lunes, 2 de mayo de 2016

Echando cuentas





Consideraciones económicas sobre
las cocheras de Cuatro Caminos

Toda inversión tiene unos ingresos y unos costes. Desde un punto de vista meramente económico, la única consideración para valorar un proyecto es su rentabilidad. Anular el proyecto Metropólitan supondría tener que devolver a los cooperativistas los 90 millones de euros que han invertido en el solar, más los costes de gestión, promoción y comercialización de la operación, que no deben de ser bajos, más los gastos financieros, más los intereses de demora, más los costes de oportunidad, e indemnizarlos por daños y perjuicios, los costes jurídicos en que habrá que incurrir, pues es de esperar que los cooperativistas reclamen ante los tribunales. Se nos podría poner a la broma en un pico para las arcas públicas, que tendremos que financiar los contribuyentes.

Entre el Ayuntamiento y el Metro, el contribuyente al fin de cuentas, tendrían que asumir, además, los costes de urbanizar la zona, de soterrar y construir los talleres nuevos, enterrar la subestación eléctrica, hacer un túnel que conecte la nuevas cocheras con la Línea 1 del Metro, reparar y equipar las viejas cocheras, crear el parque, gestionar la operación más lo que ahora no soy yo capaz de prever y, pongamos, un 15% de imprevistos, como sorpresas en el subsuelo o tareas complementarias y modificados que puedan surgir durante las obras. Mas los gastos anuales de mantenimiento y gestión de las viejas cocheras, junto con el cuidado del parque.

Por parte de los ingresos, se dejarán de ingresar los, calculando a ojo, unos 450.000€ de ingresos anuales por IBI a lo largo de, al menos, los próximos 100 años como periodo razonable de vida operativa para el conjunto, antes de que una nueva raza de políticos se percate de que lo mejor que puede hacer en demoler las cocheras, entierren sus restos y desentierren el proyecto Metropólitan.

A grosso modo, la operación bien pudiera tener un coste para los contribuyentes de unos cientos de millones de euros. Claro está, si hacemos un balance social, en vez de meramente uno económico, habría que añadir el coste social de privar de sus casas a esas 443 familias marginadas de toda consideración, cuyo valor es incalculable. Más el coste político de una pésima gestión por parte de la administración, que también es imponderable. Y los costes sociales de haber perdido la oportunidad de rejuvenecer un barrio envejecido, difícil de cuantificar, en sí y en sus repercusiones futuras.

La alternativa económica, en caso de mantener el proyecto Metropólitan, sería dejar que corra la cooperativa con todos los gastos de urbanizar la parcela, soterrar las cocheras, enterrar la cancerigena subcentral eléctrica, ceder un terreno al Ayuntamiento para dotaciones, crear un parque público dosde faltan zonas verdes, generar 1.800 puestos de trabajo, contribuir al pequeño comercio de la zona con una demanda adicional de cerca de 2.000 personas y poner en las arcas municipales esos 450.000€  de impuestos al año, limpios de polvo y paja.

No hacen falta muchos alardes contables ni clarividencia financiera para decidir que opción es la aconsejable desde un punto de vista económico. Uno de esos factores de la operación que se han eliminado de toda consideración.

Foto de actualidad: Soterrando las cocheras del metro en Nueva York

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