La meditación trascendental es un
práctica milenaria con la que la humanidad ha venido experimentando en todas
las latitudes del planeta. El yoga mental de la tradición védica, la meditación
budista, la relajación Zen, la MT, la oración mental, la mística... bajo
diferentes nombres se ha buscado la experiencia mental de lo infinito con
diferentes niveles de éxito. En el fondo, es un ejercicio espiritual cuyos
frutos deben catalogarse dentro de la fenomenología religiosa en la búsqueda de
lo divino y de la psicología profunda que trata de expandir la conciencia en
busca de la llamada conciencia cósmica. La imposibilidad de compartir lo
experimentado con otras personas y la dificultad de describirlo obstaculiza la
divulgación de la práctica y retrae a quienes se ejercitan en ella de comentar
sus experiencias. Testimonios como los de Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz no son frecuentes.
En la actualidad, la posibilidad
que ofrece la neurociencia, la existencia de tecnología que permite explorar la
actividad cerebral con métodos no invasivos, como el escáner, la resonancia
magnética o el encefalograma, ha permitido observar lo que ocurre en los
cerebros de personas durante la meditación y el trance, lo que ha proporcionado
datos objetivos y recurrentes sobre lo que pasa en el cerebro durante lo que
genéricamente se ha venido llamando últimamente meditación trascendental.
Junto con una práctica de la
meditación trascendental asidua y prolongada, para acceder a los más altos
niveles de éxtasis, todas las tradiciones aconsejan una vida ascética y
virtuosa. Los ejercicios ascéticos de Buda en la jungla rayaron con el
masoquismo y Jesús se retiró al desierto a ayunar durante cuarenta días. Al
margen de un aconsejable nivel de disciplina ascética que fortalezca la
voluntad y el autodominio, la técnica de la meditación es sencilla, requiere
concentración, constancia y paciencia; bastaría con adoptar un postura cómoda y
estable en un ambiente tranquilo y sin interrupciones, cerrar los ojos y vaciar
la mente de pensamientos e imágenes, profundizando poco a poco en una
representación de la nada, mediante un vaciamiento interior. En paralelo con el
control mental, se produce y fomenta una progresiva relajación muscular con un
descenso de los ritmos cardiacos y respiratorios, logrando una respiración
relajada y progresivamente más lenta y profunda hasta alcanzar una cadencia muy
pausada. En el proceso hay que evitar tanto dormirse como quedarse entretenido
por pensamientos que, como indica San Juan de la Cruz en su Subida al Monte
Carmelo, desviarían del camino recto.
John Hagetin, catedrático de
física, encuentra una correspondencia entre los niveles de la realidad que la
física moderna ha ido sacando a la luz sobre la constitución de la materia, con
los niveles de los estados mentales a conseguir durante la meditación trascendental.
Si la realidad se muestra en capas de mayor detalle a menores escalas que van
desde lo macroscópico newtoniano, pasando por
lo molecular, lo atómico, el mundo quántico de las partículas
elementales hasta llegar a los campos cuánticos y terminar en la mecánica
cuántica de campo yuxtapuesta al campo espacio-temporal de las ondas
gravitacionales para formar un único campo unificado, en la que toda la
realidad física es un único conjunto de oscilaciones de información. El
profesor Hagetin considera que la meditación tiene por objetivo descender
mentalmente desde las imágenes cotidianas de la realidad microscópica hasta que
la mente logre sintonizar con el campo unificado en el que toda la realidad
queda incorporada en una única realidad pulsante e informe de la que formamos
parte, hasta sentirse a uno mismo como un conjunto de ondas oscilantes que
forman parte de un universo unificado de ondas.
Siguiendo esa línea de
pensamiento y asumiendo la teoría de que el mundo es un holograma proyectado
desde una fuente trascendente, situada fuera del espacio-tiempo, lo que
equivale a decir desde una eternidad adimensional en la que está contenida toda
la información necesaria y la sabiduría y poder proyectarla sobre el
espacio-tiempo para hacer de ella una realidad física; se puede pensar que el
objetivo último de la meditación trascendental no sea el campo unificado sino
contemplar la fuente original y creadora que lo proyecta, situada en la eternidad.
Un proceso por el que la atención abandona las sensaciones para centrarse en la
contemplación de la unidad cósmica que incluye al propio yo del iluminado en
comunión con el todo en el seno de lo divino inmutable y eterno. Lo cual
estaría en línea con la vivencia espiritual manifestada por los grandes
místicos a lo largo de la historia.
Considerar el campo cuántico
unificado proporciona una imagen abstracta del todo que facilita un nivel de
meditación profundo. Buscar la contemplación de un todo trascendente en el que
nos sentimos incorporados y del que nos sabemos parte, con aptitud reverente
ante lo sagrado, es un reto que aspira a niveles de meditación insuperables.
Probemos, un lugar tranquilo, una postura cómoda yestable, cerrar los ojos, relajarse, pensar en nada...
Conferencia de John Hagetin con traducción simultanea
bit.ly/1Rg9eog
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Tertulia sobre MT en
español
bit.ly/1K6fpnn
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