sábado, 20 de febrero de 2016

Prioridades Urbanísticas



Ayer, 19 de febrero de 2016, se presentó ante el Ayuntamiento de Madrid una solicitud para declarar a las cocheras del Metro de Cuatro Caminos de interés histórico artístico. No se si jurídicamente era el momento más oportuno, dado que ya hubo para ello ocasión al abrirse el periodo de alegaciones para la aprobación del APR 07-02 aprobado por la Comunidad de Madrid el 25 de julio de 2012, en base a un certificad de Bellas Artes, declarando que esas cocheras carecen de todo interés.

El caso es que, pretender declarar de interés cultural a las cocheras (llamadas cochambres por los cooperativistas que compraron al Metro el terreno en el que se encuentran), es paralizar, incluso llegar a forzar a que Madrid renuncie al proyecto de convertir ese terreno, ahora inaccesible y cerrado, incluso obsceno, al estar pudorosamente oculto a la vista y fuera del escenario urbano, en parque público con viviendas para 450 familias, recursos terciarios y edificios municipales que serían cedidos por los cooperativistas al Ayuntamiento, para cualquier tipo de servicio público que el Ayuntamiento decidiese: biblioteca, guardería, centros culturales,..

Personalmente y como técnico, soy partidario de conservar la memoria histórica de unas instalaciones que han sido parte de esa línea 1 del Metro de Madrid que contribuyó al desarrollo de la zona de Cuatro Caminos y de la que, habiendo nacido y vivido en el barrio en el que sigo viviendo, me he servido innumerables veces en mis desplazamientos urbanos. Pero también como técnico, creo que, para recordarlas, bastaría con una buena colección de fotografías desde su inauguración por Alfonso XXII, e incluso alguna de las obras durante su construcción, un buen juego de planos y una maqueta. Si los firmantes de la solicitud de interés artístico desean conservar las naves, siempre se pueden trasladar a otro lugar. Para empezar, Metro cuenta con 19 talleres propios en Madrid y da la casualidad, que el que ahora acoge a las naves ya no es suyo, tras haberlo vendido en subasta pública a la Cooperativa Metropólitan. No se trata ni de la Acrópolis ni de Falling Waters, donde tan importante es la ubicación como los edificios, por lo que las naves pueden ser trasladadas sin pérdida de poder ver lo que fueron. Otra opción, dado que se trata de una repetición de naves modulares que se agrupan en una hilera, también se podría, a lo sumo, conservar una nave in situ, o incluso una cercha. Se podría alegar que eso supone una mutilación, hasta llegar a decir que las arcadas de una catedral son modulares y sería aberrante eliminar un grupo de arcadas. Eso es confundir lo que supone la unidad orgánica de una catedral con la reiteración funcional de un conjunto de talleres.

Hay una pregunta previa que nos debiéramos hacer los madrileños al respecto y es si preferimos las cosas a las personas. Conservar las cocheras es frustrar las ilusiones y esperanzas puestas en el proyecto Metropólitan por mas de 1.500 personas que se verían afectadas por la recalificación del solar. Recordemos que, como define el diccionario de la Real Academia, "Quitar toda esperanza a alguien de realizar sus deseos" se llama desahuciar, es decir, 1.500 personas que serían desahuciadas por una administración que ha hecho tabú de la palabra desahucio y la mira con malos ojos. Es cierto que la palabra desahuciar tiene un segundo significado, derivado del fundamental, que equivale a desalojar, que es "quitar a alguien el derecho a la propiedad o el uso de su vivienda", cosa que también se estaría haciendo con los cooperativistas y sus familias, quienes quedarían desahuciados de su proyecto y desalojados de sus viviendas. Antes de decidir si preferimos las cosas sobre las personas, debemos tener en cuenta que, como diría Shekaspeare, a las personas si se las hiere sangran y si se las golpea lloran, mientras que hagamos lo que hagamos con las cocheras, estoy seguro de que ni sufrirán ni se quejarán.

