero negro se encuentra proyectada sobre la superficie de su horizonte de
sucesos avala la biyección y analogía estructural entre los elementos de D con
los de D-1. Lo tercero parece estar demostrado por una serie de experimentos
médicos en pacientes cuyo cerebro es observado, ya sea mediante escaners,
resonancias, encefalogramas o en operaciones con el cráneo abierto. Por
ejemplo, la constatación que una intervención quirúrgica que amputa parte del
cerebro no elimina la información que parecía estar localizada en la zona
amputada aunque se dañe.
Las discrepancias de opinión se producen
entre quienes consideran que toda la realidad es proyectada por una única
mente, externa al universo, que proyecta un único holograma o si cada cerebro
proyecta su propio holograma, creando cada individuo la realidad en la que
vive. La prueba que aportan quienes soportan la segunda alternativa es la
constatación en que las diferentes personas que observan un mismo hecho tienen
diferentes versiones, siendo los cerebros los receptores y repetidores de la
información holográfica. Esta hipótesis no es plausible, pues no habría
universo antes de aparecer el hombre, pero puede tener algo de verdad sobre la
posibilidad de los cerebros de intervenir en el proceso de transmisión
holográfica.
Una tercera opción es que, siendo una
única fuente trascendente la que proyecta toda la realidad, incluidos los
cuerpos de cada uno de nosotros, cada cerebro va confeccionando un holograma
personal mediante las experiencias que va acumulando en su vida, holograma que
interfiere con las percepciones que el cerebro recibe, modulándolas. E,
incluso, se podría conceder que cada cerebro pueda tener una cierta capacidad
de proyección de sus contenidos. Lo que justificaría el efecto físico de
determinadas creencias mentales, como la eficacia de los placebos o la
visualización por otras personas de determinados fenómenos parasicológicos. El
requisito para lograrlo sería la creencia. La fe mueve montañas.
Asumo que, como observadores, la
información que manejamos sea holográfica, pero, de serlo, la proyección no se
trataría de una mera imagen, dado que manipulamos la realidad. El bocadillo de
jamón real cuyo holograma percibimos es lo que nos comemos y no parece que sea
el holograma de una imagen virtual sin contenido, pues entra dentro de nuestra
esfera de observación, formando parte de la realidad de la que, también
nosotros, formamos parte, constituyendo una realidad que nos es palpable. La
razón sería que no estamos contemplando un holograma evanescente, sino que
formamos parte de un holograma materializado. La materia es información
codificada en partículas materiales.
¿De qué sirve la información si no se
procesa e interpreta?
La información es dinámica,
reconfigurándose la información existente con la nueva información que se va
aportando y la información disponible informa, al interpretarse, tanto sobre lo
dado como sobre lo posible y realizable a partir de lo dado. Si combinamos el
principio holográfico con la teoría general de la relatividad y la mecánica
cuántica, podemos describir, paso a paso, el proceso de la generación cósmica.
Si partimos de un voxel de
información, sabemos que la información que contiene el espacio es proporcional
a la densidad de energía, por tanto, la cantidad de información es proporcional
a la energía por unidad de volumen. Por el principio holográfico, sabemos que
esa información se proyecta en píxels sobre la superficie que
rodea al voxel o, recíprocamente, la información
tridimensional es una proyección en los voxels de la contenida
en los pixels periféricos. Como la energía es trabajo en
potencia, la energía equivale a una fuerza por una longitud, luego si dividimos
la energía contenida en un volumen, medida en unidades de fuerza por longitud,
entre el volumen ocupado, tendríamos que la información de cada píxel se
traduce en una fuerza por superficie. Es decir, una presión perpendicular a la
superficie que lo rodea. Dicha tensión deformará la superficie afectada en
proporción a la densidad de la información superficial en que se traduce la
información contenida en su volumen.
La deformación de la superficie, la
podemos medir por su métrica, es decir por los g sub mu, nu de
los tensores métricos que aparecen a la izquierda de la
educación de Einstein sobre la gravedad. Al modificarse ese tensor por la
acción de la presión de los pixels, se altera el tensor de
momento (T sub mu, nu) que aparece a la derecha de la ecuación
de Einstein, lo cual hace, como el propio Einstein indica, que las partículas
de energía en contacto con esa superficie se alteren y desplacen por la
deformación del espacio-tiempo, a la vez que debieran crearse ondas
gravitacionales, al transmitirse esas perturbaciones a otras regiones. Al
desplazarse o excitarse esas partículas, se modifica el contenido energético de
los Hodones (unidades espacio-temporales) en los que se ubican, con lo que se
altera su contenido de información y con él el valor de los
correspondientes voxels. Los nuevos conenidos de los voxels se
proyectan en la superficie de los Hodones que ocupan, creando los
correspondientes pixels, cerrando así el ciclo dinámico del proceso
interactivo entre voxels y pixels, mediante
las sucesivas deformaciones del espacio-tiempo y desplazamientos de la
materia-energía.
