sábado, 11 de mayo de 2013

¿Cómo afrontar los principales desafíos económicos actuales?


Fundación Valores y Sociedad
Seminario Economía y Valores
Soluciones a la crisis desde los valores cristianos, 9 mayo 2013
¿Cómo afrontar los principales desafíos económicos actuales?
Por Carlos del Ama
Miembro de AEDOS

Al leer las encíclicas de contenido económico de los últimos papas, me llama la atención la reiterada llamada de los Pontífices a complementar la economía del intercambio con una economía del don. Mi inquietud me llevó a reflexionar sobre los contenidos, formas y destinatarios de esos dones, llegando a la conclusión, bajo la sombra de la crisis, que el principal don es proporcionar medios de supervivencia a quienes carecen de ellos y, en lo posible, en forma de oportunidades de trabajo.

Tras la caída del Muro de Berlín, a nadie le puede quedar duda de la superioridad de la economía de mercado como la mejor alternativa hoy conocida para producir y distribuir bienes económicos. No obstante, el libre mercado no resuelve el problema de quienes no tienen nada que aportar al mercado. Los sociólogos se quejan de que su ciencia padece la imposibilidad de poder realizar experimentos científicos, dado que se distorsionaría la realidad a estudiar, debiendo conformarse con observar la realidad social sin intervenir. Sin embargo, el mayor de los experimentos científicos realizados en lo que la humanidad tiene de historia ha sido sociológico. Hemos dividido el mundo en dos, estableciendo en todo un continente, América del Norte (EE.UU.-Canadá), el sistema de libre mercado, mientras que en otro (China-Rusia) se implantaba la economía planificada, con una isla socialista en América: Cuba, y otra isla de libre comercio en Asia: Formosa, que sirvieron de muestras de contraste. El continente europeo se dividió, a su vez, en dos con el mismo propósito y en dos se dividieron algunos países: Alemania, Vietnam, Yemen y Corea; llegándose incluso a dividir en dos la ciudad de Berlín. A  Austria se la dejó elegir, y en una serie de países del tercer mundo, como en Chile, Guatemala, Camboya.... se fueron alternando los dos sistemas. Durante medio siglo se ha esperado a ver las consecuencias y, tras esas dos generaciones de conejillos de indias, no ha quedado la más mínima duda de que los teóricos de la Escuela de Viena tenían razón al asegurar que no es posible que una economía planificada funcione eficazmente. Al ser los austriacos los únicos europeos que pudieron elegir entre los dos sistemas, se pusieron seriamente a considerar ambas alternativas, encontrando que:

·        Es imposible que el planificador central tenga y pueda procesar toda la información necesaria para dirigir con eficacia la economía de un país.
·        La planificación exige renunciar a la libertad personal.
·        La planificación desmotiva la iniciativa y baja la productividad.
·        Con la centralización económica, se pierde la importantísima información que los precios proporcionan sobre lo que hace falta en el mercado y lo que se está produciendo en exceso
·        Además, se desincentiva la innovación.[1]
·        La falta de discriminación de la demanda por precios hace que se produzcan colas.

Viviendo en Berlín y cruzando el muro todos los fines de semana para llevar medicinas que escaseaban al otro lado, pude experimentar personalmente la diferencia entre los dos sistemas: Abismal, la gente se dejaba matar por cruzar a Occidente. La imposibilidad de conocer los deseos de todos en un solo punto, hace inviable la opción de un planificador central único, como se demostró en la práctica con la experiencia soviética, recordemos que Stalin, absolutamente contrariado de ver fallar sus planes quinquenales una y otra vez, mando fusilar a Bujarin. Con la planificación centralizada se disparan la burocracia y la ineficiencia, tal y como lo demostró la Escuela de Viena (von Mieses, Hayek, Kirzner,...) anticipando que ocurriría lo que ocurrió. Además, la concentración de poder económico propicia el desarrollo de situaciones de dominio, el abuso de poder, el nepotismo y la corrupción. La planificación centralizada solo es una opción válida en comunidades pequeñas y altamente solidarias, como las familias y las comunidades religiosas.

