Ponencia presentada en el Simposio de
AEDOS sobre la conciencia en la Asociación de Filosofía y Ciencia Contemporánea
Universidad de Comillas, Madrid 11 junio
2016
Las líneas fronterizas entre ciencia y fe
son objeto de permanente disputa y están mal delimitadas. Pero allí donde
algunos ven fronteras que hay que defender y patrullar, yo veo confines
porosos que piden a gritos que los exploremos de forma creativa y
productiva.
Alister
McGrath
Parece
como si yo hubiera sido solamente un niño pequeño jugando en la playa,
entretenido en hallar de vez en cuando un guijarro más liso o una
concha más bonita de lo normal, mientras el gran océano de la verdad
se extendía inexplorado frente a mí.
Isaac
Newton
Resumen
La física actual pone de relieve dos
aspectos de la naturaleza que permiten, por primera vez, tender un puente desde
lo físico a lo racional, de la res-extensa a la res-cogitans: 1.- Considerar a
la información como constituyente de la esencia y 2.- La identificación de la
existencia de un límite al espacio-tiempo que delimite el más allá. La
comunicabilidad entre lo trascendente y lo inmanente se puede explicar
asumiendo las conclusiones de la física moderna sobre la naturaleza última de
la realidad como información. En la teoría holográfica del mundo físico se
entiende a la realidad física como representación de la
manifestación espacio temporal de una información original, que podría ser
trascendente, que se proyectaría sobre una superficie que englobe al universo y
desde ella se proyectaría de nuevo, holográficamente, sobre el espacio-tiempo,
generando al universo como representación. La concepción platónica de las
esencias como ideas y el relato de Plotino sobre la emergencia del universo
desde la nada física de un Uno metafísico toman un nuevo sentido a la luz de
las nuevas teorías de la física. En el ámbito de la conciencia se
articulan la información percibida con su interpretación, actuando como catalizadora
de la concreción de lo potencialmente probable en la realidad concreta. La
reflexión lleva a la conclusión que no es el pensamiento un efecto de la
actividad física sino que la física es una manifestación de un pensamiento
previo.
Inmanencia y trascendencia
Los ámbitos de la ciencia y el de la fe,
cuando no han estado aislados el uno del otro, han estado, con frecuencia
aunque no siempre, enfrentados. Isaac Newton se lamenta de que la ciencia se
limita a explorar un litoral que la separa y aísla de un inmenso océano de una
verdad inaccesible. El propósito de esta reflexión es otear, desde el suelo
relativamente firme de la ciencia, el abismo de la trascendencia.
Decía el biólogo Stephen Jay
Gould que la ciencia no es atea ni teísta. El químico Alister
McGrath asume la sentencia de Gould, añadiendo que "Las ciencias
naturales tienen una envidiable reputación de fiabilidad y veracidad a base de
reconocer sus límites...La ciencia no presupone ninguna opinión religiosa,
política o social. Siempre podrá argumentarse que es congruente con muchas de
ellas".
Partamos de que nuestro conocimiento de la
trascendencia se limita a un concepto intuitivo de lo que se queda fuera del
espacio-tiempo y, por consiguiente, es un ámbito eterno y adimensional o,
alternativamente, tiene unas dimensiones espacio-temporales ortogonales con las
de nuestro espacio-tiempo, por lo que, de poder ser accesibles desde nuestro
universo, se las percibiría como puntuales es decir, serían inobservables.
Podría representanrse matemáticamente el conjunto como un universo integrado
por dos subespacios, uno físico y otro metafísico, tales que todo vector
alineado a lo largo de una dimensión cualquiera de uno de los subespacios, si
se multiplica escalarmente por otro vector alineado con cualquier dimensión del
otro subespacio, el producto daría cero. No debe extrañarnos el que, de haber
algo trascendente, no pueda ser observado desde el subespacio físico, pero el
hecho de no lograrlo no implica su inexistencia. Cuando los microbios no se veían,
también existían.
La ciencia, durante los últimos tiempos,
ha dejado claro que la esencia de todo lo creado es información. La
mecánica cuántica especifica que la base última de toda materia-energía
contenida en el espacio-tiempo son campos de ondas, vibraciones, es decir:
información y la reciente teoría LQT describe al espacio-tiempo como un campo
cuántico de bajo nivel de energía, es decir, también información.
