Seminario Economía y Valores
Soluciones a la crisis desde los valores
cristianos, 9
mayo 2013
¿Cómo afrontar los principales desafíos económicos
actuales?
Por Carlos del Ama
Miembro
de AEDOS
Al leer las encíclicas de contenido económico de los últimos papas, me
llama la atención la reiterada llamada de los Pontífices a complementar la
economía del intercambio con una economía del don. Mi inquietud me llevó a
reflexionar sobre los contenidos, formas y destinatarios de esos dones, llegando
a la conclusión, bajo la sombra de la crisis, que el principal don es
proporcionar medios de supervivencia a quienes carecen de ellos y, en lo
posible, en forma de oportunidades de trabajo.
Tras
la caída del Muro de Berlín, a
nadie le puede quedar duda de la superioridad de la economía
de mercado como la mejor alternativa hoy conocida para producir y distribuir
bienes económicos. No
obstante, el libre mercado no resuelve el problema de quienes no tienen nada
que aportar al mercado. Los sociólogos se quejan de que
su ciencia padece la imposibilidad de poder realizar experimentos científicos,
dado que se distorsionaría la realidad a estudiar, debiendo conformarse con
observar la realidad social sin intervenir. Sin embargo, el mayor de los
experimentos científicos realizados en lo que la humanidad tiene de historia ha
sido sociológico. Hemos dividido el mundo en dos, estableciendo en todo un
continente, América del Norte (EE.UU.-Canadá), el sistema de libre mercado,
mientras que en otro (China-Rusia) se implantaba la economía planificada, con
una isla socialista en América: Cuba, y otra isla de libre comercio en Asia:
Formosa, que sirvieron de muestras de contraste. El continente europeo se dividió,
a su vez, en dos con el mismo propósito y en dos se dividieron algunos países:
Alemania, Vietnam, Yemen y Corea; llegándose incluso a dividir en dos la ciudad
de Berlín. A Austria se la dejó elegir,
y en una serie de países del tercer mundo, como en Chile, Guatemala, Camboya....
se fueron alternando los dos sistemas. Durante medio siglo se ha esperado a ver
las consecuencias y, tras esas dos generaciones de conejillos de indias, no ha
quedado la más mínima duda de que los teóricos de la Escuela de Viena tenían
razón al asegurar que no es posible que una economía planificada funcione
eficazmente. Al ser los austriacos los únicos europeos que pudieron elegir
entre los dos sistemas, se pusieron seriamente a considerar ambas alternativas,
encontrando que:
·
Es imposible que el planificador
central tenga y pueda procesar toda la información necesaria para dirigir con
eficacia la economía de un país.
·
La planificación exige renunciar
a la libertad personal.
·
La planificación desmotiva la
iniciativa y baja la productividad.
·
Con la centralización económica,
se pierde la importantísima información que los precios proporcionan sobre lo
que hace falta en el mercado y lo que se está produciendo en exceso
·
Además, se desincentiva la
innovación.[1]
·
La falta de discriminación de la
demanda por precios hace que se produzcan colas.
Viviendo
en Berlín y cruzando el muro todos los fines de semana para llevar medicinas
que escaseaban al otro lado, pude experimentar personalmente la diferencia
entre los dos sistemas: Abismal, la gente se dejaba matar por cruzar a
Occidente. La imposibilidad de conocer los deseos de todos en un solo punto,
hace inviable la opción de un planificador central único, como se demostró en
la práctica con la experiencia soviética, recordemos que Stalin, absolutamente contrariado de ver fallar sus
planes quinquenales una y otra vez, mando fusilar a Bujarin. Con la planificación centralizada se disparan la burocracia y la
ineficiencia, tal y como lo demostró la Escuela de Viena (von Mieses, Hayek,
Kirzner,...) anticipando que ocurriría lo que ocurrió. Además, la concentración
de poder económico propicia el desarrollo de situaciones de dominio, el abuso
de poder, el nepotismo y la
corrupción. La planificación centralizada solo es una opción
válida en comunidades pequeñas y altamente solidarias, como las familias y las
comunidades religiosas.
