lunes, 1 de abril de 2019

Cosmovisión




Nos dijo Kant que hay tres preguntas fundamentales:

·        ¿Qué podemos saber?
·        ¿Qué nos cabe esperar?
·        ¿Qué debemos hacer?

La primera lleva implícitas las cuestiones que quisiéramos saber. Son cuatro las cuestiones fundamentales que todo ser racional se hace:

·        ¿Dónde estamos?
·        ¿De dónde venimos?
·        ¿Quiénes somos?
·        ¿A dónde vamos?

La primera de ellas es la más perentoria. Si cualquiera de nosotros fuésemos drogados y trasladados a un paraje desconocido, al despertar, la primera pregunta que nos haríamos sería: ¿Dónde estoy? Como dijo  Martin Heidegger: “El hombre ha sido arrojado al mundo”, por lo que nos encontramos en una situación análoga al drogado que despierta en paraje desconocido, razón por la que la pregunta por ¿Dónde estamos? Es relevante para todos nosotros.

La respuesta a esa pregunta, que toda civilización se hace en plural porque la respuesta es social, constituye una cosmovisión. Una cosmovisión es la respuesta que cada civilización se da a la pregunta sobre dónde estamos. Una cosmovisión es una descripción coherente del universo. Son tres los elementos fundamentales de toda cosmovisión: la noción de espacio, la noción de tiempo y la razón por la que las cosas son y son como son. Durante siglos, las cosmovisiones han sido mitológicas. Por ejemplo, los egipcios afirmaban que el universo, en cuanto espacio, es una caja que encierra al Nilo, formada por la diosa Nut que apoyaba las manos y los pies en el suelo. Su pecho y su vientre estaban cubiertos de estrellas, entre las que destacaba la Via Lactea como Nilo celestial.

En Occidente, la primera cosmovisión racional documentada se la debemos a Aristóteles. Para Aristóteles existen cosas y procesos, las cosas es lo que permanece y los procesos son cambios. El espacio es lo que hay entre las cosas y el tiempo en lo que hay entre sucesos. Los sucesos más frecuentes son los movimientos de las cosas, que se explican en la física aristotélica por la naturaleza de las cosas. Las cosas están formadas por cuatro esencias: la tierra, el agua, el aire y el fuego. Cada esencia tiene un lugar natural, el de los sólidos es la tierra, el del fuego es el cielo, el aire se sitúa entre el cielo y el suelo y el agua si se condensa en líquido cae el suelo y si se evapora va al cielo. La física (la mecánica) aristotélica se explica porque cada esencia tiende a su lugar natural, así, si soltamos una piedra caerá al suelo. Podemos comunicar energía a las cosas para que se desplacen, un ímpetu lo llamó Aristóteles, de forma que si lanzamos una flecha el ímpetu hará que se desplace por el aire pero a medida que el ímpetu se vaya gastando, la flecha irá cayendo a su lugar natural. Hay una quinta esencia de la que están formados los astros celestes, esencia que no tienen lugar propio, por la que los astros van errantes por el espacio a lo largo del tiempo. Las cosas son lo que son por su forma. El hilemorfismo aristotélico considera que las cosas son fruto de que la materia adquiere una forma determinada que las hace ser lo que son. La forma de Aristóteles es herencia del concepto de idea de su maestro Platón. Al igual que las ideas, las formas son eternas y ajenas a la física. La física describiendo lo que se observa se complementa por la metafísica que intuye lo trascendente y entre ambas se configura una cosmovisión que Aristóteles complementó con una Etica, una Estética y una Lógica. La cosmovisión aristotélica, una visión coherente y contrastable con la experiencia cotidiana, se impuso durante 20 siglos a cristianos, judíos y musulmanes por igual.

Cuando Galileo observó la luna por el periscopio, se vio que la luna era una gran piedra. Al no poder explicar como una gran piedra no caía al suelo, la física de Aristóteles quedó desprestigiada y con ella toda su cosmovisión. Tuvo que llegar Newton para das la solución al problema planteado, aportando una nueva física basada en la teoría de la gravedad: las cosas se atraen con una fuerza proporcional a sus masas e inversamente proporcional al cuadrado de sus distancias. La física de Newton unificaba la mecánica de la tierra con la de los cielos. Frente a los conceptos relativos que Aristóteles tiene del espacio y del tiempo, para Newton son absolutos, no dependen de que haya cosas ni que ocurran sucesos que los determinen. El espacio es un vacío infinito, continuo y cartesiano que puede o no ser ocupado por cosas y el tiempo una secuencia continua al margen de que ocurran sucesos o no.

Kant se estudió Los Principia de Newton y escribió las críticas. En ellas desarrolla  una ética basada en el imperativo categórico, una estética transcendental y una metafísica basada en el en sí de las cosas, lo que hace que las cosas sean lo que son es su en sí, que no se ve pero se manifiesta en las cosas al hacerlas aparecer como lo que son. Desde un punto de vista metafísico y subjetivo, para Kant, el tiempo y el espacio son formas a priori de la percepción, es decir, constituyen un esquema subjetivo que permite ubicar mentalmente las percepciones y los recuerdos. La cosmovisión Newton-Kant dominó sin alternativas hasta principios del siglo XX.  Es la cosmovisión que nos enseñaron en la escuela y  que seguimos teniendo interiorizada y asumida, pero con la aparición de la Mecánica Cuántica y la Relatividad, los conocimientos han cambiado y la cosmovisión newto-kantiana se ha desmoronado.  

