Según el Diccionario de la Real
Academia, la felicidad es el estado de
ánimo que se complace en la posesión de un bien. Una segunda acepción
define a la felicidad como satisfacción,
gusto o contento.
Para Aristóteles, la felicidad la
debe conquistar el hombre mediante su acción personal (pragtón ágaton). Se trata de realizar acciones voluntarias
siguiendo los dictados de la prudencia en busca del justo medio, por lo que la
acción que lleva a la felicidad está relacionada con el ejercicio de la virtud.
Antes, Sócrates había dicho que el estado interior feliz era consecuencia del
ejercicio de la virtud (areté).
Para algunos romanos de la
antigüedad clásica, la felicidad era un estado interior del dichoso (felix) que vive en paz consigo mismo,
estado que consiste en la serenidad de ánimo (beatus). Dentro de esta línea, los escépticos consideraban que la
felicidad residía en la imperturbabilidad (ataráxia).
Para los cirenaicos la felicidad
consistía en el placer, planteamiento con el que estaban de acuerdo los epicúreos,
y no faltaron quienes creyeron que era feliz el afortunado, el poseedor de
bienes abundantes (olbios).
Personalmente considero que lo
que mejor define el sentimiento de felicidad es el sentido de plenitud, de satisfacción con lo que se es,
con lo que se hace y con lo que se tiene; de ahí que los ascetas y estoicos
recomienden reducir las aspiraciones de lo que se desea para facilitar el
alcance de la felicidad, centrándose en el ejercicio de la virtud. La felicidad
requiere, como condición, satisfacer las necesidades personales, por lo que
conocer nuestras necesidades reales nos marca pautas para alcanzar la felicidad.
Pirámide
de Maslow: jerarquía de necesidades
Dada la importancia de las
necesidades en el camino de la felicidad, al reflexionar sobre la felicidad
debemos tener en cuenta la pirámide de Mashlow, encontrando que la seguridad es
un requisito indesdeñable y que la autorrealización es una aspiración deseable
para alcanzar la plenitud; con la conveniencia, para poder ser felices, de contar
con afiliación y reconocimiento.
Todos aspiramos a la felicidad,
pero cada individuo tiene su propio concepto de lo que significa ser feliz para
él y, para lograrlo, necesita gestionar sus propias opciones, siendo múltiples
los caminos que pueden seguirse hacia la felicidad. Sin embargo, podemos
identificar un grupo de características sobre lo que representa la felicidad
para todos nosotros, conceptos que nos permiten elaborar un esquema teórico de
lo que determina el marco de la felicidad. Para empezar, dos parámetros afectan
la calidad y cantidad de alternativas que se nos ofrecen en cada momento para
perseguir la felicidad: el nivel de
autonomía que tenemos para gestionar nuestra vida y el factor temporal o perentoriedad de nuestras aspiraciones, siendo
diferente si personalmente primamos la
felicidad presente o preferimos la felicidad futura.
Para comprender los factores que
contribuyen a que nos sintamos felices, debemos diferenciar entre las
características del entorno que nos rodea y nuestra propia actividad.
El entorno nos acomoda y nos proporciona recursos para poder
actuar, pero también nos impone limitaciones. El entorno está determinado tanto
por el lugar en que nos encontremos como por el grupo de personas con las que
nos relacionemos. El bienestar depende de la comodidad del lugar y de su
acondicionamiento a nuestras necesidades, siendo la integración social función
de las personas con las que tratamos, de su acogida y de nuestra predisposición
hacia ellas, contribuyendo a la afiliación y mutuo reconocimiento el nivel que
tengamos de identificación con ellas; en definitiva, nuestra felicidad
dependerá, en gran parte, de los lazos afectivos que mantengamos con esas
personas con las que convivimos, ya sean familiares, amigos, compañeros de
trabajo o vecinos y, en menor medida, del lugar en que nos encontremos. Es más
importante con quién estamos que dónde nos encontramos. Dentro de la convivencia hay que destacar la
convivencia con nosotros mismos, aceptándonos como somos, lo que requiere
coherencia de vida. La felicidad tiene numerosos momentos especiales en la
intimidad de la soledad, difíciles de compartir, siendo tan importante para ser
feliz estar integrado en la sociedad como estar en armonía consigo mismo. El carácter
predominantemente solitario de algunas personas no implica que sean insolidarias,
como tampoco quienes son abiertamente sociables dejan de ser reflexivos.