Asumiendo
que la economía de libre mercado es el mejor sistema económico conocido para
gestionar los recursos disponibles y generar prosperidad, a la par que se
garantiza la libertad individual, hay que reconocer que el sistema tiene un grave
problema: ¿qué hacer con quienes no tienen nada que aportar al mercado? Los
enfermos, los ancianos, los discapacitados, los incompetentes. La solución la
encontramos en el ejercicio de la economía del don. ¿Qué don? En primer lugar,
ver la forma de dotar de capacidad para sentirse útiles y valoradas, a esas
personas con dificultades para trabajar, dotándolas de medios y capacitándolas
para desarrollar una actividad con la que puedan sentirse orgullosas y por la
que puedan ser debidamente remuneradas. Proporcionándoles puestos de trabajo idóneos
a sus habilidades, pero dejándoles libertad para que puedan elegir
alternativas. Un inmovilizado en una silla de ruedas puede ser un excelente
operador en un “call center” o ministro de hacienda de Alemania. Para quienes
esa vía no sea posible por su incapacidad extrema, el don consistirá en
proporcionarles los recursos para que puedan satisfacer sus necesidades con
dignidad sin tener que trabajar. En una situación como la actual, donde la
crisis niega un puesto de trabajo incluso a personas de alta cualificación, el
mejor don es buscar los medios para salir de la crisis cuanto antes.
Medidas para salir de la crisis
Lo
primero que necesitamos es hacer un diagnóstico correcto de la situación. Cuando
Ortega analizó la situación de la España de su tiempo,
diagnosticó que había una falta de posibles,
de opciones, de oportunidades. Cuando
Cicerón analizó la Roma de su época, sintetizó su diagnostico en dos frases:
“Cuncta fessa” y “Exitum non reperiebat” Es decir: Cuncta fessa: Todos
están hastiados, hartos, no aguantaban mas. El motivo era que Exitum non
reperiebat, es decir: no se veía la forma de salir, no tenían esperanza. En
la actual crisis, podemos reconocer que ambos diagnósticos son aplicables. En
el fondo, tenemos una crisis de creatividad. Tras el primer informe del Club de
Roma, alarmándonos sobre el agotamiento de los recursos del planeta, apareció
un segundo informe, más optimista, anunciando que había un recurso ilimitado:
la capacidad de innovación del ser humano. Tenemos que utilizar ese recurso. El
sistema económico que ha entrado en crisis era el motor de la economía que inventaron
los norteamericanos en la posguerra de la segunda guerra mundial, en
sustitución al anterior motor ferrocarril-colonización del Oeste-emigración
masiva. El motor hasta ahora vigente se basaba en la trilogía: automóvil-desarrollos
suburbanos-autopistas. Las autopistas facilitan que haya más automóviles, los
cuales permiten ir a vivir cada vez más lejos del centro urbano, lo que exige
que se hagan nuevas autopistas, que facilitan la compra de más automóviles. En
España, el modelo ha sido un éxito, la construcción, tanto de viviendas como de
obra civil, aparte de dar trabajo masivo a manos poco cualificadas, era el
medio de reconversión de una elevada mano de obra rural hacia la cada vez más
necesaría mano de obra industrial, proporcionando disciplina de horarios,
trabajar en coordinación con otros, seguir instrucciones detalladas en plazos
preestablecidos y disfrutar de remuneraciones fijas, pero hoy ese modelo se
está agotando.
Aunque al modelo todavía le queda algún recorrido y será ideal para
desarrollar a los países en vía de desarrollo; en Europa, es preciso
sustituirlo por otro nuevo. Podrían haber sido las tecnologías de la
información, pero éstas no están proporcionando un número suficiente de puestos
de trabajo y, además, no admiten personal sin cualificar. Habría que inventar
un nuevo motor económico, quizás por el camino de la automática y la robótica,
pero ese modelo eliminará más puestos de trabajo de los que podría
proporcionar. Una opción podría ser el desarrollo de la
educación-investigación-tecnología. España, con su clima privilegiado, debiera
promocionar que los grandes centros de investigación y las mejores universidades
se instalen en su territorio. Es más agradable investigar en, digamos, Granada,
con un gran número de días de sol, con posibilidad para esquiar en la sierra y
bañarse en las playas de la costa de Málaga, que hacerlo entre las nieves
suecas, las nieblas escocesas o los fríos del norte y centro de Alemania.
