Nos dijo Kant que hay tres preguntas fundamentales:
·
¿Qué podemos saber?
·
¿Qué nos cabe esperar?
·
¿Qué debemos hacer?
La primera lleva implícitas las cuestiones que quisiéramos
saber. Son cuatro las cuestiones fundamentales que todo ser racional se hace:
·
¿Dónde estamos?
·
¿De dónde venimos?
·
¿Quiénes somos?
·
¿A dónde vamos?
La primera de ellas es la más perentoria. Si cualquiera de
nosotros fuésemos drogados y trasladados a un paraje desconocido, al despertar,
la primera pregunta que nos haríamos sería: ¿Dónde estoy? Como dijo Martin Heidegger: “El hombre ha sido arrojado al
mundo”, por lo que nos encontramos en una situación análoga al drogado que
despierta en paraje desconocido, razón por la que la pregunta por ¿Dónde
estamos? Es relevante para todos nosotros.
La respuesta a esa pregunta, que toda civilización se hace en
plural porque la respuesta es social, constituye una cosmovisión. Una cosmovisión
es la respuesta que cada civilización se da a la pregunta sobre dónde estamos.
Una cosmovisión es una descripción coherente del universo. Son tres los
elementos fundamentales de toda cosmovisión: la noción de espacio, la noción de
tiempo y la razón por la que las cosas son y son como son. Durante siglos, las
cosmovisiones han sido mitológicas. Por ejemplo, los egipcios afirmaban que el
universo, en cuanto espacio, es una caja que encierra al Nilo, formada por la
diosa Nut que apoyaba las manos y los pies en el suelo. Su pecho y su vientre
estaban cubiertos de estrellas, entre las que destacaba la Via Lactea como Nilo
celestial.
En Occidente, la primera cosmovisión racional documentada se
la debemos a Aristóteles. Para Aristóteles existen cosas y procesos, las cosas
es lo que permanece y los procesos son cambios. El espacio es lo que hay entre
las cosas y el tiempo en lo que hay entre sucesos. Los sucesos más frecuentes
son los movimientos de las cosas, que se explican en la física aristotélica por
la naturaleza de las cosas. Las cosas están formadas por cuatro esencias: la
tierra, el agua, el aire y el fuego. Cada esencia tiene un lugar natural, el de
los sólidos es la tierra, el del fuego es el cielo, el aire se sitúa entre el
cielo y el suelo y el agua si se condensa en líquido cae el suelo y si se
evapora va al cielo. La física (la mecánica) aristotélica se explica porque
cada esencia tiende a su lugar natural, así, si soltamos una piedra caerá al
suelo. Podemos comunicar energía a las cosas para que se desplacen, un ímpetu lo llamó Aristóteles, de forma
que si lanzamos una flecha el ímpetu hará que se desplace por el aire pero a
medida que el ímpetu se vaya gastando, la flecha irá cayendo a su lugar
natural. Hay una quinta esencia de la
que están formados los astros celestes, esencia que no tienen lugar propio, por
la que los astros van errantes por el espacio a lo largo del tiempo. Las cosas
son lo que son por su forma. El hilemorfismo aristotélico considera que las
cosas son fruto de que la materia adquiere una forma determinada que las hace
ser lo que son. La forma de Aristóteles es herencia del concepto de idea de su
maestro Platón. Al igual que las ideas, las formas son eternas y ajenas a la
física. La física describiendo lo que se observa se complementa por la
metafísica que intuye lo trascendente y entre ambas se configura una cosmovisión
que Aristóteles complementó con una Etica, una Estética y una Lógica. La
cosmovisión aristotélica, una visión coherente y contrastable con la
experiencia cotidiana, se impuso durante 20 siglos a cristianos, judíos y
musulmanes por igual.
Cuando Galileo observó la luna por el periscopio, se vio que
la luna era una gran piedra. Al no poder explicar como una gran piedra no caía
al suelo, la física de Aristóteles quedó desprestigiada y con ella toda su
cosmovisión. Tuvo que llegar Newton para das la solución al problema planteado,
aportando una nueva física basada en la teoría de la gravedad: las cosas se
atraen con una fuerza proporcional a sus masas e inversamente proporcional al
cuadrado de sus distancias. La física de Newton unificaba la mecánica de la
tierra con la de los cielos. Frente a los conceptos relativos que Aristóteles
tiene del espacio y del tiempo, para Newton son absolutos, no dependen de que
haya cosas ni que ocurran sucesos que los determinen. El espacio es un vacío
infinito, continuo y cartesiano que puede o no ser ocupado por cosas y el
tiempo una secuencia continua al margen de que ocurran sucesos o no.
Kant se estudió Los Principia de Newton y escribió las
críticas. En ellas desarrolla una ética
basada en el imperativo categórico, una estética transcendental y una
metafísica basada en el en sí de las cosas, lo que hace
que las cosas sean lo que son es su en sí,
que no se ve pero se manifiesta en las cosas al hacerlas aparecer como lo que
son. Desde un punto de vista metafísico y subjetivo, para Kant, el tiempo y el
espacio son formas a priori de la
percepción, es decir, constituyen un esquema subjetivo que permite ubicar
mentalmente las percepciones y los recuerdos. La cosmovisión Newton-Kant dominó
sin alternativas hasta principios del siglo XX.
Es la cosmovisión que nos enseñaron en la escuela y que seguimos teniendo interiorizada y
asumida, pero con la aparición de la Mecánica Cuántica y la Relatividad, los
conocimientos han cambiado y la cosmovisión newto-kantiana se ha desmoronado.