Einstein resolvió las deficiencias de la mecánica de Newton mediante la teoría de la relatividad, planteando que el espacio-tiempo es un continuo del que son dimensiones. El espacio deja de ser el escenario vacío que nos describió Newton para ser una estructura flexible aunque invisible, que se deforma al ser ocupado y deformado por la materia, siendo esa deformación la que produce el campo gravitatorio que encauza la materia hacia determinados focos de atracción.

En paralelo, la Mecánica Cuántica explica el comportamiento de las partículas elementales. Ambas disciplinas explican fenómenos que eran hasta entonces inexplicables y hacen numerosas predicciones que se comprueban ser correctas. El problema es que no son reconciliables. Mientras la Relatividad explica lo macroscópico, la Mecánica Cuántica explica lo microscópico sin comunicación entre ellas. Es como si la una interpretase el sonido y la otra la luz, proporcionando ambas informaciones correctas sobre la realidad pero sin posibilidad de comunicarse entre ellas. Sin embargo, en los últimos años se está desarrollando teorías cuánticas del espacio que prometen unificar la mecánica cuántica con la relatividad. Una nueva cosmovisión está emergiendo tras el horizonte científico.   
   
La cosmovisión emergente considera que tanto el espacio como el tiempo no son continuos. Al igual que la materia no puede ser fraccionada a partir de un determinado tamaño, de donde viene el nombre de átomo (indivisible), ni el espacio ni el tiempo pueden ser divididos por debajo de determinadas magnitudes. Una de las teorías cuánticas espaciales más desarrolladas en este momento es la Loop Quantum Gravity LQG. Los nódulos o átomos espaciales sería pequeñísimos tetraedros a la escala de Plank, que estarían separados los unos de los otros pero formarían estructuras entrelazadas por espinors, procesos giratorios,  configurando un entramado que constituye el tejido espacial. El espacio resulta ser una trama de energía fundamental estructural constituida por elementos cuánticos de “reticulas de energía”. Las ondas gravitacionales, como vibraciones de esa retícula espacial, ponen de manifiesto la realidad de la estructura espacial y nos muestran la íntima vinculación de todo el universo a través de esa retícula común, todo y todos formamos parte de una única realidad y los entrelazamientos cuánticos llaman la atención sobre la estrecha relación entre los elementos del cosmos por distantes que se encuentren entre sí. Los tetraedros espaciales oscilarían entre diferentes valores propios de su volumen, que matemáticamente pueden estar definidos por un conjunto de cuatro vectores perpendiculares a cada y cuyo módulo sería igual a la superficie de la cara correspondiente y un escalar que indica el volumen. Al tener el tetraedro seis aristas, no queda perfectamente definido por cinco parámetros, lo que le permite pulsar entre diferentes estados cuánticos en función de la masa-energía que contengan en cada instante. El giro de los espirones constituiría el tiempo. Para homologar el tiempo a una dimensión espacial, a una longitud, habría que multiplicarlo por algo con dimensión [LT-1], es decir: una velocidad. Multiplicarlo por una longitud y dividirlo por el tiempo. Recordemos que Einstein multiplica el tiempo en su métrica por la velocidad de la luz. La dimensión temporal no sería una cuarta dimensión cartesiana, sino una velocidad en polares, un giro. Un giro cuántico, a impulsos discretos, definido por los espirones. El desarrollo matemático de la nueva teoría puede consultarse en el libro del profesor  Carlo Rovelli y Francesca Vidotto, Loop Quantum Gravity. Cambrige U. Press. UK 2015. La nueva cosmovisión está lejos de proporcionar la confirmación intuitiva y verificación inmediata mediante la observación directa que nos aportaba la física aristotélica, pero parece estar mucho más cerca de la realidad que aquella.

Nos quedaría por determinar la razón por la que las cosas son lo que son, el elemento metafísico que explique y esclarezca las Ideas de Platón, las Formas de Aristóteles y el En Sí de Kant a la luz de la nueva física. La Mecánica Cuántica nos muestra que el constituyente último de la realidad son fluctuaciones cuánticas, información. La realidad última de la realidad Información, una realidad asociada con la entropía y determina la evolución del cosmos. En el fondo, todo es y somos información, algo que, por el llamado principio menos uno, sabemos que es indestructible. Cuando desaparecen las cosas queda la información sobre ellas, las huellas que dejen, los restos que persistan, los recuerdos que queden de ellas y, como afirmaba Platón, las Ideas eternas que constituyen todas y cada una de las cosas que existieron, existen y pueden llegar a existir, previsiblemente como partes integrantes del conocimiento absoluto. A las ideas de Platón, Plotino, en las Eneidas, las llamó las almas de las cosas, siendo las almas de los seres racionales conscientes y la del Ser Absoluto omnisciente.