Intervención del autor en El Pleno de Chamberí del 14/12/2015
Reflexión sobre el Proyecto
Metropolitan
Y los Talleres del
Metro de Madrid en Cuatro Caminos
Antecedentes
El lunes 14 de diciembre de 2015, La Junta Municipal
del distrito de Chamberí, de Madrid, aprobó, a propuesta de Ahora Madrid y
PSOE, con la abstención de Ciudadanos y la oposición del PP, solicitar que las
cocheras del Metro de Madrid, junto a la Glorieta de Cuatro Caminos, sean
declaradas de interés histórico artístico.
Ello supone paralizar la construcción del proyecto
Metropólitan, en el que se prevé se construyan viviendas, un parque público y otros servicios en
esos terrenos por una cooperativa de ciudadanos.
El presente documento fue la base de la intervención desde el público del autor, quien asistió al Pleno a petición de un cooperativista.
Me llamo Carlos del Ama y soy
vecino del barrio de Cuatro Caminos. En él que, como hicieran mis padres y antes mi abuelo, nací, me crié y pasé mi juventud. Una vez
casado, viví en la calle Ponzano esquina a Raimundo Fernández Villaverde, los años que no estuve trabajando en el extranjero y, tras haberme jubilado, sigo
viviendo en el barrio, ahora, en San Francisco de Sales.
Tomo la palabra sin esperanza. Me
temo que las decisiones estén ya tomadas por unos e impuestas por otros entre
quienes nos gobiernan y deciden sobre nuestras vidas, con lo que mis palabras
serán un mero canto al sol. Pero me atrevo a exponer aquí lo que, como vecino, creo
conveniente para los vecinos de Cuatro Caminos, en la esperanza y convencimiento
de que también hay políticos amantes de la verdad, la justicia y el buen hacer,
amigos de escuchar y conocer opiniones ajenas que les puedan servir para
contrastar la propia.
Se trata de ver la mejor forma de
preservar un bien de carácter industrial, que son los antiguos talleres del
Metro de Madrid en Cuatro Caminos. Como todo bien industrial es un bien funcional. Tienen tuvieron una función, la de reparar trenes del Metro y mantener los túneles. Función para la que se han quedado absoletos y superados por las actuales necesidades. Se
trata, por tanto, como diría
Ortega,
de un bien anacrónico y, por consiguiente, es un bien
inservible. Podría interesarnos como recuerdo
histórico, yo, como vecino del barrio de toda la vida no tengo ninguna imagen
que recordar ni guardo ningún vínculo afectivo con esas cocheras,
ya que siempre ha sido un lugar apartado y oculto, abierto al
abismo subterráneo y cerrado al vecindario tras un muro acaparador de espacio
urbano inaccesible. Solo recuerdo
que han sido y siguen siendo un obstáculo para el tráfico de la zona. Pero como
técnico, si me gustaría que se conservase su recuerdo y, como técnico, me
bastaría con
que se conservasen una buena
colección de planos y algunas fotografías a las que, a lo sumo, se añada una
maqueta. Puede que haya alguna minoría, muy mínima, que quiera conservar el
edificio y la maquinaria para las generaciones futuras. Lo Admito.
Afortunadamente los elementos industriales no están vinculados a su entorno.
Todas las industrias alemanas fueron desmanteladas por rusos y americanos
después de la guerra mundial y trasladados sus elementos al otro lado del
Atlántico o de los Urales, sin pérdida de su valor intrínseco. No se trata de
la Acrópolis,
ni de la Fallingwater House de Frank Lloyd Wrigh, ni de
las casas colgantes de Cuenca, para las que su ubicación
forma parte integrante y fundamental de su identidad. Los talleres se pueden trasladar sin
perder ni ganar más interés que el que tienen. Trasladar la maquinaria no es
problema y la propuesta de algún concejal, que se ha estudiado el caso, de
llevar las máquinas al museo del ferrocarril de la calle Delicias me parece muy
acertada. Respecto al edificio, yo no le veo ningún valor arquitectónico que justifique
conservarlo, pero si alguno, mejor informado que yo, cree tener razones para
ello y desea que se puedan ver las naves en el futuro tal cual eran, dado que es un
edificio modular, y como para muestra basta un botón, bastaría con conservar uno
o dos módulos, uno para ver como eran esas destartaladas naves y dos para
mostrar como se ensamblaban entre ellas. En el museo de Londres se da cobijo a
una Cariátide, no a todo el Erecteion y eso que las Cariátides son diferentes
entre ellas, pero entre la muestra, unas fotos y una maqueta, el visitante se lleva una buena idea del conjunto. Pero el caso es que la necesidad para la que fueron construidos esos talleres subsiste y urge modernizarlos, ya que las necesidades de Metro son ahora distintas a las de hace un siglo.
