Todos somos Manuela
Malasaña
Utilizar a la Policía Nacional como ejército de ocupación en
su propio país es muestra de la ignorancia histórica de quien pudo imaginar
semejante despropósito y dar tan desafortunadas órdenes. Actuar, quien está al
servicio del pueblo, como si fuese el Mariscal Murat, es señal del
desconocimiento histórico y de las pocas luces de quien así actúa o de sus
preocupantes intenciones.
Pretender intimidar a los españoles con un espectacular y
desproporcionado despliegue de fuerzas, porque desde una ventana suena el Himno
Nacional, es desconocer al pueblo español, y muy especialmente, al pueblo de
Madrid. Un pueblo capaz de alzarse, sin armas, a pecho descubierto, contra el ejército
napoleónico, es decir, contra el ejército más poderoso de su tiempo. La famosa
cacerolada de Núñez de Balboa, como los testimonios de numerosos vecinos
confirman, no fue planificada, fue provocada por la desproporcionada e
inadecuada intervención de la policía, tomando la calle e irrumpiendo en
viviendas.
Es más probable, que los actos de reprimir libertades reprimiendo
ilegalmente al pueblo, controlando sus opiniones, censurando sus críticas, pidiendo
identificarse a los peatones, incautando banderas nacionales e irrumpiendo en
las viviendas de los vecinos, tengan como objetivo desacreditar a los Cuerpos
de Seguridad del Estado ante los ojos de los ciudadanos; cuerpos de seguridad que
no son del Gobierno, que es un mero administrador de los recursos públicos que
financiamos los contribuyentes. Desacreditar a esas fuerzas de seguridad,
contra las que un conocido Vicepresidente de segunda ha dicho en pública arenga
que “el pueblo tenía que aprender a hacer cócteles Molotov para defenderse de
la policía”, no debe extrañar que esa persona tenga como un objetivo el
descrédito policial, dado que parece ver en esas unidades un impedimento para
sus proyectos y cuya intención posiblemente sea, como hizo Maduro, crear
milicias populares al servicio de un partido único, al modo de las Sturmabteilung o SA hitlerinas.
Esperemos que el buen sentido de los mandos de la Policía Nacional y Guardia
Civil no se dejen engañar por quienes son sus auténticos enemigos.
Recordemos que el Estado surge como acuerdo entre los
ciudadanos y el Estado por el que los primeros renuncian al uso de la fuerza, cediéndola
en monopolio al Estado, para que éste proteja la seguridad de todos, no para
que la utilice arbitrariamente en defensa de sus intereses personales o de
casta.
¿Qué tendría en la cabeza el Señor Iglesias cuando, sin relación
con lo debatido, pregunta amenazante si se pretende insubordinar a la Guardia
Civil? Cabe pensar que le ha traicionado el subconsciente y en su cabeza lo que
bullía en ese momento era la idea de cómo lograr subordinar a la Benemérita
para que no se interponga en su proyecto, publica y reiteradamente manifiesto,
de derrocar a la Monarquía e instaurar una (o cinco) República(s) Bananera(s) Bolivariana(s) Marxista(s) en España.
No sé en que terminará todo esto. Esperemos que para que
dimita el Presidente no haya que esperar a otra masacre como la de Casas
Viejas, pues a caceroladas no se va a ir quien cuyo único objetivo es seguir
donde está por todos los medios, caiga quien caiga y sin importar el número de
los caídos, más de 40.000 a día de hoy. Espero y deseo que al final veamos
salir corriendo a los miembros del actual des-gobierno antes de que terminen de
arruinar al país. Estemos atentos cuando lo hagan para asegurar que no esté en
sus manos la llave de la Cámara del Banco de España.
Y hablando de ruina, como dijo David Hume sobre las
consecuencias del endeudamiento descontrolado de los países, “…o bien la nación destruye la deuda
pública, o bien la deuda pública destruye a la nación. Las dos no pueden
coexistir”. La deuda desmedida lleva a tener que aceptar la intervención de
los acreedores. Cuando en 1878, Egipto no pudo pagar su deuda, los principales
acreedores, Francia y Gran Bretaña, intervinieron la Hacienda Pública Egipcia y
el interventor Inglés, Sir Evelyn Baring, terminó siendo nombrado Cónsul
General, de hecho, como gobernador de
Egipto. Los ingleses se quedaron con las acciones egipcias del Canal y en 1882
ocuparon el país.