Asumiendo que la economía de libre mercado es el mejor sistema económico conocido para gestionar los recursos disponibles y generar prosperidad, a la par que se garantiza la libertad individual, hay que reconocer que el sistema tiene un grave problema: ¿qué hacer con quienes no tienen nada que aportar al mercado? Los enfermos, los ancianos, los discapacitados, los incompetentes. La solución la encontramos en el ejercicio de la economía del don. ¿Qué don? En primer lugar, ver la forma de dotar de capacidad para sentirse útiles y valoradas, a esas personas con dificultades para trabajar, dotándolas de medios y capacitándolas para desarrollar una actividad con la que puedan sentirse orgullosas y por la que puedan ser debidamente remuneradas. Proporcionándoles puestos de trabajo idóneos a sus habilidades, pero dejándoles libertad para que puedan elegir alternativas. Un inmovilizado en una silla de ruedas puede ser un excelente operador en un “call center” o ministro de hacienda de Alemania. Para quienes esa vía no sea posible por su incapacidad extrema, el don consistirá en proporcionarles los recursos para que puedan satisfacer sus necesidades con dignidad sin tener que trabajar. En una situación como la actual, donde la crisis niega un puesto de trabajo incluso a personas de alta cualificación, el mejor don es buscar los medios para salir de la crisis cuanto antes.

Medidas para salir de la crisis
Lo primero que necesitamos es hacer un diagnóstico correcto de la situación. Cuando Ortega analizó la situación de la España de su tiempo, diagnosticó que había una falta de posibles, de opciones, de oportunidades. Cuando Cicerón analizó la Roma de su época, sintetizó su diagnostico en dos frases: “Cuncta fessa” y “Exitum non reperiebat” Es decir: Cuncta fessa: Todos están hastiados, hartos, no aguantaban mas. El motivo era que Exitum non reperiebat, es decir: no se veía la forma de salir, no tenían esperanza. En la actual crisis, podemos reconocer que ambos diagnósticos son aplicables. En el fondo, tenemos una crisis de creatividad. Tras el primer informe del Club de Roma, alarmándonos sobre el agotamiento de los recursos del planeta, apareció un segundo informe, más optimista, anunciando que había un recurso ilimitado: la capacidad de innovación del ser humano. Tenemos que utilizar ese recurso. El sistema económico que ha entrado en crisis era el motor de la economía que inventaron los norteamericanos en la posguerra de la segunda guerra mundial, en sustitución al anterior motor ferrocarril-colonización del Oeste-emigración masiva. El motor hasta ahora vigente se basaba en la trilogía: automóvil-desarrollos suburbanos-autopistas. Las autopistas facilitan que haya más automóviles, los cuales permiten ir a vivir cada vez más lejos del centro urbano, lo que exige que se hagan nuevas autopistas, que facilitan la compra de más automóviles. En España, el modelo ha sido un éxito, la construcción, tanto de viviendas como de obra civil, aparte de dar trabajo masivo a manos poco cualificadas, era el medio de reconversión de una elevada mano de obra rural hacia la cada vez más necesaría mano de obra industrial, proporcionando disciplina de horarios, trabajar en coordinación con otros, seguir instrucciones detalladas en plazos preestablecidos y disfrutar de remuneraciones fijas, pero hoy ese modelo se está agotando.