Hay un segundo problema y es que las cocheras se interponen
e impiden el desarrollo de una espléndida parcela en el centro de Madrid, para
la que hay un magnífico proyecto que, entre otras cosas, dotaría al barrio de
un amplío parque público. Pero reconozco que hay reliquias del pasado que se
interponen en la ruta del progreso y no se pueden demoler por los valores que
sean. No es la primera vez que eso pasa. Nos ocurrió con la Puerta de Hierro que impedía la
construcción de la autopista de la Coruña, y se decidió desplazarla unos metros, en vez de paralizar el proyecto; nos ocurrió con los templos egipcios de Abu Simbel y de Debob, que paralizaban la construcción de la presa de Asuán, se
trasladó Abu Simbel a donde las aguas no llegasen y nos trajimos a Madrid el templo
de Debob, pero no se paralizó la construcción de Asuán. Y volvió a ocurrir con
los numerosos pueblos, monumentos, fábricas, riquezas, fauna y flora que paralizaban la gran
presa china de Las Tres Gargantas y los chinos cambiaron medio país de
ubicación; pero no se paralizó la central china de las Tres Gargantas, porque al desarrollo hay que abrirle puertas, no obstaculizarlo.
Hay personas conservadoras y las
hay progresistas. Las primeras viven mirando al pasado y queriendo conservar hasta
lo que ya no sirve para nada y hay otras progresistas, orientadas al futuro y
amantes del progreso, deseosas de buscar soluciones a los problemas vigentes:
vivienda, empleo, desarrollo económico. Se da en el arte una clara dicotomía que
todos conocemos entre antigüedades y trastos viejos. A las antigüedades
conviene atesorarlas, pero guardar trastos viejos es costoso, estéril y engorroso, pero hemos de reconocer que, entre los ultraconservadores más
retrógrados, hay personas afectadas por el síndrome de Diógenes, amigos de
guardar hasta la basura. Me pega que estamos hablando de un trasto viejo más
que de una obra de arte. Pero estoy hablando desde mi ignorancia artística, yo
prefiero la estética de las flores a la de los ladrillos y la contemplación de
las puestas de sol a mirar una fachada ruinosa que reclama ser cubierta de
graffiti. Y tanto flores como puestas de sol son arte efímero, por lo que
asumir la finitud que el tiempo impone a la belleza me entristece pero no me
desconsuela y dado que por las cocheras no siento ningún aprecio, ni estético ni de ningún tipo, no
las echaré en falta cuando el tiempo las pulverice.
Schumpeter dejó claro que para construir hay que destruir. La
destrucción creativa de Werner Sombart,
analizada y popularizada por Schumpeter,
es la base de la actividad del emprendedor innovador. Y sabemos muy bien que
sin innovación no hay crecimiento y sin crecimiento no hay empleo ni riqueza ni
futuro. También Mijaíl Bakunin
sostenía que la destrucción
de lo viejo es la fuerza creadora de lo nuevo: "la pasión por la
destrucción es una pasión creadora". En la práctica urbanística no se trata de destrucción, sino de regeneración. Houssmann demolió en París 170 iglesias y del orden de 55.000 viviendas, incluida la casa en la que él nació, para hacer los bulevares y la Gran Via madrileña se llevó 310 edificios por delante. En 1172, la expansión de la ciudad de Florencia desbordó las
murallas romanas reduciéndolas a vestigios y la historia de Troya, Susa o
Leptis Magna, entre otras, con sus respectivas series de superposiciones de ciudades sobre
los restos de las ciudades anteriores, son ejemplos paradigmáticos de la
aplicación del principio de Schumpeter al urbanismo.