El ser humano, lo dijo Aristóteles, es un animal social, y lo
es porque, no sólo necesitamos a los otros para nacer y sobrevivir, sino porque
tenemos necesidad de comunicar nuestros pensamientos y de compartir nuestras
vivencias con otras personas. La necesidad de comunicación crea el lenguaje y
justifica el éxito de las redes sociales, siendo la comunicación la que hace del
vivir, convivir.
Cada uno de nosotros
contribuiremos a que esa convivencia
sea grata o ingrata, fasta o nefasta; cada uno de nosotros formamos parte del
entorno de los demás, de la misma manera que ellos configuran nuestro entorno. El
ser humano es parte de una estructura social y su bienestar depende del
conjunto de esa estructura. Nadie, ninguno de nosotros podemos asegurarnos la
felicidad plena por nosotros mismos, pero todos, cada uno de nosotros podemos
contribuir a mejorar la felicidad del prójimo y no hay nadie tan prójimo como
el cercano. Ya que lo mismo que México es Méjico y Quijote es Quixote, prójimo es
lo mismo que próximo, no habiendo nadie tan próximo como un vecino. Un factor
importante de la felicidad en la buena convivencia con nuestros allegados.
La actividad desarrollada por nosotros en el entorno en el que nos
encontramos, especialmente si es adecuada a nuestras capacidades y aficiones, es
la principal fuente de satisfacción personal necesaria pera ser felices
mediante el nivel de autorrealización que logremos con esa actividad. Si
nuestra actividad nos satisface y, más aún, si nos proporciona éxito, se puede
llegar a ser feliz, incluso si el entorno es desagradable; como puede ocurrir
si trabajamos en una plataforma petrolera, en una mina, en el planeta Marte o
en un penal. Se puede estar incómodo y ser feliz.
Nuestra felicidad depende, por
tanto, fundamentalmente, de lo que hagamos y de con quién estemos. El objetivo de
la acción es desarrollarse, llegar a ser lo que cada cual puede ser y en
potencia es. La actividad y el desarrollo tienen un factor interno, biológico,
que nos permite configurar lo que somos mediante una actividad orgánica, endógena,
por la que nos desarrollamos como seres vivos. Tener un organismo completo y
sano como individuo de la especie a la que pertenecemos contribuye a hacernos
felices. No tener alas no es un trauma para un hombre, pero carecer de un brazo
es una deficiencia en el desarrollo biológico de nuestro ser esencial que nos
perturba. Por otra parte, está la actividad externa, por la que
alteramos el entorno y a nosotros mismos mediante lo que hacemos, reconfigurando
al mundo y formándonos a nosotros mismos; potenciando o desperdiciando nuestras
cualidades y nuestra capacidad al hacer lo que desearíamos hacer y podríamos
hacer. El fruto de nuestra acción tiene dos vertientes: La obra realizada, objetiva, que queda a disposición de todos y nuestro propio desarrollo personal,
fundamentalmente subjetivo. Ambos productos son acumulativos y el resultado depende
de lo que hagamos con nuestro tiempo a lo largo del tiempo.