España se ha acreditado como la Florida de Europa, un país idóneo para turistas
y geriátricos, habría que hacer de
España la California de Europa. Mejor que instaurar un Las Vegas en Madrid,
sería instalar varios Silicon Valey por toda la península, siguiendo el modelo
de los polos de desarrollo.
En la nueva era que ahora se inicia, habría que lograr instaurar un nuevo
motor económico, o mejor varios motores, uno por sector que satisfaga, cada uno
de ellos, una necesidad masiva, como lo son la alimentación, la vivienda, la
salud, el vestido, el transporte, la seguridad, la energía, el conocimiento y el ocio. En un mundo
globalizado, cada sector debiera tener vocación planetaria, con un fuerte potencial
exportador, para lo que habría que cuidar tanto la calidad como la
competitividad, con una voluntad innovadora y un cuidado integral en la
concepción de los productos y servicios, desde el tablero de diseño a los
servicios postventa, en busca de la excelencia. Combinar arte con tecnología nos permitiría
optimizar los diseños. Adam Smith nos dejo claras las ventajas de la
descomposición de tareas y la especialización, por lo que habría que considerar
el posible “outsourcing” de las
empresas motoras que contribuiría a desarrollar una pléyade de empresas
auxiliares. Deberán mantenerse, a toda costa, el diseño, la marca y la
comercialización. Pero, sin ninguna duda, el principal motor del desarrollo económico es la innovación, cuyas fuentes son la creatividad y la investigación.
En paralelo, es preciso estimular sin demora la actividad global de la economía
actual. El alto nivel de deuda y, el todavía elevado, déficit fiscal descartan
el recurso Keynesiano al estimulo de la demanda por la vía de los gastos
gubernamentales, muy por el contrario, hay que seguir insistiendo en reducir
los gastos administrativos y hacer de la administración pública una labor
eficiente y eficaz, esforzándose por reducir el déficit y, en lo posible, ir
reduciendo la deuda, además de ser muy selectivos con las inversiones públicas.
Ello no quita que ciertas medidas fiscales de estímulo podrían ser
beneficiosas. Recordemos que la ley de Laffer, que en el fondo no es más que un
corolario del teorema de Bolzano, nos recuerda que todo aumento de un tipo
impositivo reduce la base sobre la que se aplica, al retraerse la actividad
como consecuencia del aumento del coste y, al contrario, una reducción de
impuestos estimularía la actividad y podría hacer que se recaudara más, por lo
que, en estos momentos, podría darse que algunas rebajas de impuestos, además
de estimular la actividad económica, podrían aumentar la recaudación fiscal, la
experiencia demuestra que con las últimas subidas de tipos en España, la
recaudación ha sido menor. El primer candidato a revisar si convendría reducir
sus tipos es el IVA, al menos en algunos sectores económicos, como, por
ejemplo, en vivienda nueva y automóviles, dos componentes del motor vigente de
la economía; pues mientras los otros impuestos constituyen costes acumulativos
que incrementan los costes y reducen la competitividad, el IVA es un factor que
directamente multiplica los precios, produciendo una automática retracción de
la demanda más la consiguiente inflación. También hay que entender que es más
eficaz como estímulo al consumo, y es más saludable económicamente, una
reducción del IVA que una batería de subvenciones al consumidor, aparte de
eliminar los procedimientos administrativos de las subvenciones.
La reducción de la deuda podría lograrse en parte mediante la privatización
de activos públicos, dedicando la liquidez que se obtenga de esas
desinversiones a amortizar deuda, con la consiguiente reducción de intereses
que contribuiría a la mejora del déficit. No faltan los candidatos a
privatizar: empresas del Sepi, otras empresas públicas nacionales, autonómicos
y municipales, edificios públicos, terrenos…incluso, ahora si, se podría vender
algo de las reservas de oro antes de que siga bajando el precio.
Es cierto que, como demostró Hayek y defiende la Presidente Merkel,
todo lo que se logre hacer por el lado de la oferta, reduciendo costes y
mejorando la competitividad, nos ayudará a salir de la crisis. La dificultad
de este camino es que debe ser recorrido por todos los agentes económicos:
empresas, instituciones y particulares, no siendo algo que pueda dejarse en
manos del Gobierno, el cual bastante tiene con aumentar la productividad del
Estado y sanear las cuentas públicas, sin descartar la imperiosa necesidad de
simplificar los procedimientos administrativos y ganar lo que Ludwig Erhard
llamó Der Papier Krieg (la guerra al
papeleo burocrático). La victoria sobre Der
Papier Krieg fue uno de los factores integrantes del Milagro Alemán.