La renovación es el motor del proceso histórico al que llamamos progreso. Se trata de un proceso creativo por el cual el ser se transforma en su deber ser mediante la renuncia a lo ya sido. Benavente nos dejó escrito,
en los Intereses Creados, que la
diferencia entre América y Europa es que cuando se hace una zanja, en América
es para poner cimientos al futuro, mientras en Europa es para buscar ruinas del
pasado. La creación de espacio, como propone Lefebvre, supone despejar el espacio previo que se queda como sustrato. A veces, el sustituir mentalmente el espacio social por un espacio abstracto permite
que "el poder de la burocracia esquive con coartadas reivindicaciones y
propuestas (en favor de satisfacer necesidades sociales) para sustituir objetivos vitales por objetos", en este caso
viviendas por viejos vagones de metro fuera de servicio. (La producción del espacio XVIII.8). En su texto metodológico sobre el progreso en los Grundrisse, Marx advierte de que las
fuerzas reaccionarias frenan el progreso potenciando el valor de los
vestigios del pasado porque los tienen delante, mientras que "las
virtualidades o potencialidades de lo proyectado solo adquieren todo su
valor al desarrollarse".
Las cocheras ocupan una zona muerta e inútil, cuya única producción es
una nutrida colonia de ratas. Se trata de los restos de algo ya inservible, un reducto oculto, fuera de la escena pública y, como tal, obsceno, un deshecho a la espera de ser evacuado. La solución propuesta y acordadada entre Ayuntamiento, Comunidad de Madrid y Metro es la de hacer unos nuevos telleres soterrados y financiar la obra con un proyecto inmobiliario que levante un parque sobre las nuevas cocheras y construya unas viviendas en la perifeeria del parque. El proyecto Metropolitan dará vivienda a cientos
de familias, creará actividad económica en el bario, creará miles de empleos
durante su construcción, dará vida a la zona contribuyendo a paliar el
deterioro de la pirámide de edad local, además de aportar un esplendido parque
público a un barrio en el que no abundan y desratizar el entorno saneándolo.
Para las arcas municipales, aportará el proyecto las tasas de las licencias de
contrucción y las rentas anuales de los IBIs de las viviendas. Sin contar honorarios de arquitectos, notarios, registradores...y al mercado de Maravillas le vendrá... de cine.
Urbanísticamente, el proyecto Metropolitan creará un
edifico representativo, heredero de los famosos Titanic que fueron gloria y
orgullo de Cuatro Caminos, un edificio que será emblemático para la zona y
enriquecerá la silueta del nuevo Madrid. Será un edificio singular porque, en un entorno de edificios
adosados, cumple el criterio de la
Bauhaus de ser edificios aislados con cuatro fachadas, formando un conjunto armónico situado en un parque, destacará
por su altura y forma parte de un proyecto total que ocupará cuatro manzanas.
Henri Lefebvre
dejó escrito que
“los proyectos relativos
al espacio, sean arquitectónicos, urbanísticos o de planificación, deben ser
gestionados mediante el empleo político del saber, de un conocimiento en
principio desinteresado, evitando caer en ideologías que tienden a confundirse
con el conocimiento por aquellos que aceptan esta práctica” (La producción
del espacio, IV.5). La ideología es la cristalización de un eslogan impermeable
a la argumentación e ignorante de las restricciones y oportunidades de cada
espacio, transforma la realidad en esquemas y la reflexión en dogmas,
eliminando toda información que no desea dar a conocer.
En otras ocasiones análogas, en
Berlín, París o Londres, de parcelas que eran propiedad de entes públicos, los
Ayuntamientos, sea directamente o por medio de algún organismo municipal, compraron
los solares cuando salieron a la venta e hicieron en ellos lo que les pareció mejor para
los fines del Ayuntamiento. Pero en este caso, el solar, que fue del Metro, es ahora
privado, es más, pertenece a una cooperativa de más de cuatrocientos vecinos.
