sábado, 21 de diciembre de 2013

El sistema de creencias



El sistema de creencias

Por Carlos del Ama

A quienes leyeron el artículo sobre La textura del Universo.
 ¡Va por ustedes!

En la entrada anterior sobre La Textura del Universo de este mismo blog, se ha planteado un debate inusual entre los lectores que han contribuido a esclarecer la cuestión participado con sus comentarios. Inusual, porque la mayoría de los 63 artículos del blog no suscitan ni han suscitado jamás ningún comentario. Frente a esa excepcional estadística, el citado texto lleva, a fecha de hoy, más de 80 comentarios; más del triple de los que logró el tema ¿Qué es España? Que es el artículo del blog que ocupa el segundo puesto en número de comentarios. Además, de esa entrada, ha habido más de 240 lectores diferentes, incluyendo quien ha accedido desde China, Serbia, Rusia, Guatemala, Canadá, Alemania, Suecia, Bélgica, Reino Unido, Ucrania, Francia, Méjico, Costa Rica, Estonia, Polonia…(La media por artículo son 18 lectores y todos españoles) ¿A qué se debe tanto interés sobre un tema de un blog de tan reducida difusión?

Mi reflexión me lleva a pensar que lo que está pasando es que se solapan dos niveles de interés y dos cuestiones distintas, una consciente y otra subconsciente: La del problema cinemático del mosquito que cambia de sentido sin detenerse y la más profunda de tener que cuestionarnos nuestro sistema de creencias respecto a la estructura del tiempo. Decía Ortega que las creencias son necesarias para poder juzgar y actuar con acierto. Para Ortega no son solo creencias las religiosas, para él son creencias las ideas que “ni nos las planteamos ni somos conscientes de que las tenemos”, como creer que seguirá siendo el aire respirable cuando salgamos a la calle. No nos lo planteamos al ir a salir, pero lo creemos firmemente sin ser conscientes de nuestra creencia. Las creencias son el referente sólido y estable desde el que interpretamos la realidad con la que nos enfrentamos y nos proporcionan la seguridad de acertar en lo que hacemos. Como el sistema de creencias es un entramado coherente y estable, cuestionar una sola creencia pone en cuestión el conjunto de ellas, por lo que hacemos todo lo posible por evitar que eso ocurra. La principal forma de defensa de nuestras creencias es ignorar o negar cualquier evidencia que las pueda poner en duda. De ahí la dificultad del diálogo entre defensores de ideologías diferentes. También decía Ortega que si “persistimos en algún error de conocimiento, la realidad terminará por imponerse y acabaremos por tropezar con la verdad irrebatible de los hechos, cometiendo errores prácticos”. Quizás sea eso lo que explique los fracasos históricos de algunas ideologías. Pero ese no es el caso aquí, nuestras vidas seguirán siendo las mismas con indiferencia de que el tiempo se deslice o salte en torno y junto con ellas y seguiremos siendo tan puntuales o impuntuales como siempre lo hemos sido.

El problema cinemático que se plantea en el artículo no es difícil. Son dos móviles con trayectorias rectilíneas y velocidades constantes. Los componentes dinámicos del proceso tampoco son complicados, dos masas constantes y conocidas y un impacto frontal. La cuestión queda clarísima si se asume que el tiempo es discontinuo, admitiendo que en un instante el mosquito va en un sentido a su velocidad de vuelo y en el instante siguiente, en el que se produce el impacto, el sentido del movimiento se invierte y el viaje del mosquito pegado al tren se reinicia y continúa a la velocidad del tren. No existiendo ningún instante intermedio en el que el mosquito se pare. Pero el problema de fondo radica en la dificultad que tenemos para asumir la discontinuidad del tiempo, dado que ello forma parte de nuestro sistema de creencias más arraigado. Recordemos que llevamos toda una vida asumiendo que el tiempo es continuo y funcionando en nuestras vidas con éxito, sin que nos afecte negativamente en nuestra experiencia diaria el creer vivir en un tiempo continuo; al menos, en tanto no nos arrolle un tren.