Adicionalmente, a partir de observaciones y descripciones sobre los agujeros
negros, se ha visto que la información sobre todo lo que cae dentro de un
agujero negro queda reflejada en la superficie del horizonte de sucesos del
agujero, llegándose a la conclusión de que toda la información contenida en un
volumen se encuentra íntegramente descrita por la información contenida en la
superficie que encierra a ese volumen, razón por la que se puede describir al
mundo como un holograma producido al proyectar la información
periférica sobre el espacio-tiempo, teoría científica que ratifica la aseveración
de que toda la realidad es información, añadiendo que toda la información que
configura al mundo holográficamente está contenida en una superficie que
encierra al mundo. Desde la más remota antigüedad, la humanidad ha considerado
que toda la información sobre la inmensidad del universo quedaba proyectada
sobre una esfera celeste con centro en el observador. En el límite, si
existiese una superficie que rodease todo el contenido del espacio-tiempo, la
totalidad del universo, toda la información de lo contenido en ella sería
percibido por un observador externo a esa superficie como proyectada sobre la
cara de esa superficie y un observador situado dentro, vería esa misma
información como proyectada desde fuera, es decir, desde la trascendencia al
espacio-tiempo y como situada ahí fuera.
La ciencia también nos dice que el
universo se encuentra en expansión, por lo que a la pregunta: ¿Que hay más allá
de la superficie de información holográfica que envuelve y delimita al
universo? se añade otra pregunta: ¿Hacia dónde se expande el universo?
planteándose la existencia de algo más allá. Otro indicio de un más allá del
espacio-tiempo lo encontramos en la teoría de Big Ban, al platearse qué habría
antes del origen del tiempo. Adicionalmente, dado que la vida es un proceso
temporal y cada individuo vivo tiene un origen y un final, todo individuo
consciente se ve abocado a la consideración de su propio final. La conciencia
de su condición mortal le obliga al hombre a plantearse la cuestión del más
allá sin necesidad de haber alcanzado la ribera del océano de lo
trascendente del que nos hablaba Newton y que se situaría en los lindes
del espacio-tiempo. Ante esto, no tenemos más remedio que asumir que, tanto la
conciencia de la muerte, como la ciencia actual, nos fuerzan a posicionarnos en
esa orilla ante el más allá que nos invita a sondear lo inobservable. Indagar
en la trascendencia es misión de la metafísica, pero nuestra intención es
partir de la física delimitando y acotando el ámbito de la especulación
metafísica antes de zambullirnos en ella, empezando por buscar qué podemos
encontrar dentro del espacio-tiempo que pueda haber transcendido a través de
ese confín poroso que intuye Alister McGrath y ver a qué nos lleva.
Todo es información. En el espacio-tiempo,
la información se codifica como energía. La energía adopta varias formas. La
forma más elemental son radiaciones. También se presenta como materia, como
estructuras, como vibración térmica, como desplazamientos dentro del
espacio-tiempo, hoy sabemos que el propio espacio-tiempo es una forma de
energía y son energía las oscilaciones y deformaciones del espacio-tiempo en
función de su contenido de materia-energía. La información es también una forma
primaria de energía que induce a determinadas formas de acción. La
vida emerge contra la probabilidad que la entropía impone, creando orden
del desorden, fabricando moléculas de creciente complejidad a costa de consumir
información con la ayuda del diablillo de Maxwell. Toda la información que es
capaz de recopilar la vida y derivar de la que ya posee, es codificada en
largas cadenas de ADN que ordenarán y regulan la elaboración de otras moléculas
necesarias para, siguiendo un plan preestablecido, configurar un organismo
vivo, capaz de reproducirse y evolucionar, a lo largo de una escala de
creciente complejidad, hasta conseguir elaborar cerebros pensantes. La clara
contribución de la información a la formación y desarrollo de la vida, contra
toda posibilidad termodinámica, prueba la función de la información como energía.