No es pensable que nuestro principal acreedor, la Unión
Europea, vaya a invadirnos, ni que tenga intención de intervenir, al menos de
momento, la Hacienda Pública; pero no podemos esperar que nos rescaten de la
inminente ruina sin condiciones ni supervisión del gasto y de la gestión económica.
La nefasta gestión y la fama de derrochadores no es el mejor aval de la
solvencia del actual Gobierno. Las públicas manifestaciones de ignorancia de
los principios económicos asustan. Da pena oír al Vicepresidente segundo amenazar
con impuestos confiscatorios al capital y defender que para el rescate de la
economía basta con estimular el consumo regalando dinero. Ignora que Keynes nos
enseño que la demanda tiene cuatro componentes: el consumo, la inversión, el
estimulo gubernamental (de ahorro fiscal y aumento del gasto público) y la
balanza exterior (fomentando la exportación frente a la importación). El consumo
sin oferta produce inflación y desabastecimiento. Véanse las colas de Venezuela
y los estantes vacíos de sus mercados, junto a la devaluación del bolívar. Para
que haya desarrollo hay que potenciar fundamentalmente la inversión, pública y
privada. Hay que generar puestos de trabajo y hay que trabajar.
La ignorancia de algunos de nuestros gobernantes, manifestada
públicamente, no se limita al desconocimiento de Keynes, tampoco parece que
quien presume de eminente profesor y va dando lecciones de exhibición personal,
entiendan mucho de Newton o de Kant, aunque presuman públicamente de dominar
sus teorías. Si algún día me tropiezo con el señor Iglesias, me encantaría poder
preguntarle qué altura tenía el manzano desde el que Newton vio caer la “manzana relativista” y cómo aplicaría él el
imperativo categórico al aborto.
Su
gran logro económico ha sido la reducción del número de pensiones a pagar. Lo
que no está del todo claro es si la eliminación de pensionistas ha sido fruto
de la pésima gestión como ministro responsable de asistencia social o si el
dejar sin atención médica a los internados en geriátricos y sedarlos con
morfina fue producto de un plan consciente, concebido por quien estaba deseoso
de “retirar el derecho al voto de los viejos”, a sabiendas de que los mayores,
en su sabiduría acumulada en la experiencia de toda una vida, no votaban
programas políticos que históricamente habían probado reiteradamente ser causa
de ruina y millones de muertes.
¿Qué futuro nos espera? Las desafortunadas declaraciones del Vicepresidente
segundo sobre nacionalizaciones e impuestos y sus soflamas por un cambio de
régimen, con sus ataques a la Monarquía y a la Constitución, con sus vehementes
alabanzas al comunismo Bolivariano, parecen orientadas a fomentar la fuga de
capitales y espantar la inversión externa. Luego vendrá lo de sustituir a los
gestores de empresas por políticos que añoran las “tarjetas black” y los
sillones en rentables consejos de administración de empresas desde donde llevar
a la quiebra la economía de libre mercado. Después, como ocurrió en
Venezuela, se irán los técnicos o los
irán echando por desafectos al régimen, poniendo la gestión en manos de comisarios
políticos incapaces de mantener operativas las instalaciones industriales y las
infraestructuras. ¿Nos quedaremos, como en Venezuela hoy, sin bienes, sin alimentos,
sin agua, sin luz, sin combustible? O ponemos al frente del país a personas
competentes cuanto antes, o terminaremos arruinados, hambrientos, sedientos, a
oscuras y paralizados, sin otra esperanza que la de ser invadidos por alguna
potencia extranjera que nos salve de nosotros mismos. Afortunadamente, como
decía Ortega “si el problema es España, Europa es la solución”.
Notas:
1. Mal pudo deducir Newton, ni nadie, la
teoría de la relatividad de la caída de una manzana sobre su cabeza. La altura mínima
del manzano para que una manzana en caída libre, con velocidad inicial cero, alcanzase
la velocidad de la luz al tocar el suelo, tendría que superar los 354.055 km con
49 m y el impacto mataría al impactado.
2.
El
imperativo categórico generaliza la acción para deducir de las consecuencias de
ello la moralidad de esa acción. Si nos preguntamos qué ocurriría si todas las
embarazadas abortasen, la respuesta es que la humanidad desaparecería. Luego el aborto no es sólo inmoral sino un crimen
contra la humanidad. Espero que el señor Iglesias tome nota de la sabiduría
de su admirado Kant.