La inviolabilidad de nuestro sistema de creencias es garante de nuestra propia identidad. Unos dicen que somos lo que comemos, otros que somos lo que nuestros genes hacen de nosotros, otros que somos lo que hacemos…la realidad es que somos lo que creemos y de ello depende lo que comemos, lo que hacemos y lo que pensamos. Lo que creemos ser y, también, lo que creemos que los otros y el mundo son. Cuestionar el sistema de creencias es cuestionar, al menos en parte, lo que somos y cómo es el mundo que nos rodea.

Todas las cuestiones periféricas que se van planteando en los comentarios al artículo de referencia: la deformación del mosquito, el principio de relatividad, la amortiguación del impacto, la posible elasticidad o plasticidad del choque…son la misma cuestión: nuestra resistencia a asumir que el tiempo es discontinuo y el empeño en creer que es continuo. El problema de fondo es la discontinuidad del tiempo. El vuelo del mosquito es solo un indicio de esa discontinuidad. Cuando el dedo señala un fenómeno curioso, no debiéramos entretenernos mirando al dedo, pero es normal que eso ocurra cuando el propio dedo también es un fenómeno curioso en sí mismo.

Centrémonos en la discontinuidad. Vivimos en un mundo crecientemente digital, las discontinuidades son evidentes por todas partes, pero nuestra mente insiste en recomponer la continuidad. La pantalla del ordenador y la de la televisión están fraccionadas en pixeles, pero nosotros recomponemos una imagen continua. El cine procesa una serie de fotogramas fijos y discretos, pero nuestra mente integra una secuencia dinámica y continua. La materia está compuesta de átomos, pero la manejamos como si fuese continua y homogénea. La luz del sol es percibida por un flujo continuo de luz y calor, pero sabemos que son chorros de fotones discretos. En ese contexto cultural, se nos sugiere la posibilidad de que el tiempo también sea discreto, pero, ante tan desconcertante novedad, nos negamos a considerar que pueda ser verdad, y eso a pesar de que al tiempo lo medimos mediante intervalos discretos, sea con relojes digitales o por granitos de arena que van cayendo por gravedad, de uno en uno, de un recipiente a otro o por relojes analógicos que progresan con un tik-tak tras otro. Los relojes de agua avanzan a golpe de balancín. Los relojes atómicos de resonancia de mayor precisión cuentan impulsos, uno a uno, impulsos muy pequeños, pero discretos. Incluso los relojes de sol, a pesar del aparente deslizamiento continuo de su sombra, progresan fotón a fotón.

Nos cuesta admitir que podríamos estar equivocados en lo que venimos creyendo y, como consecuencia, buscamos modos de evitar plantearnos otras alternativas. Nos supone un serio esfuerzo asumir que el tiempo pueda ser discontinuo, revelándonos ante semejante idea; máxime, cuando la mente tiende a establecer la continuidad en todo. Sin embargo, cuando de repente admitimos la discontinuidad, algo ocurre en nuestro cerebro que ilumina nuestra visión del mundo con una luz nueva que nos descubre matices nunca percibidos, es como una revelación enriquecedora y clarividente. Decía Parménides que había dos caminos hacia el conocimiento: el de la opinión, que era más largo y tortuoso, por lo que era fácil perderse por él, y el camino de la verdad, que era más corto y directo pero que no dependía solo de nosotros, ya que a la verdad solo se llega mediante la revelación. (Parménides dijo que no dependía de nosotros. Yo me he permitido añadir el “solo de nosotros” por lo que dijo Einstein de que “un minuto de inspiración requería varias horas de transpiración”)