La gran cuestión es cómo se codifica la información fuera del espacio-tiempo,
qué significado tiene la información que configura y unifica todo lo
observable, cómo influye en lo que sucede y cómo se utiliza para que algo
suceda en base a ella. La ciencia presupone la inteligibilidad de lo observado
y se asume capaz de interpretar lo que se nos muestra, dándole sentido,
asumiendo que lo observado es información. Como ya señalara Galileo, uno de los
atributos del conjunto de la información original, además de su intrínseca
unidad, es su capacidad nomológica y nomogénica en base a
su índole lógico-matemático. Nos sentimos capaces de responder a nuestras
propias preguntas y dar respuestas coherentes y verosímiles a lo que ignoramos,
respuestas que exigimos sean congruentes con lo que creemos saber por nuestras
observaciones por la exigencia lógica que la información se auto impone. Si la
ciencia nos da respuestas empíricas a las cuestiones físicas, la razón se ve
forzada tanto a proponer teorías consistentes en física como a dar respuestas
racionales a las preguntas metafísicas sobre temas que caen fuera del ámbito de
la física, respuestas que deberán ser coherentes en sí mismas y congruentes con
lo que la física nos enseña sin otras bases que la propia información y sus
reglas. Son las restricciones nomológicas de la información el aval de la
validad de la reflexión.
La diferencia entre la metafísica y la
religión es la revelación. El problema de la ciencia con la religión está en la
imposibilidad de comunicar y reproducir fenómenos trascendentes. Lo que la
metafísica puede aportar es un marco racional que muestre la compatibilidad de
lo que se afirme sobre lo trascendente con los conocimientos consolidados y
tender un puente abierto aunque inconcluso hacia la religión, que deberá ser
completado por cada creyente con los datos de la revelación que asuma. La
teología aporta racionalidad al relato conjunto de la revelación y la mística.
Antes de aventurarnos a indagar sobre lo trascendente, debiéramos profundizar
sobre los contenidos intangibles del espacio tiempo. Hay temas históricamente
difíciles de ser estudiados por la ciencia, como son la naturaleza del tiempo,
la esencia de la vida, la conciencia, la libertad, el significado de la
fenomenología religiosa, como el éxtasis y los milagros; la reconciliación de
las partes con el todo, el significado del concepto de espíritu y su
interacción con la materia, la relación entre pensamiento y cerebro.
El dolor y el pesar del arrepentimiento
atraen la atención del sujeto pensante sobre si mismo, surgiendo la conciencia.
Una peculiaridad del ser humano es su identificación como sujeto y objeto,
como conciencia de sí y del mundo. La esencia es información que
se manifiesta como representación. La conciencia percibe, determina e
interpreta las representaciones, que percibe como vivencias, haciéndolas
conocimiento mediante el pensamiento. El pensamiento parte de
utilizar la información que el sujeto recibe de las sensaciones que le llegan y
contrastarla con retazos de la memoria que utiliza como referencias a fin de
interpretar el significado de la información recibida, para irse creando una
imagen coherente de si mismo y del entorno y reflexionar sobre ella para
identificar opciones de acción y posibilidades de éxito. La conciencia tiende a
hacerse cósmica mediante la comunicación de conocimientos entre las conciencias
individuales, hasta constituir la noosfera de Pierre Teilhard de
Chardin. Una protoconciencia cósmica se da en la interacción dinámica entre el espacio-tiempo
y la materia-energía. La materia-energía deforma el espacio-tiempo, que de
alguna manera es "consciente" de la ubicación de toda la materia y
cada una de sus partes, haciendo que su deformación las desplace a nuevas
ubicaciones, acción que se produce al ser la materia "consciente" de
alguna manera de las deformaciones del espacio en su conjunto.
La cuestión del más allá desde el confín
del tiempo la vive el ser consciente como implicación del conocimiento de su
finitud como sujeto, pudiendo quedarse a ver venir el fin o ir mentalmente
a su busca en busca de respuestas sobre el más allá desconocido. Dado que no
tenemos acceso al más allá, solo podemos indagar sobre él extrapolando lo que
conocemos mediante nuestras vivencias. La duración de las vivencias en el
tiempo y la temporalidad de los procesos vitales nos alertan sobre el
tiempo, otro intangible que intentamos entender mediante imágenes
espaciales cambiantes. Bergson denunció la limitación del
pensamiento humano para tener una representación mental certera de la realidad
mediante conceptos estáticos y eternos. Los conceptos han sido desarrollados
para pensar en cosas, pero no en sucesos ni en vivencias. La vivencia subjetiva
de la duración, la duré bergsoniana, y el tiempo objetivo de la
física no son idénticos. Física, vida y cosmología nos plantean otro problema
temporal, el del origen. Lo precedente a lo existente vuelve a
platear la cuestión de lo trascendente. La mejor manera de describir un
universo cambiante es mediante una descripción temporal, una narración. Lo que
nos lleva a intuir que, dado que el universo es información, podemos suponer
que el universo, en su evolución, es un mensaje. Los mensajes solo pueden ser
descifrados por inteligencias, lo que nos hace pensar que son los seres inteligentes
a quienes va destinado ese mensaje cósmico. Si el universo es un mensaje solo
puede proceder de fuera del universo, de la "región" de lo
trascendente y de una mente inteligente que lo ha cifrado y transmitido.