El profesor Rafael Bousso, del Berkeley
Lab, analizando el contenido de información en el universo, en base al
conocimiento que se va obteniendo sobre los agujeros negros, fue el primero que
llegó a la conclusión de que toda la información sobre la materia-energía
contenida en un volumen dado del universo, está contenida, como venimos
diciendo, en la superficie de dicho volumen. Adicionalmente, consideró que la
cantidad de energía necesaria para codificar esa información aumenta con la
resolución, es decir, que al disminuir el tamaño de cada bit de
información, la densidad de energía es mayor; por lo que, por un lado, ha de
haber un límite a la máxima densidad de materia-energía dentro de un volumen
dado del universo y, por otro, al mínimo tamaño de los fragmentos que
configuran el espacio-tiempo ha de tener un límite, ya que han de disponer de
una superficie mínima que los rodee para contener la información sobre su
contenido, con lo que el espacio-tiempo no puede ser continuo, ya que la
energía necesaria para ello sería infinita. El que exista un máximo de densidad
es lo que impide que los agujeros negros colapsen al tamaño de una canica,
manteniendo un horizonte de sucesos, cuyo radio es proporcional a la masa
contenida en el interior; cuando, en teoría, la fuerza de la gravedad,
proporcional a la masa, debiera constreñir ese horizonte hasta su práctica
anulación, dado que la fuerza gravitatoria aumentaría de darse una progresiva reducción
de la distancia. No se puede colapsar porque la presión superficial sobre los
pixels contrarresta la acción de la gravedad
Por muy coherente que resulte, ninguna
teoría puede considerarse científica sin confirmación empírica. En enero de
2012, el equipo del detector de ondas gravitacionales GEO600 captó un sonido
que no podían interpretar. El profesor Craig Hogan, de Betavia, Illinois, les
informó de que había previsto ese fenómeno y calculado sus características. La
señal captada sería el eco de la vibración cuántica de los límites de la
realidad, donde el espacio tiempo se fragmenta en mínimos elementos discretos.
Como consecuencia, el universo podría tratarse de un holograma. De ser así, los
seres humanos no estaríamos observando un universo que es la imagen holográfica
de una proyección tridimensional de una información bidimensional original,
sino que seríamos parte de ese holograma cósmico, elaborado por la proyección
de la información que lo constituye desde una superficie plana externa al universo
y que lo rodearía. El problema, ahora, está en confirmar la existencia de las
ondas gravitacionales.
La situación era análoga a la que se había
producido décadas antes, cuando, tras idear Karl Janusky la posibilidad de
utilizar las ondas de radio para observar el universo al margen de las señales
luminosas, Arno Penzias y Bob Wilson construyeron la primera antena para captar
señales de radio procedentes del espacio, detectando un persistente ruido de
fondo que se captaba de todas las direcciones, apuntando la antena a donde se
apuntase, se oía ese mismo ruido de fondo, que atribuyeron al guano de las
palomas depositado sobre las paredes de la antena. Bernard Burke informó a
Penzias, a quien conoció en un vuelo de avión, que George Gamow, Ralph Alpher y Robert Hermann habían predicho el
eco del Big Bang y estaban buscando la forma de detectar la radiación residual
del origen del universo. Concluyendo que la antena de radio-ondas de Arno y Bob
estaba captando los ecos del inicio del universo. Coincidiendo las medidas
observadas por unos con lo previsto por los cálculos de los otros. Cuando se
pudo afinar la resolución y detectar mínimas diferencias locales, se pudo elaborar
la coloreada imagen de la radiación de fondo que hoy conocemos.
La noticia de ayer, 13 de enero de 2016,
fue que el físico Lawrence M.
Krauss anunció que en el interferómetro del observatorio
LIGO Pasadena, California, USA habían detectado ondas gravitacionales.
La imagen optenida de las ondas
gravitacionales, al ser realizada mediante la interferencia de dos rayos laser,
es un holograma.
Algún día puede que veamos la imagen de la
estructura y textura del espacio-tiempo o el eco de su fragmentación.
Ahora, la cuestión pendiente es la de
dilucidar es si la información original que genera el universo se encuentra en
una enorme superficie periférica que rodea el universo, cuyo origen y causa
habría que investigar, o en un punto central, trascendente al universo
espacio-temporal, que sería adimensional y eterno.
https://www.youtube.com/watch?v=GHgi6E1ECgo
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ResponderEliminarMuy interesante pero extremadamente complejo!
Tomás