¿Cómo pueden heredarse las mutaciones
adquiridas? Si consideramos el caso de que una célula de, por
ejemplo, el hígado de un mamífero que ha recibido el impacto de un rayo cósmico
alterándole un gen, ha sufrido una mutación positiva, beneficiosa para la salud
de ese individuo y la de la especie, pensemos que inmuniza de la cirrosis; la
posibilidad de que esa mutación accidental desplace a los genes alternativos y
se extienda a todo el órgano en bajísima. Tendrá que competir con el resto de
millones de células que integran el hígado. Pensemos que si una célula maligna
tarda meses en llegar a constituir un pequeño tumor, una célula benigna que
carece de reproducción acelerada tardaría muchísimo más en extender su
mutación, pudiendo morir el individuo antes de que el órgano se beneficie del
cambio.
Si nuestra célula privilegiada quiere
tener éxito, deberá contar con un muy buen sistema de marketing y distribución,
sin dejar su supervivencia a la lenta selección Darwiniana, para la que es una
clara candidata al éxito.
Un mecanismo adecuado para garantizar el
éxito de esta tarea lo tenemos en los virus. Un virus no es otra cosa que un
vector genético. Lo que la célula mutada podría hacer, es duplicar la zona del
ADN donde esta ubicado el gen mutado, etiquetarlo, encapsularlo y crear un
virus. El virus seria el encargado de “infectar” todo el hígado con el nuevo
gen.
Si la mutación es tan importante, no sería
suficiente con que las células reproductoras sean también infectadas y mutadas,
pues la expansión de la mutación a otros individuos de la especie se realizaría
por el lento camino de la herencia y la selección natural. Armados con el
vehiculo del virus, la mejor estrategia sería infectar a los individuos que se
encuentren en la proximidad de mutado y buscar también otras vías de
propagación: el aire, el agua, otras especies que actúen de portadoras…para
extender el beneficio de la mutación.
Debiéramos considerar a los virus como
constituyentes de una genosfera que nos rodea (utilizando la terminología de
Teilhard de Chardin) y con la que interactuamos cediendo y tomando genes con
otros individuos de la especie y especies afines. Evidentemente, un virus de
otra especie tendrá que ser eliminado por el sistema inmunológico, de no
hacerlo podría producir una enfermedad en el individuo infectado en lugar de
proporcionarle una mutación deseable.
Hay tres experiencias sorprendentes que
tuve de niño que ilustran la posibilidad del intercambio de genes por infección
viral:
-En cierta ocasión me invitaron a una
conferencia que daba un sacerdote jesuita de Pamplona que había estado 42 años
en China. No recuerdo ni una palabra de lo que dijo sobre China, pero no puedo
olvidar que su aspecto era totalmente chino: Piel amarilla, barba lacia, ojos
oblicuos…
-Unos amigos de mis padres adoptaron una
niña, con los años, se convirtió en un duplicado de su madre.
-Conocí una pareja de ancianos esposos que
vivían en el pueblo de mis abuelos, nunca he visto dos personas tan parecidas
sin ser hermanos gemelos.
La explicación que encuentro para los tres
casos es la realidad de una genosfera vírica que se comparte, principalmente en
la convivencia.
Otro posible mecanismo sería que el virus trasmisor no porte un
nuevo gen, sino un potenciador (enhancer) que active o reprima
un gen ya existente. En cualquier caso, tendríamos que una mutación accidental,
contingente, daría origen a una secuencia causal, determinista, haciendo que
una mutación aleatoria que origina un carácter adquirido, pasase a ser un gen
hereditario .