La tradición platónica que se reestructura
en el pensamiento de Plotino, nos confirma mediante imágenes y
conceptos lo dicho hasta aquí. La esencia de todo ente es
información, Platón definió las esencias de los entres
como ideas. Para Plotino, el conjunto de lo trascendente
constituía el Uno, partiendo de una conciencia omnisciente que
abarcase la totalidad de la sabiduría y consiguiese manifestarla con la
generación y evolución del cosmos mediante un acto de trascripción o
interpretación (en el sentido de ejecución o realización, como cuando se
ejecuta una partitura) de la información que posee esa conciencia depositaria
de la totalidad del saber. Para la Escuela de Kyoto, representada
fundamentalmente por Nishitani Keiji, la trascendencia es la Nada. La
diferencia entre Nishitani y Plotino es una cuestión de
perspectiva. Desde el espacio-tiempo, la trascendencia se ve como la Nada,
visión que comparten los físicos nihilistas, pero si mentalmente se contempla
desde el más allá, lo trascendente es el Uno que integra toda la información
necesaria para poderla proyectar sobre el espacio-tiempo para que dé lugar a la
existencia del mundo al desplegarse en su interpretación espacio-temporal del
mensaje informando la materia al transcribirse en materia.
De la nada indiscriminada, informe y
eterna, atemporal y an-espacial, pero sapientísima, surgen las distinciones y
las formas de todos los entes que se desarrollan en el tiempo y el espacio
mediante esa trascripción o interpretación realista de la información original
y virtual. La información originaria constituye el momento abstracto de la
verdad absoluta genérica y una, como razón de ser, esencias y formas de todos y
cada uno de los entes que han llegado a la existencia; mientas que el conjunto
de la información cósmica final, histórica, fraccionada y compartida,
constituye la versión concreta y específica de esa verdad, siendo esta
información la que parcialmente contemplan los seres humanos durante el periodo
de su existencia y de la que se hacen conscientes. El mundo, el conjunto de
todos los entes que han existido o han de existir, es el elemento mediador
entre los dos momentos de la verdad. El conocimiento implícito en la
información inicial se hace explícito en el desarrollo temporal y físico del
universo. La transformación de la verdad entre su concepción original abstracta
y eterna y su versión final espacio-temporal y concreta supone un aumento de
precisión a costa de una elevada degradación entrópica del conjunto a lo largo
de su despliegue en el tiempo. La información total contenida y constituyente
del Uno integra todas las posibilidades, mientras que su concreción
espacio-temporal va colapsando las diferentes posibilidades potenciales en una
única versión de esa información, constituyendo la realidad y la historia.
La nada, el Uno de Plotino, carece de
extensión y la eternidad es a-temporalidad. En la eternidad no hay tiempo y,
por consiguiente, no hay devenir, ni espacio, ya que la información no
encriptada no ocupa lugar, es pura res cogitans, simplemente es. Como
decía Parménides, el Ser eterno es inconmovible. En su absoluta invariabilidad
y plenitud, no necesita de nada pues integra todo lo posible, por lo que no
procede el cambio. En el contenido de la eternidad está la totalidad,
permaneciendo idéntica a si misma en plenitud indivisa e inalterable, sin
anhelo de nada pues lo tiene todo a la vez, sin ser deficiente en nada,
actualidad plena no actualizable. Constituida por información, contiene toda la
información sin que pueda haber otra información ajena a la que configura su
ser omnisapiente e intrínsecamente actual y presente sin un antes ni un
después, sin perfeccionamiento ni deterioro posibles. Eternidad es permanencia,
lo eterno es lo permanente. El tiempo mide el cambio, si no hay cambio no hay
tiempo.