Una medida aconsejable para mejorar la competitividad sería lanzar un plan
ambicioso de centrales nucleares seguras que rebajasen el coste de la energía. Francia
es un país poco productivo, con largas vacaciones, elevados salarios, jornadas
de pocas horas y muchas huelgas, pero resultan altamente competitivos gracias
al bajo precio de su energía, por tener un 75% de origen nuclear. Aquí, además
de atender las necesidades crecientes de energía, vamos a tener que sustituir las viejas
centrales nucleares y todos los generadores de carbón. Dado que una central
nuclear requiere unos cinco años para ser construida, habría que aprobar el
plan ya. Hoy, existen modelos de centrales nucleares seguras, e incluso
centrales que pueden ser subterráneas. Lo que es importante es formar a la
opinión pública y desterrar la falsa idea de que una central nuclear puede
producir una explosión nuclear. Las principales averías se han producido en el
sistema de refrigeración y los nuevos modelos están diseñados con sistemas de
refrigeración redundantes hasta cuatro veces (véase como ejemplo el reactor AP
1.000) e incluso con sistemas de refrigeración pasivos, en los que, aunque se
cortase la energía, la refrigeración se efectuaría por gravedad hasta
garantizar la parada total del reactor. Hay reactores que producen pocos
residuos y reactores que utilizan como combustible los residuos de otros
reactores. Evidentemente, mucho más riesgo tienen las más de 400 centrales en
funcionamiento que hay en el mundo que el que puedan tener las nuevas centrales
por construir. Desperdiciar las oportunidades que la energía nuclear ofrece hoy
por criterios que ni son técnicos ni económicos es un desatino.
Lo que indudablemente constituiría un estimulo recomendable y de efectos
inmediatos seria una inyección monetaria. Este tipo de medida no afectaría
negativamente ni a la deuda ni al déficit, es más, al aumentar las
disponibilidades líquidas, se facilitaría la amortización de deuda. Dado que,
en la actualidad, la velocidad de circulación es baja, la inflación está
controlada y las necesidades de liquidez son altas, el impacto en la inflación
no debiera ser muy alto, pero, en las circunstancias actuales, incluso una
inflación moderada podría ser hasta beneficiosa, dado que: El PIB nominal
aumentaría, con lo que el porcentaje de la deuda sobre el PIB disminuiría,
favoreciendo una reducción de la prima de riesgo y de los tipos efectivos. En
una situación de deuda elevada, tanto pública como privada, la inflación
facilitaría la amortización de deuda. Con la inflación, los salarios reales
disminuirían, facilitando la anhelada contratación de mano de obra. Otro
beneficio colateral del estímulo monetario sería que la bolsa subiría,
facilitando la financiación de las empresas cotizadas y mejorando la
rentabilidad de los inversores, con el consiguiente efecto que una mejora en la
percepción de la riqueza tendría como estimulo del gasto privado. Es cierto que
Robert E. Lucas, sucesor de Friedman en la Universidad de Chicago, calculó que
el impacto de las medidas monetarias es a corto plazo y se neutralizan a largo
plazo, pero lo que la economía española necesita en estos momentos es,
precisamente, un estimulo con resultados a corto plazo.