Cuando el tiempo se nos revela como discontinuo, la consecuencia inmediata es reconocer que toda la realidad, incluidos nosotros mismos, estamos constituidos por una nube de partículas elementales que van saltando de la posición-estado en la que se encuentran en un instante dado a otra posición-estado que asumen al instante siguiente en una secuencia de estados discretos que saltan de hodón en hodón (utilizando el término que nos propuso Renato para designar cada nódulo espacio-temporal, término tomado, como él mismo señala en uno de sus comentarios, de Robert Levi quien posiblemente lo tomase del término griego hde que significa YA). Como en las películas, somos una serie de fotogramas fijos que se integran en una secuencia que percibimos como continua por la rapidez con la que se suceden. A pesar de los esfuerzos de Heráclito quien, inspirado en el fuego, defendía aquello de que “todo pasa y nada es”, la filosofía occidental ha vivido durante siglos del ente estático de Parménides. La dinámica de la evolución del ser no se trata sistemáticamente en filosofía hasta que aparece la razón histórica de Ortega, quien abandona, por fin, la ontología quietista del ser de Parménides por una ontología dinámica del suceder, que será continuada por Heidegger y esclarecida por García Morente. Ahora, nosotros, podríamos sintetizar las dos visiones del ser y el suceder mediante una concepción de la realidad como un estado que permanece en su ser hasta que salta a otro estado de ser y afirmar que “todo es pero no permanece tal cual durante mucho tiempo”, pues con cada cronón, toda partícula constituyente de la realidad brinca a un nuevo estado de su ser, pasando de hodón en hodón. (Siendo el hodón la unidad indivisible espacio-temporal de la que el cronón es su dimensión temporal. El resto serían dimensiones espaciales). El cambio no será lo continuo que predicaba Heráclito, pero sí lo suficientemente frecuente y rápido como para parecerlo. Esa concepción de la realidad nos presenta una visión del mundo y de nosotros mismos que nos invita y reta a aprovechar las posibilidades que nos ofrece ese tipo de cambio permanente para  mejorar constantemente como seres humanos.

¡Un escalofrío me estremece! Si somos coherentes con lo dicho hasta aquí, tenemos que concluir que, entre cronón y cronón, todo lo que nos rodea desaparece. Lo cual no debiera ni alarmarnos ni afectarnos, pues entre cronón y cronón, tampoco nosotros estaríamos presentes para verlo. Además, que desaparezca no quiere decir que deje de existir. Pero necesitamos asumir dos hipótesis que nos reconcilien esta insólita idea con la experiencia: La primera, el sincronismo universal. Los cronones debieran estar todos alineados, de forma que no se produzcan solapes entre cronones de diferentes hodones. En caso contrario, se podría dar la paradoja de que un tren lo suficientemente rápido y corto, podría cruzarse con un mosquito que vuele hacia él sin arrollarlo, atravesando el mosquito al tren, aprovechándose de poder seguir volando mientras el tren se encuentra ausente entre dos cronones desincronizados con los del mosquito. Las partículas del mosquito no chocarían con las del tren, dado que estarían en el mismo sitio pero en instantes diferentes, sin coincidir nunca a lo largo del cruce. ¿Acaso, en el fondo, el efecto túnel es producto de los intervalos atemporales que producen los cronones? La segunda hipótesis es que entre cronón y cronón no haya nada, comenzando cada uno de ellos donde termina el anterior, de manera que al estar indisolublemente unidos, nada quede fuera de los cronones, apareciendo en el siguiente lo que desaparece del anterior, quedando todo patente en todo momento, ya sea en un cronón o en otro. La situación sería semejante a la de una serie de bombillas alineadas a lo largo de una recta en la que una de ellas está encendida durante un cronón y, al apagarse, se enciende simultáneamente la siguiente durante igual intervalo de tiempo; de manera que siempre hay una bombilla encendida y la luz, imagen de la realidad observada, nunca desaparecería. Si la recta sobre la que se alinean las bombillas representa el eje del tiempo, veríamos como la realidad (la luz) progresa a saltos a lo largo del tiempo sin dejar de estar presente.

