viernes, 6 de febrero de 2009

La solución a la crisis

La solución a la crisis

Por Carlos del Ama
Doctor en Economía y Relaciones Internacionales
Autor del libro: Hacia un nuevo orden mundial


"El presupuesto debe equilibrarse, el Tesoro debe ser reaprovisionado, la deuda pública debe ser disminuida.
La gente debe aprender nuevamente a trabajar, en lugar de vivir a costa del Estado." Cicerón , año 55 antes de Cristo.

Toda receta ha de ir precedida de un diagnóstico del mal que se trata de corregir. El mayor problema de la crisis actual es la dificultad que su gran complejidad y amplitud presentan para su diagnóstico. Son muchas las facetas de esta crisis. Nos encontramos con aspectos económicos, sociológicos, psicológicos, políticos y éticos. Pero si los vamos analizando con paciencia, encontramos que la raíz de la crisis es una y sencilla: el excesivo y generalizado endeudamiento. Problema ese con perniciosas implicaciones colaterales, destacando en primer lugar la excesiva morosidad. Todo lo que contribuya a amortizar deuda y reducir la morosidad contribuirá a salir de la crisis y lo que haga que la deuda aumente alimentará la crisis.

La solución exige una masiva amortización de deuda. Todos tenemos que procurar amortizar deuda, todos: particulares, empresas, corporaciones locales, entes públicos, estados, bancos; todos. Con ello se conseguirían tres efectos:

- Los acreedores, y en especial los bancos, dispondrían de más liquidez, liberando fondos con los que financiar nuevos proyectos.
- Los deudores verían reducirse sus gastos financieros, aumentando con ello su renta neta.
- Familias y empresas percibirían soportar una deuda menor, con lo que aumentaría la propensión al consumo, relanzando la demanda.

Con ello se iniciaría un círculo virtuoso que facilitaría el seguir amortizando más deuda y, con ello, la salida de la crisis. Es una barbaridad pedir a los bancos que den crédito a diestro y siniestro. Los bancos, como todos, están obligados a amortizar parte de sus propias deudas y a mejorar la calidad, liquidez y solvencia de sus activos para reducir la morosidad en el futuro, si bien no debieran restringir crédito a aquellas empresas que han venido cumpliendo con sus obligaciones financieras, cuentan con proyectos viables y necesitan el crédito del que siempre dispusieron para sobrevivir.

A nivel internacional, el primero que debiera reducir su deuda es el Gobierno de los EE.UU. A nivel nacional, corresponde a las administraciones públicas y a los entes públicos el dar ejemplo. Ni el Gobierno ni las corporaciones locales tienen que dar subvenciones, lo que tienen es que pagar sus deudas, prioritariamente a sus proveedores. Es inadmisible que de un importe que se ha presupuestado y del que se ha dispuesto al contratar una obra o servicio, se tarden meses e incluso años en tramitar la orden de pago. No debiera ser necesario amenazar con inmolarse a lo bonzo para cobrar a una institución pública por una obra hecha o un servicio prestado debidamente contratado. Y, en segundo lugar, las instituciones públicas, comenzando por el gobierno, también debieran reducir la deuda pública y sus gastos financieros.

Recordemos que el milagro de Rato, quien partiendo de unas calamitosas condiciones de déficit público, inflación, deuda pública y tipos de interés, consiguió que España entrase en el euro como país miembro el grupo fundador, no fue otra cosa que ir amortizando deuda pública para reducir los gastos financieros del Estado y disminuir la demanda de fondos en el mercado financiero, con lo que se logro ir reduciendo los tipos de interés, bajando con ello aún más los gastos financieros, liberando nuevos fondos con los que poder amortizar más deuda. Ahora nos estamos metiendo en una espiral contraria, con la única ventaja de que los tipos de interés están bajos, pero ¿cuánto podrán seguir bajos los tipos de interés reales, aquellos a los que el público está dispuesto a adquirir bonos y letras del Estado, si éste comienza a emitir oleadas de deuda?

El exceso de endeudamiento se produjo al dispararse la demanda de financiación ante la expectativa de que los precios de los inmuebles no dejarían de subir, junto con una oferta de dinero ilimitada al saltarse los bancos coeficientes de prudencia, sacándose esos activos de su balance mediante bonos hipotecarios o CDOs. Siendo culpables todos nosotros, tanto quienes tomamos deuda aprovechando las buenas condiciones como quienes la proporcionaron en exceso, pero quienes fallaron en último término fueron las autoridades monetarias, los auditores y las empresas de evaluación de las solvencias, al no saber controlar los desmanes de la situación a tiempo.

Hecho el daño, no es el momento de inyectar liquidez al sistema aumentando la deuda, sino que ahora toca que el sistema busque fondos y haga liquidez vendiendo activos y cobrando a los morosos para amortizar deuda. Hemos vivido felices años del crédito fácil y tipos bajos, ahora ha llegado la hora de pagar.

El problema de la morosidad es más difícil que el de la deuda, pero también hay que abordarlo, buscando formas de evitar quiebras mediante renegociación de deudas y la liquidación de activos. Hay situaciones imposibles, particulares en paro que no pueden ni hacer frente a los intereses de sus deudas, habrá que establecer moratorias, rebajarles el diferencial del tipo de interés que están pagando y ayudarlos a vender propiedades para hacer liquidez. De no hacerlo así, empezara a estar comprometida, no ya la liquidez de la banca, sino su solvencia.

Hay que procurar mantener bajos los tipos de interés, a fin de reducir los intereses y facilitar la amortización de deuda, pero que los bajos tipos no nos inciten a endeudarnos más. Ahora hay que amortizar deuda aunque los tipos están bajos, ¿Qué nos pasaría si los tipos de interés volviesen a subir? Si el endeudamiento se lanzó bajo la falacia de que “los precios de los pisos no pueden bajar”, ahora debemos lanzarnos a una campaña de amortización anticipada de deuda bajo la certeza de que “los tipos de interés volverán a subir tarde o temprano”.

Está claro que una cosa es decir lo que conviene hacer y otra es hacerlo. El mayor problema para lograr una amortización anticipada de deuda masiva es que la solución no está en manos de una sola persona ni depende de una única voluntad, somos todos nosotros los que debemos actuar; pero si tenemos una idea clara de lo que nos pasa, podremos orientar nuestros esfuerzos individuales y colectivos en la buena dirección. Si el mal consiste en un excesivo apalancamiento financiero, la solución está en desapalancar, no hay otra salida, de no hacerlo ahora habrá que hacerlo más tarde, alargando la crisis con la demora. Lo malo de las deudas es que hay que pagarlas.