Con todo, los estímulos monetarios tienen un alto riesgo si no están muy
controlados. En primer lugar, tienen el riesgo de relajar los esfuerzos del
Ejecutivo por racionalizar la Administración. Todo plan de inyección monetaria
debiera hacerse con el compromiso expreso por parte de los gobiernos europeos
de seguir con las medidas de recorte del gasto administrativo y de continuar
con los recortes en los costes de gestión de los servicios públicos. Otro
riesgo es el de que la inflación se pueda disparar, lo cual exige que se
controle el aumento de la inflación en tasas muy moderadas y se eviten, además,
todo tipo de nuevas burbujas, seleccionando muy bien a quien y para qué se da
crédito. Otro riesgo es que tras un periodo de estímulos monetarios, cuando se
inicien los recortes, estos puedan producir un frenazo económico que neutralice
los beneficios de la fase expansiva e incluso llegasen a ser mayores los daños
que los beneficios previos. Lo cual impone que, tras la fase de expansión
monetaria, los recortes en las dosis de inyección monetaria sean progresivos e
incluso se de a conocer públicamente el plan de reducciones antes de
acometerlas, para evitar el otro gran riesgo: que se acometan proyectos poco
rentables o mal financiados que no serian rentables en la fase de desaceleración
o incluso que no se podrían llegar a terminar. Finalmente, la pérdida de
competitividad que una pequeña inflación genere podría ser compensada con la
adecuada devaluación en el tipo de cambio del euro.
Cuando, tras la guerra de la independencia, los EE.UU. se encontraron con una deuda insolvente de los estados miembros, la solución fue hacer una nueva constitución (la Declaración de Independencia era una constitución en si misma) de manera que el Estado Federal asumiese la deuda de los estados, asegurando con ello el pago de todos los bonos emitidos por los estados. No en vano, los principales tenedores de bonos eran miembros de la asamblea constituyente. Así se hizo, funcionó con éxito y debiéramos hacerlo nosotros ahora. Alguno puede pensar que la Unión Fiscal no se producirá porque eso perjudicaría a Alemania. De ser así, cosa que no tiene que suceder necesariamente, pues las sinergias de la unión podrían llegar a hacer que el tipo del eurobono incluso fuese mejor que el del bono alemán, pero caso de que Alemania saliese perjudicada con el cambio, no es más que un problema técnico de fácil solución. En el Anexo C del libro “Hacia un Nuevo orden Mundial”, publiqué una reflexión en la que, en base a un ejemplo de la teoría de juegos fácilmente generalizable, demostraba que:
Evidentemente, el principal escollo para lanzar un plan de expansión
monetaria en la Zona Euro
son los estatutos del Banco Central Europeo, cuyo énfasis se pone en el control
de la inflación, lo cual es razonable, dadas las experiencias de inflaciones
desastrosas generadas por abusar de las medidas monetarias, pero que en este
momento, y sin perder el control de la inflación, pero tolerando un pequeño
aumento saludable en los términos anteriormente expuestos, es de esperar que la
mayoría de los Estados Miembros de los Estados Miembros de la Unión Europea estarían de acuerdo en la conveniencia de un plan controlado, y por un plazo definido, de medidas de estímulo por parte del BCE.
Lo más eficaz y urgente, con resultados inmediatos, sería constituir la Unión Fiscal Europea y pasar a financiar la deuda pública con eurobonos. La ventaja de esta medidaes que tenemos antecedentes históricos que demuestran su eficacia.
Lo más eficaz y urgente, con resultados inmediatos, sería constituir la Unión Fiscal Europea y pasar a financiar la deuda pública con eurobonos. La ventaja de esta medidaes que tenemos antecedentes históricos que demuestran su eficacia.
Cuando, tras la guerra de la independencia, los EE.UU. se encontraron con una deuda insolvente de los estados miembros, la solución fue hacer una nueva constitución (la Declaración de Independencia era una constitución en si misma) de manera que el Estado Federal asumiese la deuda de los estados, asegurando con ello el pago de todos los bonos emitidos por los estados. No en vano, los principales tenedores de bonos eran miembros de la asamblea constituyente. Así se hizo, funcionó con éxito y debiéramos hacerlo nosotros ahora. Alguno puede pensar que la Unión Fiscal no se producirá porque eso perjudicaría a Alemania. De ser así, cosa que no tiene que suceder necesariamente, pues las sinergias de la unión podrían llegar a hacer que el tipo del eurobono incluso fuese mejor que el del bono alemán, pero caso de que Alemania saliese perjudicada con el cambio, no es más que un problema técnico de fácil solución. En el Anexo C del libro “Hacia un Nuevo orden Mundial”, publiqué una reflexión en la que, en base a un ejemplo de la teoría de juegos fácilmente generalizable, demostraba que:
1-
Si los jugadores buscan aisladamente maximizar su utilidad
personal, se produce un equilibrio tipo Adan Smith
2-
Si los jugadores cooperan entre si pueden alcanzar un
equilibrio más beneficioso tipo Nash
3-
Pero si los jugadores asumen que uno o varios de ellos
puedan alcanzar con la cooperación beneficios muy superiores a los del resto,
todos mejorarían si se reparten equitativamente el plus alcanzado.