No hace mucho, leí un anuncio que decía: “Comparte tus conocimientos y tendrás nuevas ideas”. Lo interesante del ejercicio sobre La Textura del Universo ha sido que, al compartir una mísera intuición sobre el tiempo, he aprendido, gracias a vosotros, no poco sobre mí mismo y los demás. ¿Opinión o verdad? Seguro que la diosa de Parménides lo sabe. ¡Quién pudiera subirse a su carro!

Me encantará leer vuestros comentarios, que espero impaciente.

Nota: Quien no haya leído el artículo al que nos referimos, lo encontrará, junto con los comentarios de los lectores, en:

http://carlosdelama.blogspot.com.es/2013/12/la-textura-del-universo.html

8 comentarios:

Renato dijo...

Hola Carlos.
Muy pero que muy interesante este nuevo artículo. Efectivamente lo mas interesante del choque Ave-Mosquito no está en nuestra percepción sino en la del mosquito. La idea de la muerte gira frívolamente alrededor de todo el problema.
La discontinuidad del tiempo implica discontinuidad en todos los seres que necesitamos ese mágico fluido para existir.

Me sorprende esa afirmación que haces y yo no entiendo acerca de que el desaparecer no implica no existir.
Los muy sabios hablan de múltiples dimensiones enrolladas. ¿Podrán ser algunas de ellas de naturaleza temporal?
Si entendemos el Espacio-Tiempo como ligados, el par hodón-cronón deberán estar ligados de la misma manera. Para mi la relación de identidad entre Materia y Energía solo puede ser entendida dentro de la dualidad onda-corpúsculo. Por eso pienso que la estructura del espacio-tiempo debe ser considerada como ondulatoria. De nuevo aparece el fluido eter cuántico donde vibran los hodones y los cronones.
Si aceptamos a priori que el tiempo y el espacio son continuos, y el axioma del supremo nos permite establecer una completitud de los mismos como magnitudes biyectivas con los números reales, el mosquito se para, se chafa, se gelatiniza, pierde su esfericidad, se desparrama, esparce sus humores y que se yo.
Pero si admitimos que el espacio-tiempo es discontinuo ciertamente se puede producir ese efecto tunel mosquitero, ya que el choque se podría producir en un segmento inexistente (?)
En la comida tan agradable que tuvimos, hablamos brevemente de la cicloide prolongada. Esa mágica curva que demuestra que en un tren al avanzar siempre hay algunas partes del mismo que retroceden incluso con relación a un observador externo.
Paradojas de la braquistocronas.

Tengo que dejarte, seguiremos hablando.

Carlos del Ama dijo...

Sobre el desaparecer

La esencia no siempre implica existencia, según Santo Tomás solo la esencia divina implica existencia, pero la existencia suele manifestarse con presencia y patencia. La presencia es estar ahí, mostrar la apariencia, y la patencia es hacerse notar.

Cabria pensar en presencias no patentes, incluso, como en el caso del clamufaje, que se reduzca la patencia a nivel de querer disimular la presencia.

En el caso de estar en otro sitio, se puede seguir existiendo pero sin presencia local, se estaria sin mostrar la apariencia, se estaria desaparecido.

Renato dijo...

Persiguiendo a un mosquito.

"La ciencia es el lenguaje de la mente y los sentidos son el soporte de las creencias"
Como verás a la hora de fabricar frases chorras pero demoledoras todos nos las apañamos bastante bien.
¿Por qué cuando señalamos la estrella, siempre miramos el dedo?

Por seguridad.

Las estrellas son grandes pero las vemos pequeñas, el dedo es mas pequeño pero lo vemos mas grande. Somos humanos y sabemos que hay menos riesgo mirando el dedo.