Tomar en cuenta la solicitud y paralizar en este momento un proyecto como el Metropólitan, en cuya APR se incluye un parque público de 14.500m2,  hay 6700 m2 de superficie dotacional que se pueden usar para servicios (biblioteca, guardería, club de la 3ª edad, etc.) y otros 6000 m2 más se ceden al ayuntamiento y crea nuevas calles que unirían la de Bravo Murillo con las avenidas de Pablo Iglesias y Raimundo Fernández Villaverde, plantearía un serio problema de imagen a la gestión municipal y siembra la preocupación sobre cual podría ser el impacto en la opinión pública internacional de situar a la ciudad de Madrid al oeste del río Pecos, sin ley ni orden, donde ni se respetan los contratos firmados con organismos públicos ni los derechos jurídicos atribuidos a  las propiedades, es decir, donde no existirían ni seguridad jurídica ni un estado de derecho.

Tengamos confianza en que las autoridades municipales están teniendo en cuenta todas las consideraciones que su decisión implica.


                                                    
                                          Folling Watters

                                          Cocheras

jueves, 11 de febrero de 2016

Reflexión sobre la inteligencia


                                                                  

En revisión

lunes, 8 de febrero de 2016

Salgamos de la crisis del desgobierno. Propuesta de solución





El problema de raíz de la situación de desgobierno en la que se encuentra España es que no hay ningún candidato que inspire confianza a la mayoría. Lo cual me hace pensar que no contamos con un buen método para seleccionar candidatos. Está visto que los que se presentan están movidos por su ambición personal y no parece que los guíe un espíritu de servicio a la nación y algunos de ellos  han dado repetidas pruebas de carecer del temple y virtudes exigibles a un Presidente de Gobierno y de no tener sentido de estado.

Da la impresión que los mejores, y más aún si son honrados, no se ven atraídos por la política. Una solución sería cambiar la Constitución, implantar la democracia directa y que a los candidatos se les seleccionase por su capacidad, carácter, moralidad, formación y méritos por una comisión de personas con experiencia de gobierno que podría ser el Consejo de Estado  y fuese elegido uno entre los diversos candidatos que esa comisión proponga, mediante el voto directo de los ciudadanos. El elegido formaría Gobierno con quienes él eligiese y el Parlamento legislaría y controlaría al Gobierno, cosa que ahora no hace, ya que el gobierno, al haber sido nombrado por la mayoría parlamentaria, no va a ser criticado por quienes les han puesto en el cargo, máxime cuando ha sido la camarilla en el gobierno quienes han incluido a los parlamentarios en las listas cerradas para ser, a su vez, elegidos por ellos. Con este sistema lograríamos una auténtica separación de poderes, al elegir el pueblo, por un lado al Gobierno, al ejecutivo, personas con un perfil gerencial y una pulsión por la eficacia y, por otro lado, a los miembros del Parlamento, el legislativo, personas con un pefil legal y una sensibilidad por la justicia. Lo que evitaria las tentaciones totalitaristas de acumular poderes y prescindir de Montesquieu.

Los candidatos a la Presidencia del Gobierno no se presentarían por ambición personal al cargo, sino que serían movilizados por La Corona y se verían obligados a prestar servicio por patriotismo.

En la situación actual, se podría considerar la opción, si fuese posible, de que al Rey  le propongan una terna de hombres notables seleccionados por el Consejo de Estado y, tras consulta con los líderes de los partidos políticos electos, ahora en litigio, proponga a uno  de los tres seleccionados tras conocer las preferencias. No nos fue tan mal con Suarez. Yo votaría de presidente a D. Amancio Ortega, pero yo no tengo acceso al curriculum vitae de todos los españoles, seguro que hay muchos buenísimos para el cargo y el Consejo de Estado cuenta con medios y conocimientos para hacer una buena selección. El caso es pasar de contar con cuatro candidatos que nadie quiere a tres candidatos que todos quisiéramos como Presidente del Gobierno