“De ahí que, verdaderamente, el Uno sea
algo inefable; porque lo que digáis de él será siempre alguna cosa. Ahora bien,
lo que está más allá de todas las cosas, lo que está más allá de la venerable
Inteligencia e, incluso, de la verdad que hay en todas los cosas, eso no tiene
nombre, porque el mismo nombre sería algo diferente de El” (Eneida V, 3, 13).
El ámbito receptor de la información
proyectada desde la nada-eterna o Uno, es el
espacio-tiempo. Plotino llama a dicho ámbito Inteligencia o
Hipóstasis segunda, que recibe las formas o esencias contenidas en el Uno
mediante procesión contemplativa. Utiliza el término procesión para evitar el
de emanación, diferenciando así la naturaleza de lo surgido de la del origen.
En su lugar, utilizo aquí el concepto de proyección de información,
más coherente con la teoría física del universo como proyección holográfica. No
habla Plotino de información, pero trata esa transmisión
contemplativa como si fuese información, ya que la Inteligencia se la
apropia al contemplar al Uno o hipóstasis primera "aprendiéndola". Al
no considerar que el contenido de lo transmitido es información, aunque lo
intuya, tiene dificultades para explicar como se pasa del Uno a la
multiplicidad y de lo espiritual a lo material. El impulso primero que produce
la proyección surge de la secuencia conocimiento-voluntad-acción. Ese impulso
conduce al despliegue de la voluntad implícita en la información esencial, tras
ser proyectada como intenciones sobre el espacio-tiempo fraccionado y
desplegarse por el espacio y el tiempo a medida que esas intenciones se
desarrollan recodificadas en materia-energía. Es como la imagen que se rompe al
proyectarse sobre un espejo roto. Hemos de asumir la intuición de Plotino sobre
la segunda hipóstasis, y reconocer que, siendo el espacio-tiempo en sí mismo ya
información, para poder asumir la información que recibe sobre los seres
sensibles, el espacio-tiempo ha de ser inteligente de algún modo para poder
recibirla y procesarla. ( Ver: http://bit.ly/23gOQVs )
“Inteligencia, acto intelectual e
inteligible, serán una y la misma cosa. Con lo que, si el acto de la
Inteligencia es lo inteligible, y si lo inteligible es la Inteligencia, la
Inteligencia necesariamente se pensará a sí misma. Porque pensará por medio de
su acto, que no es otra cosa que ella misma, y pensará así lo inteligible, que
es también ella misma. De dos maneras, pues, se pensará a sí misma: como acto
de la Inteligencia, que es ella misma, y como inteligible, al que piensa por
medio de un acto que es la Inteligencia misma” (Eneida V 3, 5, 33 y ss.).
Lo que Plotino llamó inteligencia, el
espacio-tiempo, al contemplar al Uno, la nada-eterna, obtiene del Uno toda la
información que contiene en sí sobre el mundo, como potencias, formas y
esencias de todos los entes sensibles habidos y por haber, junto con la
intención de cada ente de ser lo que ha de ser. La información obtenida,
configura los entes sensibles y se correspondería con la tercer hipóstasis de
Plotino, a la que también llama el Alma, que configura al mundo
al desplegarse y expandirse en el espacio y en el tiempo,
mostrándose mediante imágenes.
“Pero el Alma, en cambio, no permanece
inmóvil en su acto de producción, sino que se mueve verdaderamente para
engendrar una imagen de ella. Al volverse hacia el Ser del que proviene se
sacia de él, y al avanzar con un movimiento diferente y contrario, se engendra
esa imagen de sí misma que es la sensación” (Eneida V 2, 1).
A esa imagen engendrada es a lo que
llamaremos manifestación del mundo. La manifestación es reproducción
formal de la información esencial contenida en el Uno desplegada, materializada
y expuesta en el espacio-tiempo como multiplicidad de seres. Cuando un ser
inteligente percibe la información expresada en la manifestación de
las esencias de los seres que componen el mundo, concibe
una representación del mundo en el sentido de Schopenhauer. El error
de Schopenhauer fue prescindir de la manifestación de las esencias
como base, sustento y causa de la representación. Si toda la información
del Uno es puesta de manifiesto en el espacio-tiempo, la información
transferida no se limitará a la correspondiente al en si kantiano de los entes
sensibles, sino que debiera incluir la que constituye al propio Uno pensante,
con lo que el Uno-Bien debiera, a su vez, encarnarse como Verbo en algún lugar
y momento histórico junto con el resto de las esencias pensadas.