Si recordamos la escena del bar en la película Una mente
maravillosa, vemos que si, en lugar de chicas, la película hubiese
presentado un ejemplo con tartas, se había visto la solución de que un estudiante
se hubiese quedado con la tarta más grande sin pelea, con la condición de haber
acordado previamente dar algunos trozos de ella a los compañeros que se
hubiesen quedado con las tartas más pequeñas. Quedarse en un equilibrio Nash
negociado, sin la posibilidad de efectuar transferencias compensatorias,
supone, como muestra la película, despreciar la tarta más grande, renuncianado
a que pueda ser alcanzando un equilibrio óptimo de solidaridad interesada. El
equilibrio de solidaridad interesada se logra cuando se está dispuesto
en la negociación a asumir transferencias entre los miembros, que compensen los
desequilibrios originados en el libre reparto de los beneficios de la colaboración. Una
restricción de la solidaridad interesada es que, para que sea realizable con
eficacia, han de ser pocos los miembros de la comunidad comunicativa que aspiran
a optimizar el bien común. Una población de cuarenta millones de habitantes
solo puede aspirar a alcanzar el equilibrio de Adam Smith, pues resulta
inviable una negociación conjunta entre tantos, pero los países de la Unión Europea son un
número lo suficientemente bajo que les permite aspirar a superar Nash y
alcanzar la solidaridad interesada en todos sus acuerdos, mediante fondos de
transferencia. En el caso que nos ocupa, se trata de acordar que si, por
ejemplo, con los eurobonos Alemania ha de pagar un 1% más que con el bono
alemán, pero otros países pueden reducir su prima de riesgo en tres puntos o
más, la solución es que esos países abonen a Alemania un 1,1% anual de su deuda
y todos salimos ganando.
Cada país P pagaría i.Da.Dp/(D-Da)
Siendo D la deuda total de la zona
euro, Da la deuda alemana, Dp la deuda del país P e i el tipo diferencial a
pagar como compensación negociada por la diferencia entre el tipo del eurobono
y el tipo del bono alemán.
Anexo C (del libro Hacia un Nuevo Orden Mundial)
Solidaridad interesada, ejemplo numérico
Pongamos un ejemplo numérico. Supongamos una
situación con dos actores, involucrados en un juego que no es de suma cero
(aumentar el número de actores se reduce a añadir dimensiones a la tabla de
utilidades o ganancias) y en el que son posibles tres estrategias por parte de
cada jugador. El actor A puede elegir entre las estrategias 1, 2 y 3, mientras
el actor B puede elegir entre a, b y c.
Asumamos que las matrices de sus respectivas
ganancias son:
Estrategias 1 2 3
a 42 52 55
Estrategias 1 2 3
Matriz de ganancias de A: Actor A
a 42 52 55
Actor B b 63 50 65
Matriz de ganancias de B: Actor A
a 51 47 32
Actor B b 45 30 42
c 40 48 28
Si el actor A aplica el teorema del mínimax
de von Niewmann, elegirá la estrategia 3, que le asegura la ganancia máxima entre
sus mínimas, es decir, buscaría asegurar una ganancia de: 55 como
mínimo, que es superior a los 42 que aseguraría como mínimo con la estrategia 1
y a los 50 que conseguiría obtener como mínimo con la estrategia 2. Es decir,
haga lo que haga el otro jugador, el jugador A se asegura una ganancia mínima
de 55, si elige como estrategia la 3.
Si el actor B sigue la misma estrategia,
elegirá la estrategia a, que le asegura obtener un mínimo de 32, por encima de 30 y de
28 que serían los mínimos que obtendría de seguir las estrategias b y c respectivamente, con
independencia de lo que A hiciese.
Hay una situación de equilibrio von Newmann
en la casilla superior derecha, al elegir A la estrategia 3, con lo que
obtendrá un beneficio de 55, y elegir B la estrategia a para obtener él mismo un beneficio
de 32. El beneficio total será de 87. Es la práctica de Adam
Smith, quien acertaba al afirmar que el comportamiento egoísta aseguraba el
beneficio esperado por los demás, pero lo que la mano invisible asegura
es un mínimo.