Einstein resolvió las deficiencias de la mecánica de Newton
mediante la teoría de la relatividad, planteando que el espacio-tiempo es un
continuo del que son dimensiones. El espacio deja de ser el escenario vacío que
nos describió Newton para ser una estructura flexible aunque invisible, que se
deforma al ser ocupado y deformado por la materia, siendo esa deformación la
que produce el campo gravitatorio que encauza la materia hacia determinados
focos de atracción.
En paralelo, la Mecánica Cuántica explica el comportamiento
de las partículas elementales. Ambas disciplinas explican fenómenos que eran
hasta entonces inexplicables y hacen numerosas predicciones que se comprueban ser
correctas. El problema es que no son reconciliables. Mientras la Relatividad
explica lo macroscópico, la Mecánica Cuántica explica lo microscópico sin
comunicación entre ellas. Es como si la una interpretase el sonido y la otra la
luz, proporcionando ambas informaciones correctas sobre la realidad pero sin
posibilidad de comunicarse entre ellas. Sin embargo, en los últimos años se
está desarrollando teorías cuánticas del espacio que prometen unificar la mecánica
cuántica con la relatividad. Una nueva cosmovisión está emergiendo tras el
horizonte científico.
La cosmovisión emergente considera que tanto el espacio como
el tiempo no son continuos. Al igual que la materia no puede ser fraccionada a
partir de un determinado tamaño, de donde viene el nombre de átomo
(indivisible), ni el espacio ni el tiempo pueden ser divididos por debajo de
determinadas magnitudes. Una de las teorías cuánticas espaciales más
desarrolladas en este momento es la Loop Quantum Gravity LQG. Los
nódulos o átomos espaciales sería pequeñísimos tetraedros a la escala de Plank,
que estarían separados los unos de los otros pero formarían estructuras
entrelazadas por espinors, procesos
giratorios, configurando un entramado
que constituye el tejido espacial. El espacio resulta ser una trama de energía
fundamental estructural constituida por elementos cuánticos de “reticulas de
energía”. Las ondas gravitacionales, como vibraciones de esa retícula espacial,
ponen de manifiesto la realidad de la estructura espacial y nos muestran la
íntima vinculación de todo el universo a través de esa retícula común, todo y todos
formamos parte de una única realidad y los entrelazamientos cuánticos llaman la
atención sobre la estrecha relación entre los elementos del cosmos por
distantes que se encuentren entre sí. Los tetraedros espaciales oscilarían
entre diferentes valores propios de su volumen, que matemáticamente pueden
estar definidos por un conjunto de cuatro vectores perpendiculares a cada y
cuyo módulo sería igual a la superficie de la cara correspondiente y un escalar
que indica el volumen. Al tener el tetraedro seis aristas, no queda
perfectamente definido por cinco parámetros, lo que le permite pulsar entre
diferentes estados cuánticos en función de la masa-energía que contengan en
cada instante. El giro de los espirones constituiría el tiempo. Para homologar
el tiempo a una dimensión espacial, a una longitud, habría que multiplicarlo
por algo con dimensión [LT-1], es decir: una velocidad.
Multiplicarlo por una longitud y dividirlo por el tiempo. Recordemos que Einstein
multiplica el tiempo en su métrica por la velocidad de la luz. La dimensión
temporal no sería una cuarta dimensión cartesiana, sino una velocidad en
polares, un giro. Un giro cuántico, a impulsos discretos, definido por los
espirones. El desarrollo matemático de la nueva teoría puede consultarse en el
libro del profesor Carlo Rovelli y
Francesca Vidotto, Loop Quantum Gravity. Cambrige U. Press. UK 2015. La nueva cosmovisión está lejos de
proporcionar la confirmación intuitiva y verificación inmediata mediante la
observación directa que nos aportaba la física aristotélica, pero parece estar mucho
más cerca de la realidad que aquella.
Nos quedaría por determinar la razón por la que las cosas son
lo que son, el elemento metafísico que explique y esclarezca las
Ideas de Platón, las Formas de Aristóteles y el En
Sí de Kant a la luz de la nueva física. La Mecánica Cuántica nos
muestra que el constituyente último de la realidad son fluctuaciones cuánticas,
información. La realidad última de la realidad Información, una
realidad asociada con la entropía y determina la evolución del cosmos. En el
fondo, todo es y somos información, algo que, por el llamado principio menos
uno, sabemos que es indestructible. Cuando desaparecen las cosas queda la
información sobre ellas, las huellas que dejen, los restos que persistan, los
recuerdos que queden de ellas y, como afirmaba Platón, las Ideas eternas que
constituyen todas y cada una de las cosas que existieron, existen y pueden
llegar a existir, previsiblemente como partes integrantes del conocimiento
absoluto. A las ideas de Platón, Plotino, en las Eneidas, las llamó las almas de las cosas, siendo las almas
de los seres racionales conscientes y la del Ser Absoluto omnisciente.
2 comentarios:
El pensamiento no puede ser atrapado en una fórmula. Gira sobre el universo y desarrolla la imaginación en el conjunto galáctico.
No hay control en su dimensión ni en su velocidad. Es etéreo y por consiguiente, incontrolable. No así las expresiones humanas, que son sometidas a las leyes(?) del universo, leyes que aún no conocemos, aunque nos vamos acercando a varios millones de distancia. El cerebro, es materia(?), es química? es entelequia?. Lo tenemos en la tierra, millones de ellos y no hemos sabido sus conexiones, su profundidad de conocimiento. Su futuro aún es desconocido y en el afán de conocimiento, nos perdemos en la eternidad de la existencia.
Dios está en esa incógnita y sólo Él conoce las dimensiones del ser humano y su evolución en el universo eterno.
Un abrazo.
El cerebro es un órgano que capta y procesa información con el objetivo funcional de mantener vivo al ser al que pertenece. Para ello observa y selecciona información relevante sobre el organismo al que sirve y sobre el entorno en el que se encuentra.
Publicar un comentario