jueves, 27 de agosto de 2015

Teoría y práctica del marxismo


Me encuentro en una fase de la vida en la que el interés por releer libros leídos hace tiempo supera al interés por nuevas lecturas. Uno de los atractivos es el ir leyendo las notas al margen, las glosas al texto, que fui escribiendo cuando lo leí por primera vez.
El debate presupuestario de este final de legislatura de 2015 está sacando a la luz comentarios sobre las virtudes y defectos del marxismo que me han motivado a desempolvar El Capital de Karl Marx y volverlo a leer.

La experiencia histórica de haber dividido en mundo en dos sistemas económicos, dividiendo continentes, estados e incluso ciudades, ha permitido demostrar que, en la práctica, el sistema comunista produce más penurias que beneficios, que la gente se jugaba la vida saltando el muro de Berlín por escapar del mundo comunista y parecía que la caída de ese triste muro sancionaba la economía de libre mercado y enterraba al comunismo. Personalmente, creo que el sistema comunista, como sistema económico de una comunidad de consumo, es el ideal para pequeñas comunidades entre cuyos miembros haya una gran solidaridad, como ocurre en una familia, un convento o una comuna hipy, pues el administrador central conoce bien las necesidades de cada miembro y puede asignar las prioridades de compra a la par que los miembros no tienen grandes problemas en asumir las decisiones del administrador, pero para comunidades más numerosas, como demostraron los economistas de la Escuela de Viena, la planificación central no resulta eficiente. Desde el lado de la producción, también se ha podido ver empíricamente que el comunismo no resulta competitivo, pues además de no acertar con las necesidades reales de los consumidores, produciendo productos que nadie quiere a la vez que desabastecimientos, el sistema de cuotas no optimiza, como en el caso de las acerías rusas que no quisieron producir aceros ligeros porque la cuota de producción les era impuesta por toneladas y, además, es un sistema que margina al consumo privado potenciando la producción de cañones y de maquinaria pesada sobre la de artículos de primera necesidad, y multiplicando los funcionarios públicos y el ejército; posponiendo sine die el ideal del paraíso comunista, ya que, al controlar el Estado todos los recursos económicos, los dedica a potenciar el poder del propio Estado. Por otro lado, la concentración de poder y la escasez de bienes de consumo dispara la corrupción. A titulo de ejemplo, el representante de Lada en España contaba que la fábrica en Rusia no vendía los coches a cualquiera, sino que eran asignados en base a cuotas a los directivos de otras fabricas rusas que proporcionaban a cambio bienes alternativos a los empleados de Lada.

Pero como la hierba mala nunca muere, he ahí que surgen nuevos políticos con el libro de El Capital bajo el brazo pero mal leído, prometiendo el bienestar sin esfuerzo y el endeudamiento sin amortización ni devolución del préstamo. Pero, ¿qué dice Karl Marx en El Capital?

En mi relectura voy por algo más de la mitad del primer tomo, por lo que espero tener ocasión de comentar el resto cuando lo termine, pero ya hay materia sobre la que poder emitir una opinión.

Tengo que empezar diciendo que Max sorprende por su cultura, demuestra que ha leído cantidad de libros y artículos, sobre todo de filosofía, aunque también de sociología, economía y literatura. Cita a Aristóteles en griego, hace comentarios en latín, deja claro que con el inglés, domina alemán, su idioma materno, y francés, incluyendo citas en italiano, y tiene una prosa fruida, demostrando un amplio y detallado conocimiento de la industria textil británica. Las matemáticas o no las domina mucho o considera que sus lectores no estarían a la altura, de modo que los conceptos matemáticos los ilustra con elementales ejemplitos de aritmética, pero está claro que estamos ante una mente despierta y cultivada.

La base de su tesis arranca del principio, que él considera científicamente probado en su libro, de que el beneficio de una empresa se debe a la plusvalía generada en el proceso de producción y que dicha plusvalía es exclusivamente generada por la aportación de la mano de obra al valor de uso del producto en la elaboración de dicho producto. Empieza por considerar como componentes del producto final, los medios de producción aportados por el capital, la materia prima y los productos semielaborados adquiridos por el capital, a los que se añade la mano de obra aportada por el trabajador; pues bien, solo la mano de obra es la que aporta plusvalía y esa plusvalía se genera por el exceso de horas trabajadas respecto al salario recibido lo que hace que el trabajador no está empleado por el capital, sino explotado por el capitalista, quien se atribuye todos los beneficios generados por el obrero, ya que es el único que genera beneficios.

En éste esquema, Marx ignora otros factores necesarios para la producción y, como consecuencia, descarta la aportación que puedan tener a la revalorización producida por la transformación de componentes en producto final otros componentes, como son el diseñó, la organización, la coordinación y dirección y la comercialización. Tampoco valora, a la hora de atribuir beneficios al capital, la compensación por el riesgo asumido en la inversión ni por la innovación como emprendedor. Llama especialmente la atención que niega todo valor a la comercialización, para él, un fardo de algodón en la India tiene el mismo valor que en Inglaterra, cuando es evidente que el valor de esa materia prima aumenta si en vez de ser procesada a mano lo es con la ayuda de la maquinaria más moderna de la época, dado que su proceso será más productivo.

De mis notas de antaño destaco dos comentarios. ¿De dónde sale la plusvalía de una inversión especulativa en la que nada se produce ni altera? Y ¿Cómo se produce plusvalía en una fábrica totalmente automatizada en la que no hubiese necesidad de ninguna intervención humana?