Aunque al modelo todavía le queda algún recorrido y será ideal para desarrollar a los países en vía de desarrollo; en Europa, es preciso sustituirlo por otro nuevo. Podrían haber sido las tecnologías de la información, pero éstas no están proporcionando un número suficiente de puestos de trabajo y, además, no admiten personal sin cualificar. Habría que inventar un nuevo motor económico, quizás por el camino de la automática y la robótica, pero ese modelo eliminará más puestos de trabajo de los que podría proporcionar. Una opción podría ser el desarrollo de la educación-investigación-tecnología. España, con su clima privilegiado, debiera promocionar que los grandes centros de investigación y las mejores universidades se instalen en su territorio. Es más agradable investigar en, digamos, Granada, con un gran número de días de sol, con posibilidad para esquiar en la sierra y bañarse en las playas de la costa de Málaga, que hacerlo entre las nieves suecas, las nieblas escocesas o los fríos del norte y centro de Alemania. España se ha acreditado como la Florida de Europa, un país idóneo para turistas y geriátricos, habría que hacer de España la California de Europa. Mejor que instaurar un Las Vegas en Madrid, sería instalar varios Silicon Valey por toda la península, siguiendo el modelo de los polos de desarrollo.

En la nueva era que ahora se inicia, habría que lograr instaurar un nuevo motor económico, o mejor varios motores, uno por sector que satisfaga, cada uno de ellos, una necesidad masiva, como lo son la alimentación, la vivienda, la salud, el vestido, el transporte, la seguridad, la energía,  el conocimiento y el ocio. En un mundo globalizado, cada sector debiera tener vocación planetaria, con un fuerte potencial exportador, para lo que habría que cuidar tanto la calidad como la competitividad, con una voluntad innovadora y un cuidado integral en la concepción de los productos y servicios, desde el tablero de diseño a los servicios postventa, en busca de la excelencia.  Combinar arte con tecnología nos permitiría optimizar los diseños. Adam Smith nos dejo claras las ventajas de la descomposición de tareas y la especialización, por lo que habría que considerar el posible “outsourcing” de las empresas motoras que contribuiría a desarrollar una pléyade de empresas auxiliares. Deberán mantenerse, a toda costa, el diseño, la marca y la comercialización. Pero, sin ninguna duda, el principal motor del desarrollo económico es la innovación, cuyas fuentes son la creatividad y la investigación.

En paralelo, es preciso estimular sin demora la actividad global de la economía actual. El alto nivel de deuda y, el todavía elevado, déficit fiscal descartan el recurso Keynesiano al estimulo de la demanda por la vía de los gastos gubernamentales, muy por el contrario, hay que seguir insistiendo en reducir los gastos administrativos y hacer de la administración pública una labor eficiente y eficaz, esforzándose por reducir el déficit y, en lo posible, ir reduciendo la deuda, además de ser muy selectivos con las inversiones públicas.

Ello no quita que ciertas medidas fiscales de estímulo podrían ser beneficiosas. Recordemos que la ley de Laffer, que en el fondo no es más que un corolario del teorema de Bolzano, nos recuerda que todo aumento de un tipo impositivo reduce la base sobre la que se aplica, al retraerse la actividad como consecuencia del aumento del coste y, al contrario, una reducción de impuestos estimularía la actividad y podría hacer que se recaudara más, por lo que, en estos momentos, podría darse que algunas rebajas de impuestos, además de estimular la actividad económica, podrían aumentar la recaudación fiscal, la experiencia demuestra que con las últimas subidas de tipos en España, la recaudación ha sido menor. El primer candidato a revisar si convendría reducir sus tipos es el IVA, al menos en algunos sectores económicos, como, por ejemplo, en vivienda nueva y automóviles, dos componentes del motor vigente de la economía; pues mientras los otros impuestos constituyen costes acumulativos que incrementan los costes y reducen la competitividad, el IVA es un factor que directamente multiplica los precios, produciendo una automática retracción de la demanda más la consiguiente inflación. También hay que entender que es más eficaz como estímulo al consumo, y es más saludable económicamente, una reducción del IVA que una batería de subvenciones al consumidor, aparte de eliminar los procedimientos administrativos de las subvenciones.

La reducción de la deuda podría lograrse en parte mediante la privatización de activos públicos, dedicando la liquidez que se obtenga de esas desinversiones a amortizar deuda, con la consiguiente reducción de intereses que contribuiría a la mejora del déficit. No faltan los candidatos a privatizar: empresas del Sepi, otras empresas públicas nacionales, autonómicos y municipales, edificios públicos, terrenos…incluso, ahora si, se podría vender algo de las reservas de oro antes de que siga bajando el precio.

