La banalización del mal
Anoche vi en televisión la
película Hannah Arendt y me hizo reflexionar sobre el tema de fondo: La
banalización del mal. De Hannah había leído y tengo en casa su libro “La condición
humana” y algún otro, pero desconocía el de “Eichmann en Jerusalén”. Siendo la
filosofía una tarea fundamentalmente de hombres, hay dos mujeres que recomiendo
no dejar de leer: Hannah Arendt y María Zambrano. Decía Julián Marías que la obligación
del filósofo es reflexionar sobre los temas de su tiempo, premisa sobre la que
justificaba sus críticas de cine. No es mi intención criticar la película
dirigida por Margarethe von Trotta e interpretada por Barbara
Sukowa, sino compartir contigo mis reflexiones sobre la banalidad del mal.
Lamentablemente, el mal siempre ha sido tema de todos los tiempos y, por tanto, tambien del nuestro y su erradicación
debiera ser objetivo de toda la humanidad en todo tiempo.
El pensamiento lógico es lineal,
secuencial, pero no debiera ser temáticamente cerrado. Considero que las
grandes áreas del pensamiento son cuatro: La verdad, la utilidad, la belleza y
el bien. Cada una de ellas tiene diferentes parcelas. Así, dentro del campo de
la utilidad están lo práctico, lo saludable, lo cómodo, lo económico, lo eficaz,
lo técnico, lo innovador, lo factible…Lo que hoy me planteo es que toda reflexión debiera
considerar las cuatro áreas, es decir, el pensamiento debiera ser integral, con
independencia del tema central que se considere. Por un momento me planteé la
posibilidad de cambiar el título de este artículo y llamarlo “El pensamiento
integral”, pero nos desviaría de la preocupación central. La naturaleza lineal del pensamiento lógico impide la consideración simultánea
de aspectos epistemológicos, pragmáticos, estéticos y éticos; pero la robótica
tiene resuelto el problema de verse obligada a procesar simultáneamente tres
tipos de información: la acción a realizar, la información sobre el entorno y
la información sobre la situación del robot. De manera, que si un brazo robótico
debe coger una tuerca de una bandeja de piezas diversas y colocarla en otro
bandeja, deberá tener un programa que le ordene coger una tuerca, auxiliado por
otro programa de reconocimiento visual que identifique lo que es una tuerca y
por un tercer programa que identifique la posición del brazo para que, con los
datos de los programas auxiliares, el programa ejecutor ordene cómo se ha de
mover el brazo para ir a coger la tuerca. Antiguamente, los tres programas eran
segmentos de un único programa, los nuevos robots tienen los tres programas
separados en procesadores paralelos que se comunican entre sí. El pensamiento
integral debiera tener en consideración todos los aspectos e ir inter-
realimentando unos procesos con otros, alterando las consideraciones estéticas con las prácticas, las éticas y las epistemológicas.
Cada vez que se ha enriquecido un
pensamiento temático con consideraciones de otras áreas de pensamiento, el
resultado ha sido muy satisfactorio. Por ejemplo, cuando al diseño práctico de equipos
y herramientas se añadieron consideraciones estéticas se tuvo como resultado el
diseño italiano, con revoluciones tales como que la línea blanca podría ser de
color y el éxito de Apple se forjó sobre la base de que los ordenadores, además de prácticos, debieran ser bonitos. El problema de nuestro tiempo es que el pensamiento, no solo se está
reduciendo al área de la utilidad, sino que se están anulando las
consideraciones éticas como si sus aportaciones fuesen restricciones indeseables
al logro de la utilidad, lo que nos está llevando a la banalización del mal y a la estigmatización de quienes señalan aspectos éticos.
Con esto entramos en el tema de
la presente reflexión: El mal se ha
banalizado. Como decía Hannah, se ha dejado de pensar sobre el mal, dejar
de pensar es deshumanizarse, dado que lo característico del ser humano es el pensamiento.
El mal banalizado queda marginado de sus consecuencias, del daño que causa, del
sufrimiento que produce, del dolor que acarrea. La mayoría de los males de
nuestro tiempo están banalizados. El hambre, la trata de blancas, el trafico de
estupefacientes, la industria armamentista, la pena de muerte, el aborto, la
guerra, la corrupción, los sembradores de cizaña política, el tráfico de órganos
humanos, la pornografía infantil…no serían comprensibles si sus autores hubiesen dedicado unos minutos a considerar las implicaciones éticas de sus actos y la degradación que su ejecución supone para ellos mismos. ¿Se puede dar una contradicción lógica mayor que intentar conciliar los
conceptos de madre con aborto? ¿Qué diferencia hay entre matar con gas a los judíos
de Eichmann y mandarlos incinerar que triturar un feto en el seno de su madre
e incinerarlo? ¿Qué diferencia entre el instrumento Eichmann y los sanitarios
abortistas? Los traficantes ilegales, los políticos corruptos, los abortistas…son
todos Eichmanns deshumanizados que no piensan ni cuestionan sus actos y se han acostumbrado a actuar sin pensar, han dejado de ser seres humanos para convertirse en instrumentos ciegos de su propio egoismo y sus más deleznables pasiones.
Urge desbanalizar el mal desde la escuela.
Nota. Ver también:
http://carlosdelama.blogspot.com.es/2012/12/el-problema-del-mal-unde-malum.html