Las críticas que se oyen a los presupuestos para este año de 2012 me recuerdan las que hacían los miembros de una familia a los gastos familiares, tras morir el padre. El hijo mayor, por acuerdo mayoritario de los miembros de la familia, se habia hecho cargo de la gestión del patrimonio familiar. Al revisar las cuentas, descubrió que la familia estaba no solo arruinada sino profundamente endeudada. Inmediatamente trazó un plan de saneamiento económico que permitiese a toda la familia salir adelante y reunió a todos sus miembros para informarles de la situación real. Nadie se lo podía creer y algunos alzaron la voz protestando, sobre todo entre las cuñadas, alegando que tenía que haber algún error en las cuentas.
El plan de recortes se trazó con diligencia y sobre sanos principios económicos y afectó a todos, empezando por el propio hermano mayor para dar ejemplo. La hermana, que quería comprarse un vestido nuevo y unos zapatos de lujo, tuvo que conformarse con unos zapatos sólidos y duraderos que no colmaban sus deseos pero cubrían sus necesidades. El hermano pequeño que quería un coche nuevo se tuvo que conformar con un bonobús. Los hemanos casados, que aunque tenía sus propios ingresos, estaban acostrumbrados a recurrir a papa para financiar gran parte de los gastos, mucho de ellos suntuarios, reclamaban que sus asignaciones no se tocasen...
Podríamos seguir con una larga lista de peticiones suntuosas y suministros adaptados a la nueva situación, pero el caso es que los miembros de la familia murmuraban y recordaban lo bien que habían vivido antes de caer enfermo el padre, culpándole al diligente y sensato hermano mayor de la austeridad con la que tenían que vivir los que se habían acostumbrado al derroche de los años anteriores.
Esa es la situación, el Estado está, no solo lleno de deudas que habrá que pagar, sino en un proceso de creciente endeudamiento. Hay que asumir la nueva situación y hacer recortes, pero debemos ser conscientes de que los actuales presupuestos son solo un intento de reducir el incremento de la deuda. Reducir el déficit no es reducir la deuda, que sigue creciendo, sino intentar que crezca más despacio. Ya nos avisan que estará en torno al 80% del PIB a final de año, es mera cuestión de calculadora.
Es urgente que a la austeridad necesaria para reducir el déficit añadamos un esfuerzo adicional para amortizar deuda, para lo cual, careciendo de superávit, no veo más solución que vender activos públicos y hacer liquidez.
El plan de recortes se trazó con diligencia y sobre sanos principios económicos y afectó a todos, empezando por el propio hermano mayor para dar ejemplo. La hermana, que quería comprarse un vestido nuevo y unos zapatos de lujo, tuvo que conformarse con unos zapatos sólidos y duraderos que no colmaban sus deseos pero cubrían sus necesidades. El hermano pequeño que quería un coche nuevo se tuvo que conformar con un bonobús. Los hemanos casados, que aunque tenía sus propios ingresos, estaban acostrumbrados a recurrir a papa para financiar gran parte de los gastos, mucho de ellos suntuarios, reclamaban que sus asignaciones no se tocasen...
Podríamos seguir con una larga lista de peticiones suntuosas y suministros adaptados a la nueva situación, pero el caso es que los miembros de la familia murmuraban y recordaban lo bien que habían vivido antes de caer enfermo el padre, culpándole al diligente y sensato hermano mayor de la austeridad con la que tenían que vivir los que se habían acostumbrado al derroche de los años anteriores.
Esa es la situación, el Estado está, no solo lleno de deudas que habrá que pagar, sino en un proceso de creciente endeudamiento. Hay que asumir la nueva situación y hacer recortes, pero debemos ser conscientes de que los actuales presupuestos son solo un intento de reducir el incremento de la deuda. Reducir el déficit no es reducir la deuda, que sigue creciendo, sino intentar que crezca más despacio. Ya nos avisan que estará en torno al 80% del PIB a final de año, es mera cuestión de calculadora.
Es urgente que a la austeridad necesaria para reducir el déficit añadamos un esfuerzo adicional para amortizar deuda, para lo cual, careciendo de superávit, no veo más solución que vender activos públicos y hacer liquidez.
1 comentario:
Muchas gracias por su esfuerzo de explicar la situación con claridad. Ayer escuché con atención la comparecencia del señor Rajoy en la que hacía balance de sus primeros cien días de gobierno. No puedo decir que fueran unas palabras alentadoras pero sí me pareció honesto e incluso en algunos pasajes creo que supo transmitir con pulso de estadista la verdadera naturaleza de la dura travesía que tenemos por delante. Me gustó la sinceridad pero no acertó a fijar una idea vertebradora y básica, un mensaje escueto y fundamental con la que coronar el discurso. Sin embargo usted sí lo consigue cuando dice que no es tiempo de colmar los deseos sino de cubrir las necesidades.
Luis Marchán
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