Es cierto que, como demostró Hayek y defiende la Presidente Merkel, todo lo que se logre hacer por el lado de la oferta, reduciendo costes y mejorando la competitividad, nos ayudará a salir de la crisis. La dificultad de este camino es que debe ser recorrido por todos los agentes económicos: empresas, instituciones y particulares, no siendo algo que pueda dejarse en manos del Gobierno, el cual bastante tiene con aumentar la productividad del Estado y sanear las cuentas públicas, sin descartar la imperiosa necesidad de simplificar los procedimientos administrativos y ganar lo que Ludwig Erhard llamó Der Papier Krieg (la guerra al papeleo burocrático). La victoria sobre Der Papier Krieg fue uno de los factores integrantes del Milagro Alemán.

Una medida aconsejable para mejorar la competitividad sería lanzar un plan ambicioso de centrales nucleares seguras que rebajasen el coste de la energía. Francia es un país poco productivo, con largas vacaciones, elevados salarios, jornadas de pocas horas y muchas huelgas, pero resultan altamente competitivos gracias al bajo precio de su energía, por tener un 75% de origen nuclear. Aquí, además de atender las necesidades crecientes de energía,  vamos a tener que sustituir las viejas centrales nucleares y todos los generadores de carbón. Dado que una central nuclear requiere unos cinco años para ser construida, habría que aprobar el plan ya. Hoy, existen modelos de centrales nucleares seguras, e incluso centrales que pueden ser subterráneas. Lo que es importante es formar a la opinión pública y desterrar la falsa idea de que una central nuclear puede producir una explosión nuclear. Las principales averías se han producido en el sistema de refrigeración y los nuevos modelos están diseñados con sistemas de refrigeración redundantes hasta cuatro veces (véase como ejemplo el reactor AP 1.000) e incluso con sistemas de refrigeración pasivos, en los que, aunque se cortase la energía, la refrigeración se efectuaría por gravedad hasta garantizar la parada total del reactor. Hay reactores que producen pocos residuos y reactores que utilizan como combustible los residuos de otros reactores. Evidentemente, mucho más riesgo tienen las más de 400 centrales en funcionamiento que hay en el mundo que el que puedan tener las nuevas centrales por construir. Desperdiciar las oportunidades que la energía nuclear ofrece hoy por criterios que ni son técnicos ni económicos es un desatino.

Lo que indudablemente constituiría un estimulo recomendable y de efectos inmediatos seria una inyección monetaria. Este tipo de medida no afectaría negativamente ni a la deuda ni al déficit, es más, al aumentar las disponibilidades líquidas, se facilitaría la amortización de deuda. Dado que, en la actualidad, la velocidad de circulación es baja, la inflación está controlada y las necesidades de liquidez son altas, el impacto en la inflación no debiera ser muy alto, pero, en las circunstancias actuales, incluso una inflación moderada podría ser hasta beneficiosa, dado que: El PIB nominal aumentaría, con lo que el porcentaje de la deuda sobre el PIB disminuiría, favoreciendo una reducción de la prima de riesgo y de los tipos efectivos. En una situación de deuda elevada, tanto pública como privada, la inflación facilitaría la amortización de deuda. Con la inflación, los salarios reales disminuirían, facilitando la anhelada contratación de mano de obra. Otro beneficio colateral del estímulo monetario sería que la bolsa subiría, facilitando la financiación de las empresas cotizadas y mejorando la rentabilidad de los inversores, con el consiguiente efecto que una mejora en la percepción de la riqueza tendría como estimulo del gasto privado. Es cierto que Robert E. Lucas, sucesor de Friedman en la Universidad de Chicago, calculó que el impacto de las medidas monetarias es a corto plazo y se neutralizan a largo plazo, pero lo que la economía española necesita en estos momentos es, precisamente, un estimulo con resultados a corto plazo.