Si los actores A y B negocian,
intercambiándose información, hay otra situación de equilibrio que mejora los
beneficios de ambos. Pues si A actúa según la estrategia 2, en la seguridad de
que B va a actuar según c, cosa que B hará sin ninguna duda si sabe de antemano, porque así lo
han acordado, que A va a utilizar la 2, ambos salen ganando: A obtendrá 60
y B obtendrá 48. Hemos alcanzado un punto de equilibrio
negociado de tipo Nash, mediante la acción coordinada de los actores, con el
que la ganancia conjunta asciende a 108 y ambos actores mejoran
sus ganancias.
Pero hay una solución aún mejor, que es la de
utilizar fondos compensatorios o pagos de transferencia. Si A y B deciden
utilizar el primero la estrategia 1 siempre y cuando B utilice la estrategia c y simultáneamente A acuerda
transferirle a B un pago de 12. Tendremos que A habrá obtenido 75
y B 40, es decir, 8 menos que en el caso anterior, pero
tras la transferencia compensatoria de esos 12 (que corresponden a los fondos
estructurales o fondos de cohesión social), A se quedará con 63, cifra superior
a los 60 de antes y a los 55 iniciales; mientras que B terminará con
52, cantidad a la que no podía haber aspirado sin la colaboración de A, por mucho
que hubiese hecho. La ganancia conjunta asciende a 114.
Por supuesto, se pueden hacer las cosas mucho
peor, si se diese el caso de que B tuviese poder suficiente para controlar a A
y lo ejerciese, podría adoptar la estrategia a, imponiendo a A que utilice su
estrategia 1, con lo que B obtendría 51, su máximo aparente, según sus cuentas
(tabla de ganancias de B), mientras que A se tendría que conformar con 40. La
acción de dominio que ello supone llevará al actor dominado A a intentar romper
su colaboración con B, acción a la
que B se opondrá. Es el caso de la antigua Yugoslavia,
en la que Servia
dominaba política, económica y militarmente, utilizando ese poder en su favor.
Mejor que romper la unión entre los eslavos del sur, hubiera sido lograr una
democratización auténtica de la república, abandonado Servia la acción dominante
y adoptando todos una acción comunicativa que les hubiese permitido optimizar
la utilización conjunta de los recursos de la región en beneficio de todos. Otro
problema surgiría si, establecido el diálogo, este se plantease como una pugna
por convencer al otro de que adopte las medidas que resultarían más ventajosas
para nuestros propios intereses, sin plantearse ninguno de los actores
involucrados las necesidades de los otros, ni la búsqueda de una solución
óptima para el conjunto.
En tales condiciones, en nuestro ejemplo, el
actor B dedicaría sus esfuerzos a que A aplique su estrategia 1 para utilizar él
mismo la a y lograr obtener 51, sin importarle lo que ello pueda suponer para A,
es decir, pretendería convencer a A de que voluntariamente acepte la política
que B le impondría, de tener el poder para ejercer una acción de dominio sobre
A, aunque fuese un perjuicio para A; mientras que A luchará por aplicar esa
estrategia 1 que B le pide, pero siempre que B utilice su estrategia c, a fin de poder obtener 75, sin
preocuparle la situación de B, es la solución imperialista, en la que la
situación está dominada por un actor que impone sus deseos a los otros. Si no
cambian de actitud en su negociación, nunca podrán llegar a ningún acuerdo.
Generalizando en términos matemáticos:
Max aij + Max bij
mayor o igual a cualquier otra alternativa Max (aij + bij)
Un requisito para poder identificar el óptimo
es que cada parte conozca las
necesidades de los otros actores, y las asuma como propias, con la actitud de
buscar juntos el bien común; es decir, que se aplique el principio de Burke,
según el cual, cada negociador no debe limitarse a intentar imponer sus puntos
de vista, sino a buscar en equipo lo mejor para el conjunto. Para lograrlo con
eficacia es preciso que el número de actores no sea muy numeroso. Habria que reducir el número de "Comisionados" (lo de Comisarios es un término mas propio de una comisaria que de una comisión)