La manifestación de cualquier información
se realiza mediante un lenguaje. La manifestación en el universo de la verdad
constituyente y contenida en el Uno original también utiliza lenguajes: el
lenguaje cuántico de las partículas, el lenguaje físico de la mecánica, el
lenguaje químico de las sustancias, el lenguaje genético del ADN... El proceso
que todo ser sigue para ser, es su autorrealización. Para poder
auto-realizarse, para poder llegar a ser lo que un ser debiera ser, todo
ser necesita conocer la información que lo define y la que necesita para
poder ser, lo que requiere que los seres en su esencia estén constituidos
por intención y atención. Sabemos que la esencia de todo ser es
información. La intención es la información que determina lo que el ser debiera
ser y la atención proporciona la información necesaria para poder obtener los
recursos y elementos constituyentes necesarios para ser lo que debe ser,
sabiendo qué hacer con ellos por su intención, de la que aprende cómo
localizarlos, adquirirlos, ensamblarlos y configurarlos en una unidad
existencial. Desde un punto de vista informático, la intención es el programa y
la atención proporciona los datos a medida que se van necesitando. La intención
es teleológica y la atención es selectiva. Ser es procesar información
interpretándola, es decir, realizándola en el tiempo y el espacio, haciéndola
realidad mediante la acción. Como los solistas interpretan una partitura
mediante un instrumento, los seres interpretan su intención de ser lo que son,
mediante la información que manejan en los medios de que disponen como
recursos. Ser es establecer un diálogo entre la intención de cada ser y el
resto de las intenciones de los demás seres, diálogo que está mediado por las
respectivas atenciones. La capacidad de subsistencia y la calidad de vida de un
ser está determinada y mediada por su capacidad para dialogar con el resto de
los seres. El mal es el resultado de la incapacidad de alcanzar un consenso y
pretender resolver los conflictos de intereses mediante la violencia, en
beneficio del más fuerte. El diálogo cósmico se establece entre cada ser y su
no-ser, es decir, entre cada ser y el resto de los seres. Es un diálogo entre
el ser presente de la actualidad existencial y el deber ser de la naturaleza
esencial programado en la intención de ese ser. Diálogo mediado por el resto de
los seres en busca de la mutua colaboración necesaria para la realización del
conjunto en una unidad dialéctica de una nueva actualidad mediante una
evolución que constituye el acto de ser. La naturaleza del todo ser es
dialéctica y dinámica. En la conciencia, al volverse conscientes tanto la
intención como la atención, la intención de la esencia se hace voluntad y la
atención conocimiento. La conciencia se orienta a la acción mediante la
concatenación conocimiento-voluntad-acción, manifestándose como voluntad y
configurando un ámbito de libertad al autodeterminarse esa voluntad por fines,
rompiendo la cadena del determinismo causal. El producto de la
acción es la determinación de una opción entre las posibles mediante el colapso
de las funciones de onda que determinan el espectro de posibilidades. Sabemos
por física que la mera observación ya colapsa determinadas opciones y la acción
ratifica y amplia las opciones colapsadas.
La información de la res
cogitans original (al principio era el Verbo), unitaria y eterna
constituyente del Uno se trasforma en la información fragmentada pero
enriquecida por la experiencia como res cogitans contenida en las
diferentes conciencias, información adquirida en las vivencias compartidas por
cada ser con el conjunto de los demás seres fruto del despliegue como res
extensa de la información del Uno en el mensaje cósmico que constituye el
universo físico. Las inteligencias destinatarias del mensaje cósmico se hacen
conciencias al comprender que cada individuo depositario de inteligencia es
parte del mensaje cósmico y parte importante dado que posee el código que
permite el conocimiento y la interpretación del gran mensaje de la creación.
Previsiblemente, esa información vuelva a integrarse al final del tiempo en la
noosfera de una conciencia cósmica compartida. La destinataria final del
mensaje cósmico es la conciencia. Cuando nos despidamos de este mundo, quedará
de nosotros lo que esencialmente somos: información. Información fraccionada en
las conciencias de quienes nos recuerden cuando nos recuerden y la información
integral que resida en la conciencia divina del Uno, alfa y omega de lo creado,
primera y última conciencia del universo, en la esperanza de que participemos
de esa conciencia en la medida que nos convenga. El hecho que al inhibirse
todos los sentidos en el éxtasis la conciencia se despeja y surgen experiencias
de una conciencia cósmica hacen pensar que al destruirse los sentidos por
completo, el fenómeno se magnifique. Si al final de los tiempos desaparece el
cosmos, la información residual solo tendría cabida en el Uno, donde siempre
estuvo. El esperado premio o castigo podría consistir en tener que convivir
toda una eternidad en la plena conciencia de todos nuestros actos junto con una
mayor o menor contemplación de la Belleza Divina. No es mal castigo tener que
soportarse a uno mismo en lugar de que sean otros quienes nos soportan. Y una
buena reflexión para replantearnos nuestros actos.