El auto-desarrollo incluye un aspecto de “Bildung”, como diría Gadamer, de autoformación o educación que
incluye un proceso constructivo progresivo, que va transformando nuestra forma
de ser, a la par que mejora nuestro conocimiento del mundo y de nosotros mismos,
junto con un deseo de mejora como persona, lo cual implica una intención
rectificadora de los errores vitales y conceptuales que vamos descubriendo en
nosotros. La capacidad para recrearse
con lo que se hace está condicionada por la capacidad para disfrutar haciendo lo que se hace. El material con el cual podemos
realizar esa recreación, esa reconstrucción correctiva de nosotros mismos, es
la experiencia; pero es preciso saber utilizar ese material para lograrlo, es
decir, hay que aprender a aprender de la experiencia. Adicionalmente, toda
creación requiere de imaginación e innovación. Se trata de lograr un desarrollo
mental saludable y enriquecedor, creativo, en paralelo con el desarrollo de otros
aspectos de nuestro ser, biológicos, sociales, morales, estéticos, económicos,
culturales...cuyo fin es potenciar nuestra capacidad para disfrutar mejor de lo
que tenemos y hacer mejor lo que hagamos mejorando nuestros logros, tras
descubrir, desde la experiencia, nuevas formas de vivir y de hacer. Debemos
inventarnos una forma de vida en la que ser más felices, lo cual implica
inventarse un modo de ser lo que deseemos ser y ser capaces de serlo realmente,
evitando el conformismo. Las cosas podrían haber sido de otra manera y pueden
llegar a ser de otra manera. Para ser más felices, necesitamos creatividad para
reinventarnos. No nos sujetan más cadenas que las que nosotros mismos nos
impongamos.
La felicidad debe también aceptar los fallos. Asumir el fracaso que
a veces resulta como fruto de la acción. Si se puso el esfuerzo debido, los
tropiezos no debieran ser traumáticos. La capacidad para aceptar las
dificultades y contrariedades es también un componente de la felicidad. Duro,
pero necesario. La resignación debe basarse en reconocer que no todo está bajo
nuestro control y, como proclama el lema olímpico, lo importante es participar.
En el deporte unos ganan y otros pierden, pero todos juegan y lo divertido está
en jugar. Ganar es un estímulo adicional para seguir jugando con más ganas. Y
junto a la falta de control total, aceptar también nuestras propias
limitaciones personales y la frecuente carencia de todos los recursos adecuados
a los propósitos que pretendemos conseguir. Está en juego la autoestima.
Podría medirse la felicidad por
el inverso de la diferencia entre nuestro potencial y nuestro nivel de satisfacción
por lo logrado. El factor que más contribuye a la satisfacción es el logro, que
es el porcentaje de éxito respecto a lo que pretendíamos alcanzar en relación a
lo que hemos conseguido mediante nuestras acciones. El éxito y el
reconocimiento que la escala de Mashlow nos indica como necesarios, serán más fáciles
de conseguir si hacemos lo que nos gusta hacer y sabemos hacerlo bien. Si
estamos plenamente satisfechos con nuestra obra, podríamos alcanzar la
satisfacción personal y la felicidad con lo logrado, incluso si no se obtienen
ni el éxito ni el reconocimiento que cabrían esperarse de los demás. Tantos
libros no publicados, tantos proyectos no construidos, planes no realizados,
ideales no cumplidos, esfuerzos no recompensados.
Un hecho psicológico importante y
común es que la preocupación por las necesidades descritas en la pirámide de
Mashlow se desvanece cuando la atención la desplazamos fuera de uno mismo. La
obra de teatro Toc, toc ilustra como
los traumas personales desaparecen cuando se pone la preocupación y esfuerzo en
ayudar a los demás a resolver sus propios traumas. Toda madre se despreocupa de
sus dolencias ante la enfermedad de un hijo. Retirar la prioridad de la
atención y la preocupación de si mismo y ponerlas en intereses ajenos, es una
acción determinante y rápida para asegurar la felicidad, aunque sea de forma
transitoria
La entrega a una causa, una
labor, una tarea, a una persona o a todo un grupo, margina las propias preocupaciones
centradas en uno mismo, poniendo toda la importancia, atención y esfuerzo de
nuestro quehacer en el bien del otro. Por una causa que apasiona o por una
persona a la que se ama, se puede llegar a dar la vida.
La felicidad está en la entrega
El infeliz podrá expresar su
infelicidad diciendo: No tuve a nadie a
quien amar ni nada por lo que luchar.
El principal ingrediente de la
felicidad es hacer con satisfacción algo que contribuya a hacer más felices a otras
personas.
Por último, no hay que perder de
vista que cada persona es un mundo y sin parangón, teniendo cada cual su propia
visión sobre lo que le hace feliz. Kant decía: “Nadie tiene derecho a obligarme a ser feliz a su modo”.
Nota: El presente artículo fue redactado en base a una conversación sobre la
felicidad con mi hija Olga. Varias de las ideas expuestas en él son suyas.