No soy abogado, más bien soy y me reconozco lego en derecho, pero mi sentido
natural de la justicia me hace pensar que el Ayuntamiento debiera habérselo
pensado antes de que fuese vendido y haber comprado el solar cuando se puso en
venta. Si en algo se diferencian los estados de derecho de…los otros, es que
son estados de derecho. Si los derechos adquiridos no se salvaguardaran no seríamos
un estado de derecho. El Ayuntamiento de París, además de poder comprar, tiene derecho de tanteo y retracto sobre todas las transacciones inmobiliarias en la ciudad y lo ejercen, con lo cual:
-Se evita el dinero negro, pues si alguien intenta vender cobrando el 50% en B, se arriesga a que el Ayutamiento se lo quede por la mitad del precio.
-Se evita la especulación, pues el Ayuntamiento puede comprar antes de una actuación urbanistica, recalificar y vender despues de la recalificación.
-Protege el patrimonio histórico y cultural sin daño de los derechos de ningún propietario, dado que compra el inmueble que desea proteger.
No hay razones estéticas, ni
industriales, ni económicas, ni urbanísticas, ni sociales, ni filosóficas, ni
humanas, que justifiquen, no ya impedir, sino frenar y aplazar el que el
proyecto Metropólitan se haga realidad. Si hay otras razones que los ciudadanos
ignoramos, si hay motivos ocultos, aspiraciones escondidas, intereses que
desconozcamos, espero nos los aclaren antes de seguir adelante con sus incomprensibles
planes paralizadores del progreso de la ciudad. Es evidente que los viejos talleres les importan tan poco como a mi y a la gran mayoria de los vecinos de Madrid. El Proyecto Metropólitan, además de cumplir con creces las reomendaciones de Kioto, sumideros de CO2, contrucción en altura, bajo coeficiente energético, energías alternativas...; cumple las cuatro funciones básicas de la ciudad que propone Le Corbusier en sus Pincipios de Urbanismo: Hábitad, trabajo, circulación y ocio; al proporcionar viviendas, terciario, abrir vías de comunicación entre las calles periféricas y crear un parque público.
Si finalmente deciden que los
ladrillos de las cocheras, que polvo son y en polvo se han de convertir, como
lo hicieron los valiosos y alabados ladrillos de los Zigurat de Babilonia, si
hay ladrillos, repito, que han de preservarse para la posteridad, desplácenlos
y guárdelos en un museo o en una caja fuerte, pero no paren el proyecto, no
paren el desarrollo, no paren el futuro, no paren el progreso, no caigan en la
tentación de ser conservadores, guardianes de ruinas y momias del pasado, no
sean retrógrados recalcitrantes enemigos del progreso y del futuro; sean
progresistas, dejen abiertas las puertas al progreso, al desarrollo y al
futuro, no trunquen los cientos de proyectos vitales que integran el proyecto
Metropólitan. Si no aceptan las sabias tesis de Shumpeter demoliendo las ruinas
en que se han convertido los antiguos talleres, llévenselas a otro sitio o entiérrenlas.
Pero no priven al barrio ni a Madrid ni a sus vecinos de un proyecto
emblemático del que podrán estar orgullosos ellos y sus hijos y nietos, ni priven
a los cientos de familias de cooperativistas que han puesto en el proyecto sus
ahorros y sus ilusiones, a miles de ciudadanos que han invertido su pasado en
aras de un mejor futuro, de su proyecto vital.
El Doctor
José Manuel Calvo Concejal de Desarrollo Urbano Sostenible
del Ayto. de Madrid y miembro del Consejo Ciudadano Municipal de Ahorapodemos,
ha declarado públicamente que
“No hay nada más indigno que echar a una
familia de su casa por no tener suficientes recursos para pagar la hipoteca.
