Ante un análisis objetivo, las medidas propuestas por el Gobierno Español para compensar el previsible deterioro de las cuentas de las pensiones, consecuencia del envejecimiento de la población, resultan acertadas. En primer lugar, la nueva realidad de la sanidad pública nos presenta significativos retrasos en la edad de fallecimiento de la población y, simultáneamente, la notable mejora de la salud mental y física a edades en las que hace unas décadas la decrepitud impedía el desarrollo de un trabajo con eficacia. Si antes se era claramente anciano a los 65 años, hoy encontramos personas de 70 y más años en muy buen estado de salud y válidas para desempeñar un trabajo adecuado a su capacidad. Jubilar prematuramente a personas cualificadas y hábiles no es perder mano de obra útil, sino capital humano valioso, ya que, a partir de cierta edad, la experiencia es el mayor activo. Marginar personas de calidad y altamente cualificadas es desdeñar el valor de la principal riqueza de un pueblo: su gente útil con mayor formación y experiencia.
Por otra parte, las cuentas hablan por si mismas, es evidente que la creciente desproporción entre el número de trabajadores activos y la población pasiva por jubilación no es sostenible, es preciso tomar medidas preventivas que mejoren esa pauta. Retrasar la edad de jubilación es una de ellas, no es la única, también ayudarían unas medidas acertadas de fomento de la natalidad, por ejemplo, o una política racional y selectiva de inmigraciones; pero nadie puede negar que va en la buena dirección, dado que ataca directamente al problema.
Lo lamentable es que se critiquen por sistema todas las medidas del gobierno. Si una medida es acertada, aunque sea impopular, hay que apoyarla. No hacerlo es fomentar el populismo, aplaudir la demagogia. Tomar una medida impopular porque es conveniente es una muestra de valentía política. Criticar las medidas acertadas del gobierno debilita la fuerza de la crítica de sus desaciertos. El presidente Obama decia el pasado 19 de febrero en su discurso de las Vegas: “Tomamos decisiones porque pensamos que son acertadas, no las tomamos por que pensemos que son populares”. Y se llevó una cerrada ovación. Las decisiones no son buenas o malas en función de quien las toma, ni de si son o no populares, sino en función de su calidad y eficacia para resolver los problemas que pretenden solucionar.
En el caso de retrasar la edad de jubilación, muy posiblemente haya que dejar cierta flexibilidad para atender casos concretos, como permitir jubilaciones anticipadas voluntarias, horarios flexibles y facilitar también retrasos voluntarios de la jubilación, con los cargos y compensaciones económicas adecuadas y pudiendo cobrar jubilación y sueldo durante un periodo.
Cuando el Gobierno acierta, solo cabe aplaudir, incluso si son decisiones que personalmente no nos agraden. Todo lo que es bueno para el país termina siendo bueno para todos nosotros, incluso si a primera vista no lo parece. No olvidemos tampoco que también lo contrario es cierto y habrá que criticar los errores, aunque sean del Gobierno
martes, 23 de febrero de 2010
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