Con todo, los estímulos monetarios tienen un alto riesgo si no están muy controlados. En primer lugar, tienen el riesgo de relajar los esfuerzos del Ejecutivo por racionalizar la Administración. Todo plan de inyección monetaria debiera hacerse con el compromiso expreso por parte de los gobiernos europeos de seguir con las medidas de recorte del gasto administrativo y de continuar con los recortes en los costes de gestión de los servicios públicos. Otro riesgo es el de que la inflación se pueda disparar, lo cual exige que se controle el aumento de la inflación en tasas muy moderadas y se eviten, además, todo tipo de nuevas burbujas, seleccionando muy bien a quien y para qué se da crédito. Otro riesgo es que tras un periodo de estímulos monetarios, cuando se inicien los recortes, estos puedan producir un frenazo económico que neutralice los beneficios de la fase expansiva e incluso llegasen a ser mayores los daños que los beneficios previos. Lo cual impone que, tras la fase de expansión monetaria, los recortes en las dosis de inyección monetaria sean progresivos e incluso se de a conocer públicamente el plan de reducciones antes de acometerlas, para evitar el otro gran riesgo: que se acometan proyectos poco rentables o mal financiados que no serian rentables en la fase de desaceleración o incluso que no se podrían llegar a terminar. Finalmente, la pérdida de competitividad que una pequeña inflación genere podría ser compensada con la adecuada devaluación en el tipo de cambio del euro.


Evidentemente, el principal escollo para lanzar un plan de expansión monetaria en la Zona Euro son los estatutos del Banco Central Europeo, cuyo énfasis se pone en el control de la inflación, lo cual es razonable, dadas las experiencias de inflaciones desastrosas generadas por abusar de las medidas monetarias, pero que en este momento, y sin perder el control de la inflación, pero tolerando un pequeño aumento saludable en los términos anteriormente expuestos, es de esperar que la mayoría de los Estados Miembros de los Estados Miembros de la Unión Europea estarían de acuerdo en la conveniencia de un plan controlado, y por un plazo definido, de medidas de estímulo por parte del BCE.

 Lo más eficaz y urgente, con resultados inmediatos, sería constituir la Unión Fiscal Europea y pasar a financiar la deuda pública con eurobonos. La ventaja de esta medidaes que tenemos antecedentes históricos que demuestran su eficacia.

Cuando, tras la guerra de la independencia, los EE.UU. se encontraron con una deuda insolvente de los estados miembros, la solución fue hacer una nueva constitución (la Declaración de Independencia era una constitución en si misma) de manera que el Estado Federal asumiese la deuda de los estados, asegurando con ello el pago de todos los bonos emitidos por los estados. No en vano, los principales tenedores de bonos eran miembros de la asamblea constituyente. Así se hizo, funcionó con éxito y debiéramos hacerlo nosotros ahora. Alguno puede pensar que la Unión Fiscal no se producirá porque eso perjudicaría a Alemania. De ser así, cosa que no tiene que suceder necesariamente, pues las sinergias de la unión podrían llegar a hacer que el tipo del eurobono incluso fuese mejor que el del bono alemán, pero caso de que Alemania saliese perjudicada con el cambio, no es más que un problema técnico de fácil solución. En el Anexo C del libro “Hacia un Nuevo orden Mundial”, publiqué una reflexión en la que, en base a un ejemplo de la teoría de juegos fácilmente generalizable, demostraba que:

1-     Si los jugadores buscan aisladamente maximizar su utilidad personal, se produce un equilibrio tipo Adan Smith
2-      Si los jugadores cooperan entre si pueden alcanzar un equilibrio más beneficioso tipo Nash
3-      Pero si los jugadores asumen que uno o varios de ellos puedan alcanzar con la cooperación beneficios muy superiores a los del resto, todos mejorarían si se reparten equitativamente el plus alcanzado.