Acabar con los desahucios y, sobre todo, garantizar el derecho a la vivienda”. Supongo que también considere indigno privar de su vivienda a más de 400 familias que son los
dueños legítimos y que ellos también merezcan se respete su derecho a una vivienda que han comprado.
También dijo:
“Debemos hacer todo lo posible para permitir a las
pequeñas empresas y a las cooperativas participar en concursos a los que ahora
no tienen acceso”. Imagino que también
hará lo posible por defender los derechos de los cooperativistas que han
participado en concursos y los han
ganado.
Imagino que cada cooperativista del Metropólitan encarna una historia humana que las autoridades municipales quieren transformar en tragedia. Recuerden las autoridades municipales cuando decidan que tienen sobre su mesa cientos de tragedias. No sería malo que las escuchasen, una a una, antes de decidir. Porque no se trata de una multinacional anónima que va a especular con el terreno, son miles de ojos de una muchedumbre humana que observan llenos de inquietud sus ciegos actos, impersonales y burocráticos, mirándoles con ojos rebosantes de temor y temblor. Pónganles rostros, atrévanse a mirarlos a la cara con su imaginación.
Son muchos los cooperativitas que
tienen sus ahorros invertidos en el proyecto y sus ilusiones puestas en su
conclusión. El proyecto del edificio Metropolitan no es un proyecto, aglutina
más de cuatrocientos proyectos personales en los que más de cuatrocientas
familias han invertido sus ahorros y puesto sus ilusiones.
Ortega decía que la vida es proyecto y privarle de su proyecto vital a
una persona con violencia es quitarle el sentido a su vida.
Víctor Frank observó en el campo de concentración en el que estaba
prisionero, que los que se morían eran los que, habiendo perdido toda
esperanza, no tenían un proyecto de futuro, por lo que él asumió el proyecto de
escribir y publicar su libro y sobrevivió. Sin proyectos no hay vida, por no
haber futuro ni esperanza sin proyectos.
Hannah Arendt, analizó la
banalidad del mal y denunció la frialdad administrativa con la que muchos
funcionarios politizados y políticos burocratizados toman decisiones que afectan
a cientos, miles e incluso millones de personas que se ven victimas de
esas decisiones tomadas sin considerar ni inmutarse por la ruina y sufrimientos
que llevan a otras vidas. Fue también Hannah
quien señaló, que son los sistemas
totalitarios los que pugnan por dejar a los individuos sin proyectos personales
para convertirlos en masas sometidas y manipulables.
¿De qué hablamos?:
Para comprender lo que está en
juego, conviene recordar lo que pensaron los filósofos del espacio sobre algunos aspectos de las operaciones urbanísticas. Así, Jane
Jacobs, en su libro The Death and
Life of Great American Cities, dice que a veces "el urbanismo (citiy planning) conlleva la desaparición
de la vida urbana, al eliminar al vecindario, la vivienda, la crianza de los
niños, etc.". Robert Coodman,
en After the Planners, comenta que
"el experto al servicio de las exigencias de los poderes burocráticos o políticos no escucha las voces de los
usuarios, pretendiendo hablar en su nombre". Henri Lefebvre dejó escrito, en La
Production de l´Espace, que "cuando surge una coalición, a propósito
de algún contra-proyecto o contra-plan, proponiendo un contra-espacio en
oposición a la estrategia en curso de ejecución,... responde... a un plan de
confiscación del espacio". Lo cual propicia que se pretendan imponer decisiones
arbitrarias, con fines nada claros, salvo satisfacer el orgullo de la
prepotencia, mediante el abuso del poder político, vulnerando una situación
jurídica, en la que hay derechos y obligaciones contraídas en el marco de una
legalidad y normativa vigentes, con grave daño moral y económico a personas
concretas.
Todo edificio tiene dos funciones: Satisfacer una necesidad y mostrarse. La necesidad satisfecha por 450 viviendas y un parque público es incomparable con la de un taller obsoleto. El mostrarse de un edificio es para ser visto y juzgado por su imagen y, al ser el edificio parte de la ciudad, su imagen es parte de la imagen de la ciudad. ¿Qué imagen queremos para Madrid? Juzguemos.