La filosofía pretende construir la realidad a partir del hombre. Generaliza a partir de lo particular y por eso nunca puede llegar al conocimiento total. Además diseca sin medir.Somos NO-A.
La ciencia pretende entender la realidad a partir de la observación de la naturaleza, y entiende al hombre como sujeto y objeto del estudio. Por eso sabe que la medida altera el resultado a medir.
Por tanto ¿Qué diferencia hay entre la Filosofía, la Ciencia y la Magia?
Cuando respiramos, ¿Absorbemos aire o solo dilatamos los pulmones? ¿Tenemos en cuenta la presión atmosférica?
¿Sabemos lo que es nuestra vida, o simplemente la vivimos? ¿Sabemos lo que es la muerte de los demás o simplemente los enterramos?
Inducción, deducción, abducción,... Magia.
Ritos que crean un código incompleto, indemostrable, impracticable.

Somos abogados de imposibles. Nos atraen las paradojas. Ahí está Dios, en la cuadratura del círculo y en el rectificado de la cicloide.
Ya, a estas alturas de la historia sabemos que nuestros sentidos nos engañan y que nuestras creencias se corrompen.
Propongo una paradoctorada.

Sea una circunferencia apoyada sobre una linea horizontal. Trazemos el radio perpendicular al suelo y marquemos dos puntos del radio. Uno sobre la circunferencia, en contacto con el suelo y otro intermedio a una distancia del centro r'.
Hagamos ahora rodar la circunferencia sin deslizamiento exactamente una vuelta, y detengamosla. El radio dibujado estará de nuevo perpendicular al suelo. Todos los puntos de la rueda han recorrido exactamente la misma distancia y han dado exactamente un vuelta. El punto de la circunferencia ha recorrido como es obvio 2pierre y el intermedio 2pierreprima. Pero han recorrido lo mismo.

¿Será posible?

Carlos del Ama dijo...

Pero como el centro de ambas circunferencias esta en el eje de la rueda y se desplaza horizontalmente, tanto el punto en la circunferencia de rodadura como elpunto intermedio a medio camino entre el eje y la via han descrito una solenoide de diferente amplitud pero cuya proyeccion sobre la via coincide y es 2 pi r

Carlos del Ama dijo...

Efectivamente, el punto en la periferia ha "viajado" más, pues cada vuelta sube más alto que el otro y baja más que el otro, pero ambos avanzan lo que avanza el eje

Carlos del Ama dijo...

Correccion:

Donde dice solenoide debe decir sinusoide
Perdón

Renato dijo...

Perdona Carlos, he tenido unos pequeños problemas en el hogar y no me funcionaban los aparatos demoníacos de la comunicación global. Veremos a ver si no me vuelven a fastidiar.
El tema que proponía es por supuesto mas trivial que el de las creencias, pero no es tan "de cajón". Ahí es donde entran las creencias. Algunas de ellas son intuitivas y chocan con la ciencia ( magia).
a) El eje de la rueda, que efectivamente es el centro de la circunferencia, no gira, son todos los demás puntos de la rueda los que giran alrededor de él. Sin embargo avanza la misma distancia que todo el tren en cada vuelta de rueda. Eso quiere decir que es arrastrado. Es arrastrado por la rueda.
b) En el círculo de la rueda los puntos se mueven con diferente velocidad, no solo los unos y los otros, sino cada uno en función de la distancia del punto a la linea de desplazamiento (suelo). Cuanto mas separados están mas rápido van. En el punto de contacto con el suelo su velocidad es mínima. Los mas exteriores se paran y los de debajo, la pestaña de sujeción retroceden. El avance de cada uno es parte recorrido (viaje que tu dices) y parte arrastre de la rueda. Curioso, partes de la rueda ruedan y parte son arrastrados por la misma rueda.
c) Con perdón y modestia, ni solenoide ni sinusoide.Ya Galileo conocía la familia de las Trocoides, y puso nombre a la Cicloide normal. La de la pestaña exterior es una cicloide alargada.

Felices Reyes.

Carlos del Ama dijo...

Gracias por la información de la cicloide