Nota: Para dar unidad e integridad a este artículo, parte del
texto reutiliza fragmentos de otros artículos publicados en el blog del autor,
que en su conjunto, completan y detallan aspectos de lo aquí dicho.
http://carlosdelama.blogspot.com.es/2016/01/el-universo-como-holograma.html http://carlosdelama.blogspot.com.es/2015_06_01_archive.html
3 comentarios:
Querido Carlos,
Mis escasas luces me impiden entender todo lo que dices en este escrito.
De lo poco que he sacado en limpio ha sido una idea que siempre me ha acompañado: la trascendencia está fuera del espacio-tiempo. Por lo tanto nunca seremos capaces de entenderlo. Si la trascendencia es lo que llamamos Dios, desde luego que no es un señor con barba,
Como bien dices, hemos ido interpretando símbolos a la medida de cada uno.
Creo que solamente cuando dejemos nuestro lugar en el espacio-tiempo, entraremos en otra dimensión.
Abrazo, Julia
Querido Carlos,
salgo momentaneamente de mi mutismo para echarme jarras de agua helada sobre mi mismo, pero con la esperanza de que algún chorrito te caiga también a ti. Cómo me constipe será culpa tuya.
Yo no tengo Fe. Eso no quiere decir que no admita la existencia más que probable de un ser superior. Lo que no admito es que algún humano se autoelija como único intérprete de ese ser superior. Y creo que la civilización que se construye basada en dogmas ( religiones) que se adoctrinan vitalmente en los racionalmente débiles representantes del género Homo, es una civilización torpe y mutilada.
La ciencia es un intento de interpretar el lenguaje de la naturaleza y se basa en proposiciones y conjeturas, que al final, algunas de ellas terminan siendo "demostradas" y comprobadas, si bien toda regla tiene su excepción. Los mensajes de las Matemáticas son autolimitativos. Por ejemplo la muy probablemente cierta conjetura de Goldbach no tiene una demostración precisa si bien está comprobada mas allá de lo racionalmente útil.
La Física cuántica, loor a quien entienda algo más allá de los experimentos mentales, precisamente por el medio en que se desarrolla es de difícil comprensión. No obstante a nivel de usuario la podemos usar brillantemente y dejar el gato vivo-muerto de Schrödinger, o el péndulo quieto-móvil de Heisemberg para determinadas exhibiciones de magia de salón. Y no olvidemos que de momento los dos grandes pilares de la Física actual (Relatividad + Cuántica) todavía andan a la greña.
Y sí, el universo es información pero no es solamente información. Aunque si ampliamos el concepto de "Información" y lo divinizamos, nos metemos en esa discusión del materialismo frente al idealismo, inventando seres que de nuevo den sentido a nuestra ignorancia.
Y ese, querido Carlos, es el problema de los muy inteligentes que tenéis esa Fé irracional en un Dios humano. No os resignais a no poder conciliar vuestra potencia intelectual y la creencia en la pestidigitación religiosa. Os repugnan los atributos arbitrarios del Dios construido para manipular a los hombres y necesitais que sean coherentes con vuestra visión, mucho más profunda del mundo.
No sé, yo os veo como aquel Agustín de Hipona, que se extrañaba del niño que jugaba en la playa mientras pensaba en racionalizar la magia potagia.
No obstante es ilustrativo ver como buscas los resquicios para sentirte satisfecho y reconciliar lo que nuestras limitaciones genéticas y neuronales bloquean en nuestras propias ideas.
Y la verdad es que me tengo que callar, porque creo que cuando se trata de rizar los rizos, a veces nos quedamos mas planos que antes.
Un abrazo.
Gracias, Renato, por tu aportación. No dejes de darnos a conocer tus reflexiones entre los paréntesis de mutismo. Omnia in bonum.
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