Si recordamos la escena del bar en la película Una mente maravillosa, vemos que si, en lugar de chicas, la película hubiese presentado un ejemplo con tartas, se había visto la solución de que un estudiante se hubiese quedado con la tarta más grande sin pelea, con la condición de haber acordado previamente dar algunos trozos de ella a los compañeros que se hubiesen quedado con las tartas más pequeñas. Quedarse en un equilibrio Nash negociado, sin la posibilidad de efectuar transferencias compensatorias, supone, como muestra la película, despreciar la tarta más grande, renuncianado a que pueda ser alcanzando un equilibrio óptimo de solidaridad interesada. El equilibrio de solidaridad interesada se logra cuando se está dispuesto en la negociación a asumir transferencias entre los miembros, que compensen los desequilibrios originados en el libre reparto de los beneficios  de la colaboración. Una restricción de la solidaridad interesada es que, para que sea realizable con eficacia, han de ser pocos los miembros de la comunidad comunicativa que aspiran a optimizar el bien común. Una población de cuarenta millones de habitantes solo puede aspirar a alcanzar el equilibrio de Adam Smith, pues resulta inviable una negociación conjunta entre tantos, pero los países de la Unión Europea son un número lo suficientemente bajo que les permite aspirar a superar Nash y alcanzar la solidaridad interesada en todos sus acuerdos, mediante fondos de transferencia. En el caso que nos ocupa, se trata de acordar que si, por ejemplo, con los eurobonos Alemania ha de pagar un 1% más que con el bono alemán, pero otros países pueden reducir su prima de riesgo en tres puntos o más, la solución es que esos países abonen a Alemania un 1,1% anual de su deuda y todos salimos ganando.

Cada país P pagaría                 i.Da.Dp/(D-Da)

Siendo D la deuda total de la zona euro, Da la deuda alemana, Dp la deuda del país P e i el tipo diferencial a pagar como compensación negociada por la diferencia entre el tipo del eurobono y el tipo del bono alemán.

 

 

Anexo C (del libro Hacia un Nuevo Orden Mundial)

Solidaridad interesada, ejemplo numérico

Pongamos un ejemplo numérico. Supongamos una situación con dos actores, involucrados en un juego que no es de suma cero (aumentar el número de actores se reduce a añadir dimensiones a la tabla de utilidades o ganancias) y en el que son posibles tres estrategias por parte de cada jugador. El actor A puede elegir entre las estrategias 1, 2 y 3, mientras el actor B puede elegir entre a, b y c.
Asumamos que las matrices de sus respectivas ganancias son:



Matriz de ganancias de A:                       Actor A
                                           

Estrategias                            1                      2                      3


 
                                                
                      a                      42                    52                    55

Actor B           b                     63                    50                    65

                        c                      75                    60                    70

 
Matriz de ganancias de B:                       Actor A


 
                   Estrategias            1                      2                      3


 
        a                      51                    47                    32

Actor B           b                     45                    30                    42

                        c                      40                    48                    28

Si el actor A aplica el teorema del mínimax de von Niewmann, elegirá la estrategia 3, que le asegura la ganancia máxima entre sus mínimas, es decir, buscaría asegurar una ganancia de: 55 como mínimo, que es superior a los 42 que aseguraría como mínimo con la estrategia 1 y a los 50 que conseguiría obtener como mínimo con la estrategia 2. Es decir, haga lo que haga el otro jugador, el jugador A se asegura una ganancia mínima de 55, si elige como estrategia la 3.

Si el actor B sigue la misma estrategia, elegirá la estrategia a, que le asegura obtener un mínimo de 32, por encima de 30 y de 28 que serían los mínimos que obtendría de seguir las estrategias b y c respectivamente, con independencia de lo que A hiciese.

Hay una situación de equilibrio von Newmann en la casilla superior derecha, al elegir A la estrategia 3, con lo que obtendrá un beneficio de 55, y elegir B la estrategia a para obtener él mismo un beneficio de 32. El beneficio total será de 87. Es la práctica de Adam Smith, quien acertaba al afirmar que el comportamiento egoísta aseguraba el beneficio esperado por los demás, pero lo que la mano invisible asegura es un mínimo.

Si los actores A y B negocian, intercambiándose información, hay otra situación de equilibrio que mejora los beneficios de ambos. Pues si A actúa según la estrategia 2, en la seguridad de que B va a actuar según c, cosa que B hará sin ninguna duda si sabe de antemano, porque así lo han acordado, que A va a utilizar la 2, ambos salen ganando: A obtendrá 60 y B obtendrá 48. Hemos alcanzado un punto de equilibrio negociado de tipo Nash, mediante la acción coordinada de los actores, con el que la ganancia conjunta asciende a 108 y ambos actores mejoran sus ganancias.

Pero hay una solución aún mejor, que es la de utilizar fondos compensatorios o pagos de transferencia. Si A y B deciden utilizar el primero la estrategia 1 siempre y cuando B utilice la estrategia c y simultáneamente A acuerda transferirle a B un pago de 12. Tendremos que A habrá obtenido 75 y B 40, es decir, 8 menos que en el caso anterior, pero tras la transferencia compensatoria de esos 12 (que corresponden a los fondos estructurales o fondos de cohesión social), A se quedará con 63, cifra superior a los 60 de antes y  a los  55 iniciales; mientras que B terminará con 52, cantidad a la que no podía haber aspirado sin la colaboración de A, por mucho que hubiese hecho. La ganancia conjunta asciende a 114.

Por supuesto, se pueden hacer las cosas mucho peor, si se diese el caso de que B tuviese poder suficiente para controlar a A y lo ejerciese, podría adoptar la estrategia a, imponiendo a A que utilice su estrategia 1, con lo que B obtendría 51, su máximo aparente, según sus cuentas (tabla de ganancias de B), mientras que A se tendría que conformar con 40. La acción de dominio que ello supone llevará al actor dominado A a intentar romper su colaboración con B, acción a la que B se opondrá. Es el caso de la antigua Yugoslavia, en la que Servia dominaba política, económica y militarmente, utilizando ese poder en su favor. Mejor que romper la unión entre los eslavos del sur, hubiera sido lograr una democratización auténtica de la república, abandonado Servia la acción dominante y adoptando todos una acción comunicativa que les hubiese permitido optimizar la utilización conjunta de los recursos de la región en beneficio de todos. Otro problema surgiría si, establecido el diálogo, este se plantease como una pugna por convencer al otro de que adopte las medidas que resultarían más ventajosas para nuestros propios intereses, sin plantearse ninguno de los actores involucrados las necesidades de los otros, ni la búsqueda de una solución óptima para el conjunto.

En tales condiciones, en nuestro ejemplo, el actor B dedicaría sus esfuerzos a que A aplique su estrategia 1 para utilizar él mismo la a y lograr obtener 51, sin importarle lo que ello pueda suponer para A, es decir, pretendería convencer a A de que voluntariamente acepte la política que B le impondría, de tener el poder para ejercer una acción de dominio sobre A, aunque fuese un perjuicio para A; mientras que A luchará por aplicar esa estrategia 1 que B le pide, pero siempre que B utilice su estrategia c, a fin de poder obtener 75, sin preocuparle la situación de B, es la solución imperialista, en la que la situación está dominada por un actor que impone sus deseos a los otros. Si no cambian de actitud en su negociación, nunca podrán llegar a ningún acuerdo.



Generalizando en términos matemáticos:

Max aij + Max bij  mayor o igual a cualquier otra alternativa  Max (aij + bij)


Un requisito para poder identificar el óptimo es que cada parte  conozca las necesidades de los otros actores, y las asuma como propias, con la actitud de buscar juntos el bien común; es decir, que se aplique el principio de Burke, según el cual, cada negociador no debe limitarse a intentar imponer sus puntos de vista, sino a buscar en equipo lo mejor para el conjunto. Para lograrlo con eficacia es preciso que el número de actores no sea muy numeroso. Habria que reducir el número de "Comisionados" (lo de Comisarios es un término mas propio de una comisaria que de una comisión)